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Arelis Uribe analiza el impacto del 8M: Hay que “coordinar una gigantesca femineidad disidente contra la hegemonía”

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Arelis Uribe, la joven autora de la serie de cuentos con barniz de género “Quiltras” y el columnario “Que explote todo”, tiene su propio método para evaluar la transformación social y personal que puede provocar el 8M cuyo eje fue una masiva y pacífica marcha en Santiago y a nivel nacional.

“Mi premisa es: si no duele, no sirve. Si no incomoda, no estás cambiando nada. ¿Cuándo fue la última vez que te sentiste incómodo?”, pregunta de vuelta Arelis Uribe.

“No podemos saber qué va a pasar en un próximo 8 M. Quizás yo esté muerta y no pueda ir… pueden pasar muchas cosas, pero en política no se puede adelantar nada. Solo se vive en presente siempre. El 2017, por ejemplo, recuerdo que no fue tan intenso, hace dos años con el #metoo y el #yotambién habían pasado cosas muy terribles: habían empalado a una chica, pasó lo de Montañita (se refiere al asesinato de dos veinteañeras argentinas en Ecuador), se estaban revelando los casos de acoso y abuso sexual en la industria musical en Argentina, y en Chile estaba empezando. Entonces, el ánimo era como de rabia. Una cosa roja. En cambio, siento que esta convocatoria no fue tanto de la destrucción o de lo que odiamos, sino de la construcción de lo que queremos”, remarca.

Se refiere a cambios en la brecha salarial de género, de cargos y oportunidades. De un trato homogéneo de parte de Isapres, al que se suman las pensiones, leyes sobre acoso y otros vicios centenarios. Los cambios fundamentales son ese país en construcción. Uno que, en muchos aspectos, asemeja la condición de la mujer al del esclavismo más colonial, indica.

“No soy economista, pero por eso mismo me interesa mucho leer sobre economía feminista y cuando se trata de brechas salariales pienso en cómo estadísticamente la mitad de las mujeres chilenas trabaja no asalariadamente ya sea cuidando a sus hijos, a los enfermos o en jornadas que duplican cualquier otro trabajo remunerado. Según algunos estudios, esta dicotomía es la clásica de la lucha de clases que genera pobreza entre los trabajadores explotados asalariados y los ricos capitalistas que extraen esta capacidad de trabajo para generar utilidades, pero también desigualdad. En la base de este modelo está esta mujer que se queda en su casa trabajando sin salario para que el trabajador pueda salir a ser explotado de manera asalariada”, advierte.

Y añade que “esta sería una forma de esclavitud moderna sostenida sobre hombros de mujeres como un verdadero lastre cultural”. La autora plantea también “que las mujeres que entran al mundo laboral lo hagan en espacios de cuidado que replican el trabajo que realizan no remuneradamente en sus hogares: enfermeras, cocineras, educadoras, etc”.

En la cima de este modelo, están los cargos ejecutivos y de dirección donde las mujeres aún son minoría. Cita a Julieta Kirkwood, para quien la mujer es el primer eslabón de la cadena del sistema patriarcal capitalista.

“ES MUY DIFÍCIL COORDINAR A LA DISIDENCIA”

Consultada sobre qué atajos tomar para que el cambio tenga lugar desde el cotidiano, en lugar de las grandes gestas en proyectos de ley y el papel, Arelis Uribe plantea que esa transformación debe ser a nivel de las relaciones humanas en extenso y en una dirección ascendente.

Propone que, por ejemplo, los hombres renuncien a sus privilegios del día en una consecuencia que –como señalaba antes- genera esa incomodidad necesaria.

“En esta lógica de que sean los hombres quienes ganan más y ellas menos, ¿quién se va a quedar en casa a cuidar los niños?. Obviamente la que gana menos. Y si bien la mujer vive a diario esta doble jornada de labores domésticas, deberíamos sumarle el tiempo dedicado a cuestionar lo que le pasa en cuanto a la reflexión feminista. Creo que lo que falta es que más hombres reflexionen sobre esto sin que hayan mujeres empujándolos a hacerlo. Si no te incomoda, no estas cambiando nada”, reitera.

“Por ahí va la cosa. Por otra parte, siento que lo que te hace sentir hombre es lo que te hace macho, entonces la construcción de la masculinidad es por esencia homofóbica y misógina. El hombre rechaza lo que sea parecer mujer, gay y esa es la masculinidad hegemónica. También niega ser niño cuando es niño y así, se va construyendo por negación muchas veces, por miedo a ser cola y a no hacer lo tradicionalmente masculino o pertenecer al “Club de Toby”. Una forma de generar cambios es desconstruir ese club desde el comportamiento cotidiano”, agrega.

¿Cómo crees que se puede concretar ese espíritu de los tiempos en una experiencia real de transformación para la agenda feminista?

– La semana previa a ese día hubo muchas actividades de corte feminista como cicletadas, lecturas, vigilias, onces y reflexiones entre grupos de amigas. Yo tiendo a pensar que la vida es un bucle. Como que uno se encuentra y desencuentra con personas y hay momentos de estallidos salvajes y momentos introspectivos más fríos, más quietos… y esto es algo que se lo robo a distintos autores: creo que la vida es helicoidal y sinusoidal, es decir, sube y baja como los electrocardiogramas. Puede que el 8 M que venga no sea tan explosivo, pero eso no quiere decir que el movimiento feminista vaya a desaparecer, lo que puede ocurrir es que haya periodos más masivos que otros, pero el repliegue es como la ola del mar que va hacia atrás para después ir adelante. Cuando se habla de “la ola feminista”, ese discurso no solo tiene que ver con que sea una gran aparición, tiene que ver con los ciclos que la forman.

El movimiento resultó fortalecido después de esa semana. ¿Qué nuevas “musculaturas” crees que desarrolló en la comunidad la expresión del pasado 8 de marzo?

-Creo que es muy difícil coordinar a la disidencia. La contrahegemonía no necesariamente es heterogénea, es decir, las personas que se oponen a algo en común no necesariamente son iguales en esa forma de enfrentarse a aquello que rechazan. Las formas son muy distintas y ya sabemos que ética y estética, al final son lo mismo, que el qué y el cómo también es lo mismo y que la forma en que se hacen las cosas, se vuelve contenido. En ese sentido, las personas feministas son muy diversas. Hay mujeres trans, hay hombres que se definen feministas desde su masculinidad como el Pancho Aguayo y otros que también se definen como feministas, pero pucha que les falta!.

“En ese sentido, lo que más rescato de la marcha pasada es todo el trabajo de organización que hubo detrás por parte de la Coordinadora 8M. Se congregaron tantas organizaciones de todo el país y del mundo, que quedó claro que es súper necesario un espacio de encuentro para vernos las caras. Y claro, llegado ese momento y lugar, vamos a discutir, nos vamos a sacar los ojos y vamos a tener conflictos y tensiones que son totalmente naturales o comunes y que se repiten a lo largo de la historia en la condición humana. Esto es porque no somos iguales en el sentido de cómo enfrentamos los problemas y esa diferencia es la que nos iguala”, remarca.
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