- Por Edgardo Riveros y Hugo Llanos, académicos U. Central
El gobierno del Presidente Trump al trasladar dicha sede diplomática desde Tel Aviv a Jerusalén ha cumplido con un anuncio de campaña, coincidente con los postulados de sus más recalcitrantes partidarios, pero se aparta de los consensos logrados por la comunidad internacional, considerando en él a los países aliados de Estados Unidos, como son influyentes miembros de la Unión Europea, en especial Alemania, Francia y Gran Bretaña y también de otras regiones del mundo.
También se aparta de resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que no valida la anexión de la parte Este de Jerusalén causada en la guerra de 1967. De ello surge lo contrario al derecho internacional, inadecuado e inoportuno de establecer la sede diplomática en aquellos territorios conquistados por la fuerza.
Es grave para la búsqueda de una solución pacífica que con esta actitud una de las Partes en el conflicto, Palestina, vea al gobierno de Estados Unidos como un interlocutor no válido para el encuentro entre Israelíes y palestinos. Esto es complejo no sólo para Estados Unidos, sino para el esfuerzo convergente de los actores internacionales que desean superar, bajo el compromiso de dos Estados con fronteras seguras, la conflictividad permanente en la región. Es más, la medida adoptada puede acrecentar la situación de tensión.
El gobierno de Trump en una semana ha implementado unilateralmente dos medidas que no se orientan al objetivo de contribuir a los esfuerzos de paz y seguridad internacionales y los ha efectuado contraviniendo la posición de sus aliados. En efecto, a lo del cambio de sede de la embajada en Israel se agrega el retiro del acuerdo nuclear con Irán.
- Por Edgardo Riveros y Hugo Llanos, académicos U. Central