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Felipe Ruiz: Debate sobre la distribución de la riqueza se asocia con algo irracional y populista

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La “Panorámica del trabajo en el Chile neoliberal”, cómo su título indica, pone el foco sobre un tema evidente y serio en el que pocas autoridades se detienen más allá de la demagogia. El compilado de artículos de un grupo de estudiantes de sociología de la Universidad de Chile, agrupados en el Grupo de Estudios Interdisciplinarios del Trabajo (GEIT), profundiza sobre el trabajo como una categoría central de las Ciencias Sociales, desde su relevancia política, cotidiana y científica a través de 7 capítulos urgentes.

Los temas revisados indagan en la transformación de la idea del trabajo desde la implementación del modelo neoliberal en dictadura y sus consecuencias en la estructura ocupacional nacional, la subcontratación, la organización colectiva y la estabilidad laboral de los trabajadores del sector informal, entre otros.

El inquieto grupo de pregrado, que edita también la revista “La Maquila”, se hace cargo de esta reflexión y diagnóstico en el texto editado por Felipe Ruiz, quien sostiene que “a un nivel académico, social y estatal, el tema del trabajo está súper relegado. Se le da una índole más macroeconómica y de indicadores estadísticos o políticos más que a sus asuntos cotidianos o la incidencia de los trabajadores en la conducción del país, algo que hasta antes de los 80 era parte de ese cotidiano”.

“Creemos que la desigualdad a nivel país y el tema de la despolitización sobre esta discusión u otras que se observan en la opinión pública, tienen que ver con haber dejado de lado al actor laboral, haberse despojado de un interés en su forma de vivir la vida o ser parte de las decisiones relevantes”, agrega sobre otras falencias como la permanente precarización laboral o la atomización de la representación sindical que antiguamente estaban integradas al ADN de la clase obrera.

“Hay una apuesta similar hoy, pero cosas que han cambiado profundamente en ese sentido. La economía se encuentra muy tercerizada y ese cambio es algo que ha entrado fuerte y se ha institucionalizado como la flexibilidad laboral. Una de las lecturas que hacemos es que desde hace mucho tiempo el trabajo capitalista existe en la forma de la subcontratación lo que genera una lucha constante por los salarios. Pero desde los 80 se origina en dictadura un código laboral que hemos heredado y al que se suman muchas cuestiones negativas para el mundo del trabajo y que se vuelven ley o incluso sentido común”, advierte Ruiz.

El editor de “Panorámica del trabajo en el Chile neoliberal” cree que esta fragmentación se da a un nivel de los recursos materiales, pero también dentro de la formación de la acción colectiva. Algo que hemos venido viendo desde el fraccionamiento de la Central Unitaria de Trabajadores como un problema en el que no se logra dotar de una articulación nacional al movimiento de trabajadores.

“Se ha sintetizado la legislación laboral actual y lo que se produce desde los años 80 a la fecha genera un escenario difícil para el actor sindical. Es un tema político que entrama el sindicalismo incluso con la última Reforma Laboral. Detrás de las grandes cifras de crecimiento que se publican, existe mucha precariedad, mucho “emprendimiento” que tiene como contracara a familias que intentan subsistir por sí mismas en condiciones azarosas y limitadas”, explica Ruiz sobre un asalariado flexible que debería históricamente hacerse cargo de responsabilidades sindicales, pero amoldándose a ritmos económicos sofocantes.

Si algo caracteriza al trabajador precarizado chileno, cree Ruiz, es esta doble condición de país con ínfulas OCDE y extensas horas de trabajo por sobre las 8 horas regulares, remuneraciones a la baja, una constante presión psicológica por hacerse cargo delos riesgos y responsabilidades de la empresa y la mencionada dispersión organizacional sindical. “Lo cotidiano se vuelve una cosa de sobrevivencia y negociar cualquier demanda o derecho, es un terreno bastante árido”, define.

