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Alan Moore: Autores e investigadores chilenos dan las claves para leer “Jerusalén”

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Minotauro, sello de Editorial Planeta, lanzó recientemente “Jerusalén”, trilogía escrita por el novelista y guionista Alan Moore (1953). Esta publicación llega con la primicia de ser la “magnum opus” del oriundo de Northampton, o como también la ha definido, “la obra más ambiciosa que he creado”. Lo que no es menor teniendo presente la trayectoria y los títulos del autor, quien es uno de los escritores fundamentales hoy por hoy del Reino Unido.

Diez años se demoró en terminar esta obra que dieron por resultado tres libros: “Libro uno: Los Boroughs”; “Libro dos: humánima”; y “Libro tres: La pesquisa de Vernall”. Los que suman 1.704 páginas y aproximadamente 620.000 palabras. Pero, ¿cómo entender las claves de esta contundente publicación y al autor autodefinido como mago-anarquista? Para ello La Nación conversó con el escritor y guionista Francisco Ortega (“Mocha Dick”, 2018); el autor y guionista Gonzalo Oyanedel (“London after Midnight”, 2019), el Doctor en Literatura y director del departamento de Expresión de la Facultad de Artes Liberales de la UAI, Jesús Diamantino, y el Doctor en Humanidades e investigador de cómics y narración gráfica, Julio Gutiérrez.

QUIÉN ES ALAN MOORE

“Creo que es por lejos el guionista más importante del cómic escrito en lengua inglesa. Es un tipo que redefinió el cómic norteamericano y escribió quizás los cómics más importantes de la historia, partiendo por ‘Watchmen’ (1986-87) que es una ‘vaca sagrada’. Pero también es un gran escritor y es todo un personaje; Es huraño, vive encuevado, se dice que practica magia y lleva una vida muy misteriosa”, cuenta Francisco Ortega.

Y para entender el trasfondo y el germen de este escritor, Gonzalo Oyanedel, explica que “habiendo crecido entre el auge y la resaca de la revolución pop británica, refleja en su obra la cultura cínica y desencantada que lo nutrió. Y la mezcla de recursos literarios y hasta cinematográficos, que vertió tanto en sus guiones (algo limitado hasta entonces a los experimentos gráficos de los dibujantes e historietistas Ditko o Steranko) como en la prosa o incluso en sus trabajos musicales que refiere a la transgresión experimental iniciada por escritores como Michael Moorcock o Harlan Ellison, que buscan puntos de vista nuevos…”.

Para entender quién es Alan Moore, Julio Gutiérrez afirma que “hay fijarse en su personaje Constantine, que es un renegado y un outsider igual que él. Moore entró con esa misma actitud al mundo del cómic, donde refrescó el campo de los guionistas justamente por ser un tipo que viene con una formación muy autónoma, muy independiente, y además es un obrero. Él viene de una familia obrera, por ello no tiene esa misma sensibilidad artística y canónica que tienen otros guionistas que construyen sus ficciones desde otras cadenas, él se fue mucho más atrás para crear personajes e historias, se fue a los mitos, a la magia”. “TRANSGRESOR” Jesús Diamantino define su estilo como “transgresor. Y creo que esa transgresión en su narrativa tiene que ver no solamente con transgredir los parámetros narrativos técnicos, sino también con transgredir conceptos en este afán de subversión, que se define como una seudo-vanguardia (lo cual cobra mucho sentido durante los años ochenta y los años noventa, y que también hizo que se les diera la oportunidad a otros autores para poder redefinir la concepción imaginaria de la cultura popular)”.

Julio Gutiérrez agrega que el estilo del autor de “From Hell” (1993-97), también se configura por “estar circunscrito a una tradición anglosajona, donde la presencia de la magia, de lo maravilloso, del relato folclórico, de las hadas, de las brujas y todas estas cosas, tuvieron una preponderancia para él. Moore fue capaz de utilizar este imaginario como punto de fuga para lanzar una línea hacia un horizonte posible para entender el mundo que estaba viviendo, que era el termino del siglo XX y el inicio del siglo XXI, en plena época de Margaret Thatcher”.

“El estilo que tiene”, agrega Gonzalo Oyanedel, “es un estilo generoso en metáforas y recursos narrativos, pero suficientemente honestos para evitar la erudición pedante que acusan muchos de sus imitadores”.

RELECTURA DE TEMAS QUE SON CLÁSICOS

“Yo creo que uno de los principales aportes de la literatura de Alan Moore, es la revalorización o relectura de ciertos temas que son clásicos o que tienden a tener una línea conservadora. Es muy rupturista, porque subvierte todos los valores clásicos y también porque es muy crítico, tanto con las instituciones y con los valores de la cultura anglosajona. Por eso, si hay algo que caracteriza la literatura de Alan Moore es la transgresión, y, la revalorización de ciertos arquetipos culturales”, señala Diamantino.

