Marcela Aranda Escobar, teóloga e ingeniera de la Universidad Católica, entregó sus primeras declaraciones públicas, tras conocerse su denuncia en contra del fallecido sacerdote jesuita Renato Poblete, a quien acusa de abusos sexuales.
En entrevista dada a El Mercurio, la profesional de 53 años manifestó que “me siento sobreviviendo con gran esfuerzo, mucha ayuda especializada y el cariño de mis amigos por abusos horrorosos”.
Renato Poblete murió el 18 de febrero de 2010, a los 85 años.
La víctima, que presentó la denuncia a la Comisión de Escucha que encargó el obispo Charles Scicluna, no dio detalles de los abusos que sufrió, hasta que sea llamada entregar su testimonio frente al investigador canónico.
“Cuando uno hace una denuncia de la envergadura de la que he hecho y del personaje (que se trata), me siento con la responsabilidad de decir que fui yo quien hizo esa denuncia, que la gente perciba la devastación que hay en quien ha sufrido estos abusos, con nombre y rostro concreto. Que vean las huellas del dolor”, aclaró la mujer.
“Lo mío, me ha dicho la sicóloga, ha sido una disociación, para sobrevivir, olvidé completamente el período en que fui terriblemente abusada. Mis amigos me dicen que nunca hablé de ese período de mi vida. Inconscientemente borré todo recuerdo, como si esos años nunca hubieran existido, fue una disociación, no una pérdida de memoria”, explica.
La denunciante sostuvo que “el abuso te va destruyendo golpe a golpe, va pulverizando todos los niveles de la vida. Sufrí una destrucción afectiva, de mis emociones, de mis relaciones amorosas, de amistad. Mi vida académica, si bien fue un refugio muy importante, una de mis tablas de salvación, me costó una enormidad concentrarme para sacar adelante mi carrera de Ingeniería Mecánica y mi magíster en Teología”.
Marcela Aranda aseguró que los abusos que sufrió destruyeron su vida afectiva y añadió que “nunca pude armar una relación con nadie. Mi capacidad de entablar relaciones personales, de sentir cariño y de sentirse querido quedó totalmente destruida. Edifiqué un muro para defenderme del mundo exterior, pero no solo quedó lo malo fuera, también lo bueno”.
Informó que conoció a Renato Poblete cuando tenía 19 o 20 años. “En esa época tenía mucha inquietud de ayuda social y me acerqué al Hogar de Cristo para ser voluntaria, entusiasta, idealista, me movía mucho el pensamiento del Padre Hurtado”, relató.
“Me sentí muy honrada cuando aceptó recibirme, era una persona muy conocida. Fui muy confiada a ese primer encuentro, recuerdo que me dio un gran abrazo y me pidió que le relatara mi vida. En algún momento me dijo: ‘De ahora en adelante, yo seré tu padre y te daré todo el cariño que necesitas’. Fue muy emocionante y me dejó completamente abierta a lo que vino después. Nunca pensé que un deseo y una búsqueda tan noble terminaría en un abuso tan horrible”, agregó.
Narró que los abusos se sucedieron hasta que cumplió 27 años. “El abusador es una persona muy astuta, con un manejo impresionante de la sicología humana, pero para la maldad. Tienen la capacidad de percibir dónde está tu fragilidad, por ahí entran y uno no tiene herramientas para defenderse del abuso”, aseveró.
“A medida que van transcurriendo los hechos de abuso, uno va quedando completamente atrapado, comienza a perder la noción de lo que está bien y lo que está mal, pierde la voluntad, la libertad. Uno se transforma en un esclavo de la voluntad del otro”, explicó.
La teóloga declaró que “me anima buscar verdad y justicia, soy parte de la Iglesia y responsable por ella también. Soy profesora de Teología y sigo siendo católica con todas las dudas que me han invadido, las faltas de confianza, la rabia”.
“Obviamente que estos hechos me cuestionan mucho la fe y la confianza… el abuso no destruye una parte de uno, te destruye entero, incluida la fe. Quería que fuera la Iglesia a la que pertenezco la que primero acogiera mi denuncia y tuviera la oportunidad de investigar, transparentar y sancionar estos terribles abusos de que fui objeto”, aclaró.
Argumentó que “aquí no se trata de enjuiciar a un muerto, aquí se trata de que la Compañía de Jesús tiene la oportunidad de revisar qué pasó para que alguien sufriera el abuso que yo sufrí por tantos años y nadie hiciera nada, como si nadie hubiera visto ni oído nada”.
