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Gonzalo Justiniano y “Cabros de Mierda”: “Terminé muy cansado con esta película”

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En medio del estreno de su última propuesta audiovisual en la pantalla grande, el realizador habló con La Nación sobre los entretelones del film basado en situaciones límites que vivió en dictadura.

“Me describo como marginal, me encanta, me acostumbré a ser nadie en Paris”, cuenta el cineasta chileno Gonzalo Justiniano, a quien le incomoda un poco hablar de él y prefiere centrar la entrevista que dio a La Nación en su reciente estreno, “Cabros de Mierda”, y que inevitablemente lo lleva a la historia que en carne propia vivió cuando era corresponsal para la televisión francesa en algunos pasajes históricos del régimen militar. La cinta que transcurre en la población La Victoria en 1983, relata la historia de Gladys, una joven y atractiva madre de 32 años, apodada “La Francesita”, quien con su carácter y valentía vive el día a día en un barrio marginal de Santiago, en el Chile de Pinochet, donde se involucra con el misionero estadounidense Samuel Thompson, de 23 años, quien la ayuda en la lucha soterrada contra el sistema y se involucra con ella sentimentalmente. Es precisamente este joven el que registrará con su cámara cómo la comunidad intenta sobrevivir en una situación de “normal anormalidad”, entre ollas comunes, niños sin padres y las primeras grandes protestas, imágenes reales que fueron captadas por el realizador en ese entonces y que rescatadas por el Museo de la Memoria, le impactaron tanto como para crear el guión que refleja todo lo que vivió en ese entonces. ¿Por qué el nombre de la película? -La idea es que es un concepto que va más allá de lo que significan las palabras, porque de hecho en nuestra vida cotidiana nos han tratado de ‘cabros de mierda’ con cariño y para retarnos también. Entonces, mi idea con esta película es abarcar toda una generación que heredó toda una situación política y quizá darse cuenta que la sociedad chilena es como todas, imperfecta y que pasan cosas muy graves, y si uno ve con distancia, de repente hay gente que por una pequeñez, en algunos casos, rompieron la armonía que debe haber en una sociedad. Entonces, mi imagen es en un barrio donde hay una señora que reta a todos los chiquillos y que algunos le salieron malos, crueles. ¿Cuánto tiene de ti este relato? -La historia es la que me tocó vivir, fue bien dura y trágica, llena de errores garrafales y criminales que llevaron a que la sociedad chilena se convirtiera en una sociedad llena de bestias, mucho más de lo que suponíamos en su momento. Quise hacer una película sobre mi vida, en que viví ciertos momentos, situaciones en el barrio popular donde la gente luchaba a favor de la democracia y en un contexto y punto. Es normal. Por qué me piden explicaciones y qué explicaciones tengo que dar si quiero contarlo. ¿En ese sentido el film tiene una lectura soterrada de esa bestialidad? -Sí, porque para los medios de afuera y la gente en otros países era insoportable, solamente era entendible para la gente que quedó dentro de esta selva, porque ninguno de estos caballeros podía salir al exterior y explicar lo inexplicable. “TRAUMA CON LA MEMORIA” ¿Qué sentiste cuando viste las imágenes que captaste y que están el Museo de la Memoria? -Al visionar ese material 30 años después me di cuenta de quién había sido yo, que estuve en esa época, que había filmado, que me había metido en ciertas cosas, incluso sin tener una carga valórica respecto a si actué bien o mal, sino que es mi vida, no tengo otra. Y esos elementos estaban dentro de un contexto que es mayor y es el proceso traumático que vivió la sociedad chilena y que está reflejado un poco en el Vladi (el niño Elías Collao, que se roba la película con