-¿Esta transformación brutal de la idea de trabajo una vez implementado el modelo neoliberal en dictadura, mantiene algún hito relevante a un nivel psicológico o ambiental? -Creo que hay que rescatar diagnósticos que se hicieron desde las ciencias sociales apenas iniciada la dictadura por personas como Enzo Faletto Verné, Julieta Kirkwood y Rodrigo Baño. Intelectuales que fueron muy certeros al identificar cómo los valores fueron hegemonizados y conducidos desde los intereses empresariales. Uno lo observa hoy en día en ésta ideología del emprendimiento que “hay que apoyar por que la meta última es el crecimiento económico del país”, te dicen.Cuando el debate político acerca de la distribución de la riqueza se asocia con algo irracional y de corte populista, algo que deja al actor laboral –que es gran parte de la sociedad- postergado y reproduciendo opiniones del grupo dominante.

Por otro lado, el tema laboral ha sido abandonado como tema de estudio en la academia y proyectos de educación. En carreras como sicología, por ejemplo, el interés se ha cooptado por temas organizacionales sobre cómo ordenamos a la fuerza de trabajo o cómo hacemos más felices a los trabajadores para que “no reclamen tanto”, por ejemplo.

-Esta idea arraigada sobre cómo el modelo neoliberal implementado por Pinochet se profundiza en dictadura, ¿cómo explica la subversión por parte de referentes socialistas y de izquierda que participaron de este cambio? -Esta “vuelta de chaqueta”, dices tú. Bueno, el transformismo existe desde el día uno de la democracia. Y es bastante ilustrativo observar quienes estaban inmersos en estos procesos y en la confrontación con los actores tecnocráticos y políticos. Esto lo decían también investigadores antiguos como Faletto, que reconoce a quienes son fundamentalmente los que se reconvirtieron desde sectores medios desde los años 60 como apuntadores de un progreso nacional que beneficiara al Estado. Ya desde los 80, esta clase media pasa a ocupar nuevos cargos de decisión en las privatizaciones, los nuevos recursos de administración del país y de la externalización de esos mismos puestos como secundarios, desde ahí a ONG’s y la empresa privada una vez terminada la dictadura en una serie de mutación como asesores o funcionarios de dirección.

Hay que partir de la base de que esta transformación cultural de la que hablamos, no es ajena a quienes estuvieron más involucrados políticamente con la recuperación de la democracia. Eso queda de manifiesto con el destape de estos últimos años del maridaje que existió entre empresa y política, algo que incluso parecen ser la misma cosa hoy.

-A la luz de toda esta teoría y del sentido común, ¿cómo crees que se explica que una materia fundamental y vital como el trabajo coexista con una precariedad que también es a todas luces evidente? -Hay un ancla histórica. Está muy documentado en la serie de textos publicados por nuestros compañeros y compañeras en “Panorámica del trabajo en el Chile neoliberal”, que desde los 70 se produce un reacomodo en la economía mundial que constituye un punto de bifurcación ante el Estado de Bienestar en Europa, o el desarrollista y del New Deal en EEUU en el que los estados dominantes buscan recuperar tasas de ganancia que habían perdido ante el actor sindical y laboral, pero que se habían ganado en la mejora en las condiciones de vida.

La liberalización de las relaciones laborales, su flexibilidad y la privatización del servicio público achicaron el apoyo social de los estados y se recortó y modificó a favor de las empresas a través de las leyes laborales para, entre otras cosas, aumentar las horas de trabajo o dificultar el desarrollo de la actividad sindical como parte del proceso.

Trabajo precario en Latinoamérica

Actualmente, Ruiz trabaja de manera particular en una investigación sobre los planes de empleo social en países como Chile, Brasil y Venezuela. Desde ese vértice, realiza una comparativa de países diferentes, pero que están unidos a través de una precaria tendencia hacia la formalización del trabajo.

“Suele haber una comparación en Latinoamérica que es bien interesante y en la que se dan unas ínfulas de democracia o de democratización postdictaduras, pero que por dentro son un cascarón vacío a la hora de llevar adelante la ética de esos movimientos. También se han considerado los gobiernos que se han denominado progresistas como en Venezuela o el partido popular en Brasil donde hay tensiones que no son ajenas a las lógicas neoliberales, en disputa quizás, pero sí con puntos comunes como la precarización del empleo y la tendencia a la baja de las remuneraciones. Sin embargo, no hay que desconocer que sí buscan confrontar ese neoliberalismo y las cuestiones que en Chile no existen como políticas públicas que buscan reducir la desigualdad, los niveles de pobreza y la de gastos sociales tendientes a ese objetivo”, explica.

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