En entrevista dada a El Mercurio, la profesional de 53 años manifestó que “me siento sobreviviendo con gran esfuerzo, mucha ayuda especializada y el cariño de mis amigos por abusos horrorosos”.
Renato Poblete murió el 18 de febrero de 2010, a los 85 años.
La víctima, que presentó la denuncia a la Comisión de Escucha que encargó el obispo Charles Scicluna, no dio detalles de los abusos que sufrió, hasta que sea llamada entregar su testimonio frente al investigador canónico.
“Cuando uno hace una denuncia de la envergadura de la que he hecho y del personaje (que se trata), me siento con la responsabilidad de decir que fui yo quien hizo esa denuncia, que la gente perciba la devastación que hay en quien ha sufrido estos abusos, con nombre y rostro concreto. Que vean las huellas del dolor”, aclaró la mujer.
“Lo mío, me ha dicho la sicóloga, ha sido una disociación, para sobrevivir, olvidé completamente el período en que fui terriblemente abusada. Mis amigos me dicen que nunca hablé de ese período de mi vida. Inconscientemente borré todo recuerdo, como si esos años nunca hubieran existido, fue una disociación, no una pérdida de memoria”, explica.
La denunciante sostuvo que “el abuso te va destruyendo golpe a golpe, va pulverizando todos los niveles de la vida. Sufrí una destrucción afectiva, de mis emociones, de mis relaciones amorosas, de amistad. Mi vida académica, si bien fue un refugio muy importante, una de mis tablas de salvación, me costó una enormidad concentrarme para sacar adelante mi carrera de Ingeniería Mecánica y mi magíster en Teología”.
Marcela Aranda aseguró que los abusos que sufrió destruyeron su vida afectiva y añadió que “nunca pude armar una relación con nadie. Mi capacidad de entablar relaciones personales, de sentir cariño y de sentirse querido quedó totalmente destruida. Edifiqué un muro para defenderme del mundo exterior, pero no solo quedó lo malo fuera, también lo bueno”.
Informó que conoció a Renato Poblete cuando tenía 19 o 20 años. “En esa época tenía mucha inquietud de ayuda social y me acerqué al Hogar de Cristo para ser voluntaria, entusiasta, idealista, me movía mucho el pensamiento del Padre Hurtado”, relató.
“Me sentí muy honrada cuando aceptó recibirme, era una persona muy conocida. Fui muy confiada a ese primer encuentro, recuerdo que me dio un gran abrazo y me pidió que le relatara mi vida. En algún momento me dijo: ‘De ahora en adelante, yo seré tu padre y te daré todo el cariño que necesitas’. Fue muy emocionante y me dejó completamente abierta a lo que vino después. Nunca pensé que un deseo y una búsqueda tan noble terminaría en un abuso tan horrible”, agregó.
Narró que los abusos se sucedieron hasta que cumplió 27 años. “El abusador es una persona muy astuta, con un manejo impresionante de la sicología humana, pero para la maldad. Tienen la capacidad de percibir dónde está tu fragilidad, por ahí entran y uno no tiene herramientas para defenderse del abuso”, aseveró.
“A medida que van transcurriendo los hechos de abuso, uno va quedando completamente atrapado, comienza a perder la noción de lo que está bien y lo que está mal, pierde la voluntad, la libertad. Uno se transforma en un esclavo de la voluntad del otro”, explicó.
La teóloga declaró que “me anima buscar verdad y justicia, soy parte de la Iglesia y responsable por ella también. Soy profesora de Teología y sigo siendo católica con todas las dudas que me han invadido, las faltas de confianza, la rabia”.
“Obviamente que estos hechos me cuestionan mucho la fe y la confianza… el abuso no destruye una parte de uno, te destruye entero, incluida la fe. Quería que fuera la Iglesia a la que pertenezco la que primero acogiera mi denuncia y tuviera la oportunidad de investigar, transparentar y sancionar estos terribles abusos de que fui objeto”, aclaró.
Argumentó que “aquí no se trata de enjuiciar a un muerto, aquí se trata de que la Compañía de Jesús tiene la oportunidad de revisar qué pasó para que alguien sufriera el abuso que yo sufrí por tantos años y nadie hiciera nada, como si nadie hubiera visto ni oído nada”.