muy buena crítica). ¿Dónde está Justiniano en esa película, sólo detrás de las imágenes? -Era una persona que andaba paseándose por distintos circuitos, que vivió mucho tiempo fuera y que vuelve y se reencuentra con un país cambiado y me dieron ganas de contar lo que había sentido y reflejar una parte de mi generación, ciertos elementos, en un país donde se estigmatiza la memoria. En vez de invitar a la gente a recordar, hay algunos que tienen un trauma con la memoria y es grotesca la campaña que existe de robotizar a la gente, cuando la memoria es algo maravilloso que tiene la gente, que tienen las sociedades. ¿Cómo aprecias el rol de la sociedad chilena en torno al rescate de la memoria? -Hay algunos, no todos, que dicen que la gente no quiere tener memoria y que se sienten representantes de ella. Aquí hay cierta gente que tiene problemas con la memoria, grupos económicos, grupos políticos que tienen un trauma con ella y quieren taparla para que no les salpique, pero hay otra gente a la que sí le interesa, es cosa de ver Machuca (de Andrés Wood), cuántos espectadores tuvo, o los programas de televisión, aunque tampoco hay que quedarse pegado. ¿Cómo se balancea el rescatar la memoria y seguir adelante como país? -Es que tienes una mezcla, es como tu vida, cómo tú rescatas lo que te pasó de adolescente, los amores, las frustraciones, los traumas, los accidentes que tuviste, no es que tú digas para delante no más y que para atrás no pasó nada. Es raro eso porque en otros países de Europa o en Estados Unidos se vive normalmente, en cambio acá es una cosa comercial, infantil, de decir: ‘no, es que ya se hizo algo con la dictadura’, ¡pero si en la dictadura pasaron miles de cosas! No hay que dejar que te encasillen, todos sabemos que ahora existen modelos de las comunicaciones, de control mental, que dicen no soy robots. “NO ME DABA CUENTA DE LO QUE ESTABA VIVIENDO” Justiniano cuenta que su paso por el Chile de ese entonces fue intermitente, porque la primera vez estuvo 5 días, después se fue, volvió más tarde y estuvo dos meses y en su última estada alcanzó los tres meses, tiempo en que aprovechó de grabar un documental sobre cómo se organizaba una jornada de protesta en una población, oportunidad en la que los sacerdotes André Jarlán y Pierre Dobois, y otras personas le prestaron ayuda. ¿Cómo fue grabar en esa época? –Lo que pasa es que uno se exponía bastante, porque te veían estos caballeros (militares o agentes encubiertos). Yo estaba en una casa y de repente venía la vecina y te decía: ‘¡cuidado!’, porque venían siempre unos tipos a limpiar la vereda. Como éramos jóvenes, pensábamos que podían ser una célula del Frente Patriótico y te decían que en la carretilla, donde supuestamente llevaban la basura, tenían fierros, o sea, armas. Una vez nos pasó el aviso una persona que trabajaba en sonido que su hermano, que era detective, le había dicho: ‘Huevón, qué estay haciendo con esta gente, si les tenemos fotos, conversaciones de cuando se juntaban en una casa en El Bosque’. Si era un estado paranoico, estos huevones controlaban todo y a eso estaban acostumbrados los chilenos. ¿Cuáles fueron los momentos más tensos? -Cuando llegué a las 08:00 de la mañana a la población y mi guía fue Jarlán que me llevó a la casa y le pregunté ‘cómo venía la mano’ y me dijo: ‘ya mataron a un niño con una bala loca y fuimos a entrevistar a la mamá y estuve todo el día con él, porque la población estaba tomada, entrabas y ahí te quedabas y para salir había momentos en que te decían: ‘ya, el que quiera salir tiene que hacerlo ahora’. Bueno, y mataron a André Jarlán ese día a las siete de la tarde. Yo salí de su casa porque guardaba mis cintas y mi equipo en las casas de él y Dubois, y nos fuimos al hotel Carrera. A mí ya me tenían fichado, me habían visitado en la casa pero no me agarraban. ¿Qué