Las autoridades sauditas admitieron el sábado lo que todo el mundo se temía desde la desaparición, el 2 de octubre, de Jamal Khashoggi: que el periodista saudita, crítico con el poder del reino y exiliado en Estados Unidos, murió en el interior del consulado de su país en Estambul, donde había acudido a realizar un trámite.
Hasta entonces, habían mantenido que Khashoggi salió vivo del consulado.
“Las conversaciones que tuvieron lugar entre él y las personas que lo recibieron en el consulado saudita en Estambul dieron lugar a una reyerta y a una pelea a puñetazos con el ciudadano Jamal Khashoggi, lo que provocó su muerte”, dijo el fiscal general saudita, Saud al Mojeb, según la agencia oficial SPA. No precisó el paradero de su cuerpo.
El ministerio saudita de Información afirmó que las personas que interrogaron a Khashoggi, quien tenía 59 años, habían intentado “ocultar lo que pasó”, sin dar más detalles.
Pero estas explicaciones no son suficientes para todos los países que se mostraron preocupados con el destino del periodista. De acuerdo con responsables turcos, Khashoggi fue torturado y salvajemente asesinado por agentes sauditas que viajaron con ese fin desde Riad.
Y según periódicos turcos, el cuerpo del periodista, colaborador con The Washington Post, habría sido desmembrado.
CHIVOS EXPIATORIOS
El número dos de la Inteligencia saudita, Ahmad al Asiri, y un importante consejero de la corte real, Saud al Qahtani, ambos cercanos colaboradores del príncipe heredero, fueron destituidos, anunció Riad. Además, se arrestó a 18 sospechosos, todos sauditas.Para algunos analistas occidentales, estas destituciones y detenciones son una forma de señalar chivos expiatorios y de mantener al margen del caso al príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, considerado el hombre fuerte del reino y para quien Khashoggi era un “enemigo”.
Para Canadá, las explicaciones de Riad sobre este caso “carecen de consistencia y credibilidad”, en tanto que Alemania las consideró “insuficientes” y Reino Unido señaló que “no son creíbles”. Francia declaró que “quedan varias preguntas sin respuesta”, y la Unión Europea solicitó una “investigación completa, creíble y transparente”.
El Presidente estadounidense, Donald Trump, aliado de los sauditas, dijo en un principio que las explicaciones eran creíbles, pero luego consideró que eran demasiado escasas.
“Fue un gran primer paso”, pero “quiero obtener la respuesta”, dijo el Mandatario norteamericano sin aclarar qué tipo de “respuesta” esperaba.
Y volvió a rechazar la posibilidad de suspender los enormes contratos, principalmente militares, con Arabia Saudita, señalando que generan cientos de miles de empleos en Estados Unidos.
“RENDIRÁN CUENTAS”
Los principales aliados de Riad en la región –Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Egipto, Jordania, Omán y la Autoridad Palestina- saludaron los anuncios sauditas.La prensa gubernamental del reino celebraba este domingo las decisiones y medidas adoptadas por las autoridades sauditas. “La justicia continúa”, los responsables “rendirán cuentas”, titulaba el diario Okaz. “El reino de la justicia y la firmeza”, calificaba en la tapa Al Riyadh.
Entretanto, los investigadores turcos continúan sus investigaciones rastrillando un gran bosque cercano a Estambul. Ankara afirmó estar dispuesta a revelar “lo que sea que ocurrió”, sin precisar cuándo.
Las organizaciones de defensa de los derechos humanos seguían movilizadas. Amnistía Internacional (AI) dijo que las conclusiones sauditas no son “dignas de confianza” y pidió una investigación independiente; en tanto Reporteros Sin Fronteras (RSF) llamó a mantener la “presión” sobre Riad.
Además de la crisis de credibilidad, el escándalo internacional provocado por la desaparición de Khashoggi alimentó las especulaciones de que el príncipe heredero podría ser apartado del poder por miembros de la familia real irritados con sus “abusos”.
Pero, entre los decretos del sábado, su padre, el rey Salmán, anunció la formación de una comisión ministerial dirigida por Mohamed bin Salmán para reorganizar los servicios de inteligencia, mostrando así su intención de mantenerlo como heredero.
Para Michael Stephens, experto del Royal United Services Institute, esta crisis es uno de los momentos más “sísmicos en Oriente Medio desde la Primavera Árabe”, en 2011.