“¿Qué futuro le espera a la reserva?” de Kouré y sus famosas jirafas, pregunta Aicha Idé, de la aldea de Kanaré, en el sur de Níger, un mes después de que presuntos yihadistas asesinaran a ocho personas, entre ellas seis cooperantes franceses.
“Estamos profundamente tristes por la muerte de nuestro colega y de los siete trabajadores de Acted, todos somos hermanos porque vivimos gracias a las jirafas”, explica a la AFP Ousseini Idrissa, uno de los 11 guías que se han quedado sin trabajo.
“Si los blancos ya no vienen a ver a las jirafas, nuestras familias también sufrirán porque las jirafas son nuestro único medio de subsistencia”, dice Ousseini, con un cigarrillo entre los dedos. Viste el uniforme verde de los guías.
Unos hombres armados que circulaban en motocicletas asesinaron a los jóvenes cooperantes franceses (dos hombres y cuatro mujeres) junto con su chófer y su guía nigerinos cuando visitaban la reserva de jirafas de Kouré, 60 km al sureste de la capital, Niamey, donde estaban radicados.
Después del ataque, el gobierno nigerino cerró la reserva y Francia colocó el lugar en “zona roja”, al igual que el resto del país, con la excepción de la capital.
Níger, un país muy pobre, sufre ataques yihadistas que han dejado cientos de muertos.
PARÓN EN PROYECTOS HUMANITARIOS
En este contexto de inseguridad, las jirafas peralta eran una de las pocas atracciones para los habitantes expatriados de Niamey.
Atravesada por la carretera nacional, la reserva es una zona semidesértica con arbustos que crecen en terreno pedregoso bajo un cielo de nubarrones en esta época de lluvias.
Las jirafas vivían en un remanso de paz. Los campesinos las trataban con indulgencia, incluso cuando destruían las escasas cosechas de cereales.
En 1996 había 50 y en 2019, 664, según cifras del ministerio de Medio Ambiente.
Para incitar a la población a protegerlas aún más, europeos, estadounidenses, turcos y varias oenegés internacionales financian proyectos comunitarios.
“Si la medida de cierre continúa, esto supone el cese de todas las actividades en la reserva, incluidos los proyectos de desarrollo financiados en beneficio de los lugareños y que valen millones”, advierte Omer Dovi, miembro de la Asociación de Salvaguardia de las Jirafas de Níger (ASGN).
Con estos proyectos varias aldeas han obtenido pozos de agua potable, dispensarios, escuelas, molinos de granos, semillas y fertilizantes.
“Este pozo de agua potable que ves está financiado por una oenegé para la protección de las jirafas, si la reserva ya no funciona, vamos a salir perdiendo mucho”, explica Aissa Issa, junto a otros habitantes del pueblo que han venido para recoger agua.
Las mujeres reciben préstamos sin intereses para montar pequeñas empresas.
AUTODEFENSA
Sani Ayouba, de la oenegé Jóvenes Voluntarios por el Medio Ambiente (JVE) teme que “el impacto” del ataque suponga “el final de todas las actividades que contribuyen a mantener a las jirafas en esta reserva”.
“Hay que equipar más a los guardabosques y considerar la formación de ‘rangers’ como hacen parques de otros países”, propone.
Los guías quieren la presencia de militares y que se garantice la seguridad de la zona.
“No hay milagro para hacer que los blancos vuelvan: basta con imponer medidas de seguridad drásticas en todo el lugar”, zanja Ousseini Idrissa, quien se declara incluso dispuesto a combatir.
“También tenemos que aprender a usar un arma para la autodefensa”, dice.
Durante una visita al lugar, el primer ministro Brigi Rafini prometió “más seguridad” y “emprender todas las acciones que puedan devolver esperanza en Kouré”. No ha especificado las medidas.
“¡El gobierno debe establecer una base militar aquí inmediatamente!”, grita Ramatou Issa, una vendedora de frutas cerca de un puesto de control a la entrada de la reserva. “Si dejan de lado la zona, se convertirá en un refugio de bandidos”, predice.
Desde el ataque, patrullas militares recorren la reserva de más de 116.000 hectáreas, ha constatado un periodista de la AFP.
“Explicamos a los habitantes que la seguridad es ahora una prioridad y que deben denunciar a cualquier individuo o movimiento sospechoso”, afirma el comandante Lamine Saïdou, jefe de la reserva.
Una fuente de seguridad declaró a la AFP que la reserva “reabrirá” cuando la investigación sobre el ataque “se haya terminado” y los visitantes “podrán contar con escoltas de seguridad”.
La inseguridad y la falta de recursos también pueden influir en la supervivencia de las jirafas.
“Hay que hacer cuanto se pueda para mantener a las jirafas en Kouré, si migran permanentemente a zonas de conflicto, la especie peralta se extinguirá”, advierte un experto que pide mantener el anonimato.
Omer Dovi teme el desarrollo de la caza furtiva. “Si los residentes ya no se benefician de la presencia de jirafas -dice- entonces atacarán a una jirafa, luego a dos, luego a tres…”.