Apunta a que su aporte “pasó por abrir perspectivas maduras e imaginativas a una vertiente usualmente limitada por el conformismo, como solía ser la historieta de aventuras. Moore, al ser dueño de un acervo cultural riquísimo (que se nutre tanto del desencanto sociopolítico como de la ciencia ficción revisionista y hasta del rock espacial), su aproximación a los héroes fantásticos y en especial a los superhéroes sorprendió por incorporar recursos narrativos inusuales en el filón escapista, atreviéndose con la meta-ficción o abordando en ocasiones historias muy sencillas desde la sátira y el tenor urbano de la postguerra”, de esta forma, para Oyanedel la intención del autor de “Watchmen” pasó por la idea de “abrir nuevas fronteras para el género, aunque esta se perdió en el rescate prosaico que muchos discípulos y lectores suyos hacen de aspectos secundarios como la violencia”.

Julio Gutiérrez destaca que su aporte se puede entender con “John Constantine (Hellblazer), que es un personaje creado por Moore, y que marca creo yo, uno de los ‘puntos de fuga’ de esta mirada renovada que dio al cómic, y no solamente entorno al cómic, sino al mito en sí mismo de los superhéroes y de ciertos personajes que emergen de otras clases sociales, de ciertos conflictos políticos, económicos y sobre todo del espacio de lo urbano-contemporáneo”.

¿Qué leer para entender su imaginario y llegar a Jerusalén?

Gutiérrez aconseja las siguientes lecturas:

1)’Albion’ (2005) y ‘V for Vendetta’ (1980-2000) que son fantasías distópicas que de alguna manera buscan describir un mundo posible donde todo se va al demonio por algún problema político-social. Pero principalmente ‘V for Vendetta’, que es un reflejo de la época de Margaret Thatcher, y por lo tanto del contexto de mundo en que él estaba inmerso; toda esa época dominada por el conservadurismo y la ‘Dama de Hierro’.

2) ‘From Hell’, que es una extensa novela gráfica que cuenta la historia de “Jack el Destripador” que acechó Whitechapel, (…), ahí toma tópicos propios del Siglo XIX y los refunda para hablar de otra cosa; de la violencia, del mal, y pospuesto el espacio urbano, otra vez.

3) La alquimia que él está proponiendo se puede condensar en ‘Ángeles Fósiles’ (2014), que es una especie de ensayo y tratado sobre magia y ocultismo, donde también se puede ver cual es su imaginario, poética, ‘su plan’, su proyecto. En esa obra está esa resonancia de re-observar el mundo bajo ese prisma de lo mágico. En ese ensayo, está el principal aporte o el principal rasgo distintivo de Alan Moore, que es el de crear desde la magia, y la magia entendida como la concebían tipos como Aliester Crowley: como un acto de voluntad pura, un “thelema” (Thelema es una filosofía de vida basada en las máximas «haz tu voluntad: será toda la ley», y «amor es la ley, amor bajo voluntad»), no hay que entenderlo como Houdini o David Copperfield, sino que como el acto de una ejecución pura, que es tan pura, tan directa que genera algo de la nada”.

4)La cosa del pantano”, que es una declaración de principios brutal y germinal. Y también los de superhéroes donde él intervino, Deadman, Miracleman, que son personajes que de cierta forma revivió y les dio su sello”.

UN GENIO REBELDE

“Más allá de la catedral literario que pueda resultar Jerusalén”, añade Oyanedel, “se verá con el tiempo que la grandeza de Alan Moore siempre residió en ser más un genio rebelde que un dios. El mérito de sus mejores entregas reside en evitar las fórmulas, trastocando y deconstruyendo afirmaciones sin perder la perspectiva de usar su talento para comunicar y proponer”.

Él lo ha dicho, es su obra más importante y más ambiciosa”, remarca Ortega. “Lo que hace es contar la historia de Inglaterra a través de la historia de un pueblo en particular, que no es otro que su pueblo, y de hecho ni siquiera es su pueblo desde donde narra: es su barrio. Relata desde la prehistoria hasta el presente en su barrio. Y para ello se pasea por la mitología, por la historia, por paleontología, por las ciencias. Por eso que Jerusalén resulta una obra muy ambiciosa y también muy compleja. No es fácil de leer, hay partes que están escritas en un ingles antiguo con la jerga antigua. Yo lo veo como un ‘Cien años de soledad’ pero un millón de veces más compleja que ‘Cien años de soledad’ (me van a matar los fanáticos de García Márquez) pero es por lejos la novela más compleja que yo he leído en mucho tiempo”.
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