Independiente de toda la ebullición política que ha traído esta situación, con acusaciones cruzadas dentro y fuera de Brasil, el hecho concreto es que la deforestación en el Amazonas alcanzó las 3 millones de hectáreas el 2017, según la Global Forest Watch, situación que probablemente empeorará con las condiciones actuales.
. Sichem Guerrero, profesor investigador y coordinador Área Ingeniería Civil Ambiental de la U. de los Andes. De acuerdo al Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais (INPE) de Brasil, el número de incendios en ese país alcanzó la impresionante cifra de 68.000 durante el 2016, disminuyendo gradualmente en 2017 y 2018. Sin embargo, ese número se incrementó a 74.000 en lo que va de este año. Si bien es cierto son cifras enormes, estas coinciden con la temporada seca de ese país, lo cual históricamente va a acompañado de focos de incendios en distintas zonas no solo de Brasil, sino también en otros países circundantes como Bolivia, Perú, Uruguay, Paraguay y Argentina. Lamentablemente, el origen de la gran mayoría de estos incendios se ha atribuido a acción humana, que busca despejar terrenos para pastoreo y agricultura. Independiente de toda la ebullición política que ha traído esta situación, con acusaciones cruzadas dentro y fuera de Brasil, el hecho concreto es que la deforestación en el Amazonas alcanzó las 3 millones de hectáreas el 2017, según la Global Forest Watch, situación que probablemente empeorará con las condiciones actuales. ¿Por qué es importante para nosotros esto que ocurre tan lejos? Las respuestas obvias son la contribución al calentamiento global de todos los gases de combustión liberados a la atmósfera y la disminución del efecto “amortiguador” de la foresta frente a la radiación solar. Otra respuesta, quizás no tan conocida, es la importante contribución que tienen los bosques amazónicos a la humedad que liberan, la cual, junto con el agua evaporada del océano, forman los llamados “ríos voladores” o acumulaciones de colosales cantidades de humedad que viajan por el continente alimentando de lluvias no solamente a Brasil, sino que también a otros países de la región. En este sentido, no es claro cómo la desforestación pueda afectar la circulación de estas corrientes causando la disminución o intensificación de lluvias en diferentes zonas, lo cual puede llevar a escasez de agua o deslizamientos de tierra e inundaciones, respectivamente. Lo que es claro, es que la disminución de biomasa afecta a la capacidad de estas para “bombear” humedad a la atmósfera. Este es un problema que, como muchos otros de tipo ambiental, es invisible en escalas de tiempo breve en las cuales normalmente funcionamos como humanos y, por tanto, no somos capaces de dimensionar su real efecto. Es aquí donde la experiencia científica brinda una ayuda fundamental. Lamentablemente, los acontecimientos recientes en Brasil hacen dudar de cuán útil pueda ser esta ayuda cuando las autoridades a cargo hacen primar intereses de corto y mediano plazo que no van en ayuda del medio ambiente. Nosotros como ciudadanos comunes, sin color ni país, sentimos el dolor que nuestros descendientes deberán enfrentar derivados de la falta de respeto al medio ambiente. Quisiéramos fervientemente que las autoridades compartieran nuestro dolor y se hicieran parte de reales soluciones que ayuden a mitigar estos problemas. . Sichem Guerrero, profesor investigador y coordinador Área Ingeniería Civil Ambiental de la U. de los Andes.