La evidencia es contundente al mostrar que la población infantil en Chile es sumamente sedentaria, así lo confirma un informe realizado por el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA), que revela que sólo un 33% de los niños y un 15% de las niñas cumplen con la recomendación diaria de 60 minutos de actividad física moderada a vigorosa en días de colegio.
Estos datos apuntan, no sólo a la cantidad de horas que cada colegio entrega a los niños para el desarrollo de la clase de educación física o deportes, sino también a la calidad de dichas clases.
Juliana Kain, académica del INTA, señaló que “como los niños pasan la mayor parte del día en la escuela, una de las maneras más efectivas de aumentar la actividad física diaria es a través de mejorar la calidad de las clases de educación física realizadas ya sea por los profesores o especialistas”.
Sin embargo, Kain dijo que “en este aspecto también hay mucho que mejorar. En un estudio que realizamos en el 2014 con estudiantes de primer ciclo de educación básica, se encontró que la proporción promedio que destinan los niños (as) a la actividad física moderada e intensa durante clases de educación física fue de 15,8 y 12,9 % en varones y niñas respectivamente, sin diferencias por estado nutricional. Cuando las clases fueron efectuadas por especialistas, estos porcentajes fueron 16,9% y 14,2%, en tanto en aquellas realizadas por profesores unidocentes, estas proporciones fueron 13,7 % y 10,8% en varones y niñas respectivamente”, explicó la académica.
Ante esta situación, el Instituto Nacional de Deportes (IND) quiso evaluar la efectividad de su programa nacional llamado Jardín Activo, que se inició en 2014 y consiste en proveer de tres clases semanales de educación física a población parvularia de bajos ingresos, que asiste tanto a instituciones tales como JUNJI e Integra, como a escuelas.
“Nosotros en 2016 evaluamos si este programa es efectivo en aumentar la actividad física durante la jornada escolar, es decir si en días que incluyen la sesión, los párvulos son más activos. Los resultados aun cuando mostraron que este programa sí contribuye significativamente a aumentar la actividad física durante el tiempo de permanencia en la escuela, también evidenció problemas con las clases respecto a su duración, se pierde mucho tiempo en actividades sin gasto energético, y que las niñas son significativamente menos activas que los varones”, agregó la especialista.
Junto con esto, el año pasado se realizó un estudio financiado por JUNAEB llamado “Comienzo mis clases activamente”, proyecto que tuvo como objetivo desarrollar un set de láminas para profesores de primero básico con dibujos y explicación de cómo los estudiantes debieran realizar ejercicios a comienzo de la jornada escolar durante 15 minutos.
La validación contempló un procedimiento exhaustivo que incluyó implementar cada una de ellas, medir la intensidad física de los niños cuando se aplican, la percepción de profesores de educación física y la de los profesores que debían aplicarlas. Los resultados mostraron que el programa fue muy bien recibido por los profesores los que manifestaron que estarían dispuestos a implementarlo.
La académica dijo que “queda pendiente verificar cuál o cuáles modalidades de implementación son más efectivas, ya que no siempre fue factible hacerlo al comienzo de la jornada e idealmente tendría que ser al menos dos veces para que se obtengan beneficios más significativos en cuanto a atender más en las clases, mejorar disciplina y tener mayor actividad física”.
Pese a estos programas, la tarea aún sigue pendiente, puesto que los números nos muestran que la actividad física no se está realizando en la cantidad de horas semanales que se esperan y además no tiene la intensidad necesaria para poder ayudar al control de la obesidad de los niños en los colegios, y a un mejor desarrollo cognitivo, que está totalmente ligado a la práctica del ejercicio.
“Una de las principales conclusiones de estudios realizados en el mundo sobre este tema, muestra que más horas de actividad física no pone en riesgo el rendimiento de los estudiantes y que, de hecho, lo favorece”, señaló Juliana Kain.