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8M: Mujeres latinoamericanas redoblan la lucha para subsistir en pandemia

"No fui a la universidad porque era mujer, porque me iba a casar para toda la vida. Si sabía coser y bordar era suficiente", cuenta Pía Ortiz, de 60 años, que tras varios empleos en el presente subsiste como costurera en Santiago.
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La pandemia agregó nuevas dificultades a la ya ardua lucha de las mujeres por la inclusión económica y la equidad, arrastrando a muchas en un retroceso que redujo sus ambiciones a la mera subsistencia.

Una manicura colombiana que perdió su trabajo; una costurera chilena abocada a tareas de cuidado, y una empresaria mexicana peleando para mantener su negocio: los tres relatos reflejan una realidad plasmada en indicadores como el de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), que estimó una regresión de más de una década en la ocupación y condiciones laborales de las mujeres en la región por la crisis sanitaria. 

MARÍA EDILMA: EMPEZAR DE CERO

“Siento que iba escalando para superarme, seguir trabajando y estudiando (…) y estoy empezando de cero de nuevo”, dice María Edilma Aguilar, de 35 años, frente a la persiana baja del salón de belleza donde trabajaba como manicura. De eso ya hace un año.

Esta mujer de origen campesino y madre soltera vendió sus muebles y se mudó del departamento donde vivía con sus dos hijos a un cuarto minúsculo en una barriada más pobre, cargando el sueño de tener una casa propia.

“Me he tenido que reinventar”, cuenta María Edilma, quien interrumpió su carrera de esteticista y se puso a trabajar como empleada doméstica de domingo a domingo.

Maria Edilma (AFP)

En Colombia, muchas mujeres se vieron forzadas a replegarse a los oficios de hogar por la pandemia, que incrementó el desempleo femenino al 20,4% en 2020, lejos de la tasa del 12,7% entre los hombres.

“De momento (el virus) se llevó mis sueños, pero tengo todavía fuerzas para seguir en la lucha”, asegura María Edilma, determinada a recuperarse.

PÍA ORTIZ: CUIDADO Y SUSTENTO

Era la única hija entre varones. “No fui a la universidad porque era mujer, porque me iba a casar para toda la vida. Si sabía coser y bordar era suficiente”, cuenta Pía Ortiz, de 60 años, que tras varios empleos en el presente subsiste como costurera en Santiago, Chile.

La pandemia la obligó a mudar a redes sociales su emprendimiento de productos de tela de jean reciclada, creado con un fondo municipal, que antes ofrecía en ferias.

“Hice cursos de marketing digital, pero es un tema que a los 60 años no se maneja muy bien”, confiesa. Perseverante, logró ventas, aunque a un ritmo más lento, que la forzó a “vivir con menos”.

Pía Ortiz, Santiago de Chile (Afp)

Entre costuras, buena parte del sustento del hogar, se ocupa de tareas domésticas y de cuidado. Y aunque el comercio callejero se reanudó, Pía decidió resignarlo para no poner en riesgo a su madre de 85 años, con quien vive tras su separación hace una década. Por entonces, recuerda, su salud era frágil, y no podía afrontar el costo de una persona que la cuidara.

Entre todo, esta jefa de hogar tuvo que lidiar durante los últimos meses con crisis de pánico que solo logró calmar con una terapia alternativa. “En esta pandemia nos juega en contra la crianza (…) el olvidarte de ti, y eso uno lo trae insertado como mujer”, dice, y agradece con una sonrisa por su salud.

BELINDA GARCÍA: SEGUIR EN LA INCERTIDUMBRE

La mexicana Belinda García ve cómo su negocio de estands se desmorona. Como nunca antes en los 20 años a la cabeza del negocio, el detenimiento del Covid-19 asestó un fuerte golpe a la industria de eventos empresariales y, pasado un año, los ahorros se acaban.

“Estoy muy estresada”, dice esta diseñadora gráfica de 50 años en el silencioso taller que quedó reducido a la mitad. De los 15 empleados que armaban pabellones en tiempos de eventos masivos solo pudo conservar a dos.

Pesa “darte cuenta que no tienes muchas opciones y que lo que sabes hacer es esto (…). Te estresa el (preguntarte) ¿qué voy a hacer si esto se alarga más?”, dice la empresaria, por momentos con voz quebrada.

Sin ingresos y aún sumida en la incertidumbre, Belinda espera la reactivación este año con unas pocas reuniones en pie. Entre ellas, registra en un pizarrón detrás de su escritorio una feria de la industria minera en el sureño estado de Guerrero.

Pero aspira a desplegar sus estands en más eventos en el país, uno de los favoritos en América para la realización de eventos hasta que la pandemia los imposibilitó.

Con ese objetivo, asistió a una protesta reciente junto a colegas frente a las oficinas de la Secretaría de Turismo, donde presentaron propuestas para la retomada de operaciones. Fue una inyección de ánimo. “Tenemos todas las ganas de trabajar ya”, exclama Belinda.

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