hiciste entonces? -Tenía que irme el 4 o 5 de septiembre pero mataron al cura y me tuve que quedar un día y medio más. Como pasó esto hubo un escándalo en Francia y me dijeron que preparara el material en una casa en Bellavista, ni mi mujer de la época sabía de eso, y estaba terminando de revisar el material cuando una secretaria me dice: ‘Gonzalo, te buscan’, y yo dije que pasaran. Me pegaron y me exigieron que les entregara el material, querían requisar todo del día de grabación. Me amedrentaron porque alguien dijo que lo habíamos filmado cuando disparaban y me violentaron. Cuando me tenían al borde de una baranda para tirarme, me dio susto porque estos huevones son locos, entonces les dije, llévense el material. Añade que tenía una cinta de dos horas guardada como respaldo y que estaba en un morral hipposo colombiano que los agentes no se llevaron. “Me iban a subir a un auto y yo no quería, por suerte llegó gente de la Vicaría y la embajada de Francia justo cuando estábamos discutiendo y les dijeron: ‘a este huevón no lo tocan y me fui de ahí, alojé dos noches en casas distintas y de ahí me fui. Pero eso no tiene nada que ver en comparación con lo que vivió la otra gente”, subraya. Cuando viste de nuevo el material, ¿qué te produjo? -Que había un gallo que era yo metido en ese mundo loco, y que quizás sería interesante, a partir de eso, rescatarlo como cuando te juntas un día domingo con tu familia a ver fotos que tomaste hace 25 años, las ves cinco minutos y se te armó toda esa época. Me dije, hay que hacer algo en un país que estigmatiza la memoria, que hay cierta gente que está traumada y no quiere rescatarla, que nuestra generación tiene que sacar sus cosas, porque hay hechos importantes que mostrar más que dar un discurso, mostrar que hay transformaciones bestiales de las personas y las sociedades que no se pueden permitir y que no las podemos negar. Aceptar que alguien diga: ‘es que yo no sabía’. ¿Qué es esa huevá? Está bien que nos metan el dedo en la boca una vez, pero no que sigan para adelante y no quieran que recuerdes. “TENGO CAPAS” ¿Le tienes un cariño especial a esta película en particular? -Sí, sí, por esta etapa de memorión. Es que está muy cerca y fue bastante desgaste emocional. Hay muchas cosas que me emocionan todavía, cuando filmamos y cuando veo las escenas, va más allá de mi capa protectora o de que ya estoy aburrido de verla muchas veces. ¿Eres un hombre sensible? -Yo creo, soy sensible, soy inestable emocionalmente (ríe). Sí, tengo capas, confieso que he vivido, he amado, he sufrido, es jodida la vida. Me voy a dedicar a hacer entrevistas (bromea). ¿Cómo nutres tu creatividad? -Encontrándome con mí mismo. Me voy a la playa, ¡no es que esté loco!, pero digo: ‘me voy a sacar a pasear’, porque para salir me da lata. Puta que lata ir al mar, trotar, caminar, qué lata. Y me digo: ‘ya, sal huevón, sal, sal’. Y ahí estay en silencio para escucharte, que no haya tanto estímulo, si no te distraes. Me motiva la extrañeza del ser y lo que le rodea, eso me motiva. Casi todas mis películas nacen de ideas mías, menos “Lokas” que fue junto con (el actor) Rodrigo Bastidas. Los seres humanos somos un misterio, lo que pasa es que no estamos acostumbrados a mirarnos al espejo todos los días, porque somos más raros que la cresta. OTRO NIVEL MENTAL ¿Te gusta la vida en Chile hoy día? -Es ambiguo. Hay una parte oficial que me aburre y me deprime y la televisión no es muy motivante. Pero hay que aceptarla, como a algunos les gusta el Mc Donald’s hay otros que son veganos. ¿Cómo analizas la televisión actual? -Creo que uno de los errores y de las deudas que tiene la sociedad chilena es estar involucrado, porque a mí me tocó vivir en Francia y es impresionante cuando voy para allá, es otro nivel mental. Y aquí están discutiendo cualquier huevá, estos programas, está bien que existan si a la gente le gusta, pero tiene que haber otra cosa. En la televisión se debería invertir más dinero que en educación, me lo dijo René Cortázar, sobre todo porque los niños están cuatro horas promedio frente al televisor y en el colegio seis horas, pero tiene que haber una evolución de las personas a ese nivel. Es un chiste, el directorio de TVN elegido por cuoteo político para ver cuántos minutos iban a tener cada uno en el noticiero para protegerse, ¡qué saben esos huevones de televisión! y la sociedad civil qué hace, nada, y los periodistas tienen que quedarse callados porque si no, chao. Es complicado. ¿Este estancamiento se debe a los intereses políticos, o de los grupos económicos? -Yo partiría con los intereses económicos que compran los intereses políticos, de buena manera puede ser, pero otros abiertamente y grotescamente tienen dinero para tener gente inteligente, centros de estudio para tener el control y que nadie tenga la libertad de decir lo que piensa. Un político me dijo que aprendió que en los puestos públicos mientras menos hagas mejor, nadie se juega por nada porque ‘si la cagas te cagan’, y si le achuntas dirán que es idea de otro y es verdad. Y en la parte cultural, ¿cómo está Chile? -Este país no está tan mal, hay núcleos de arte, muchos centros de teatro que no hay que cargarles la mano, tiene que haber una coherencia económica para sobrevivir y vivir bien, pero que no esté empujado a tener una rentabilidad, si eso es así, es letal. Hay que tener desarrollo económico, pero con equilibrio, es complicado y los periodistas juegan un rol importante de tratar de apoyar a gente muy buena onda que hay en todas las capas de la sociedad y no estar con la tesis que todo es negociado. PROYECTOS EN CARPETA ¿Cómo quedaste tras la película? -Terminé muy cansado con esta película, fue complicadísimo. Dije ya, parece que me convencieron, no hago ni una ‘huevá más’, pero creo que no soporto una semana sin una idea. Fue complicado en el sentido de producir la película, con poco dinero, teníamos un apoyo importantísimo de Canadá y que se nos cayó. Es fuerte, yo tengo una gran admiración por los colegas porque es muy difícil creer en una idea cuando puede ser una tontera o una lata. Entonces, es mucho trabajo sacar una película. Me da risa porque tengo hermanos, primos que hablan como si uno no trabajara, cuando creamos la idea, buscamos el financiamiento, somos empresarios, salimos a vender la película. No se trata de comparar, pero que no te digan que no haces nada o que tu pega es más fácil. Finalmente, Gonzalo Justiniano se declara “muy contento con lo que he hecho en la vida” y como siempre está motivado, adelantó a La Nación que tiene varios proyectos en carpeta, como hacer una serie de cuatro capítulos con el material de “Cabros de Mierda”. Otra iniciativa que le consume su tiempo es “El Fotógrafo de Dios”, adaptación de una novela de Marcelo Simonetti, que narra la vida del fotógrafo chileno Sergio y que le gustaría que se diera en televisión. Asimismo prepara una cinta en torno a la cueca brava y que a partir de este baile cuenta parte de la historia de Chile, específicamente la evolución de la mujer que parte de la China, la mujer provocadora de este baile, con un carácter más sensual, con un guión que también repasa la Reforma Agraria. “Eso a través de la cueca como que fuera una droga, es decir, el rito de la seducción y mostrar que cuando te gusta la música te vuelves loco, la gente que tiene esa relación con la música es un vicio. Es maravillosa esa mezcla y poder ponerla en personas que se sienten atraídas en un contexto social complicado, con lucha de clases”. https://lanacion.cl/2017/08/21/justiniano-estrena-cabros-de-mierda-el-chile-de-la-dictadura-a-partir-de-la-emocion/
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