Diariamente, cuando cae la noche en Avenida Portugal al llegar a Diagonal Paraguay, suelen observarse dos carpas instaladas a metros de uno de los accesos de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Frente a uno de estos improvisados hogares se sienta obediente un perro, que responde al nombre de “Cachipún”. En invierno el can cambia su hábito y se introduce al interior del refugio, porque le sirve de abrigo a su amo.
El dueño del animal, Carlos Patricio Acevedo (29), se levanta temprano y recorre el barrio buscando cachureos que después intenta vender en la feria del sector.
Poco antes de las dos de la tarde toma su mochila, sube a un bus y se dirige hacia el Liceo de Adultos Jorge Alessandri Rodríguez, de Recoleta, donde es un aventajado alumno y este año cursará tercero y cuarto medio.
“Carlitos”, como lo llaman cariñosamente en el barrio de la ex Posta Central, vive hace más de dos décadas en la calle. Nació en Talca y se vino con su familia a Santiago. Cuando tenía cinco años se fugó de la casa, a causa de los maltratos que recibía y se fue donde su hermano, en San Joaquín. Luego comenzó su peregrinaje por las avenidas de la capital, cuenta.
Pernoctó durante años en el Hospital de Urgencia Asistencia Pública y desde hace un tiempo tiene una carpa donde pasas sus noches en calle Portugal. En el invierno no siente frío, porque duerme abrazado a su perro regalón, recalca.
En la ex Posta Central se crió y afirma que los funcionarios del Samu son su familia.
“Ellos son mi madre y padre. Cuando era más chico me compraban ropa, zapatillas, me alimentaban. Me ayudaron a convertirme en lo que soy ahora. Les debo todo. De hecho, a veces almuerzo en el Samu”, señala, y se le humedecen sus ojos café.
Los paramédicos y trabajadores del centro médico le enseñaron a leer y a escribir. Y también le inculcaron el gusto por la lectura de libros. Uno de los autores que más le gusta es Isabel Allende.
También lo apoya el pastor de la Iglesia Evangélica a la que acude todos los domingos y a quien también considera como un familiar.
DROGAS Y ALCOHOL
El abandono y el crecer sin sus padres lo hizo caer en algún momento en la droga y el alcohol. Pero el vicio le duró poco.
Durante esa etapa dispersa de su existencia, que hoy prefiere olvidar, juntó unos pesos y se fue a “pateperrear” por Italia. Conoció a una joven y de la relación nació Millaray. La niña falleció a los nueve años en Roma, afectada de leucemia. En otra ocasión que viajó a Europa lo hizo por el Mundial de Fútbol Calle y aprovechó recorrer Suecia y Dinamarca. “Soy bien bueno para la pelota”, confiesa.
Cuando regresó a Santiago tuvo otra pareja y se convirtió en padre de Francisco, de cuatro años. En la actualidad no ve a su ex pareja y tampoco al niño. “Yo comprendo este alejamiento. Una persona de la calle como yo no tiene nada que ofrecerle a un hijo”, manifiesta.
Hace dos años se puso a visualizar su vida y no le gustó lo que observaba. Se dio cuenta de que el tiempo pasaba rápido y que le quedaba poco para cumplir 30 años.
“Me impuse que antes del cambio de folio debía terminar cuarto medio. Me dije: ‘no más copete, no más droga, hasta aquí no más llego'”, dice.
Fue entonces que decidió estudiar. A través de unos contactos se matriculó en 2014 en el Liceo Metropolitano de Adultos. Le hicieron un examen que aprobó y se matriculó en séptimo y octavo básico.
Le fue mejor de lo que pensaba. El año pasado (en primero y segundo medio), cuando ya había ingresado al plantel de Recoleta, obtuvo un promedio de 6,4. Su mejor asignatura es matemática donde logró un 6,9.
¿MEDICINA POR QUÉ NO?
Como es luchador ahora se trazó otra meta: ingresar a la universidad y ser beneficiario de la gratuidad.
Pero su sueño no se queda ahí: “Quiero estudiar medicina y especializarme en oncología infantil. Me sensibilizó mucho la muerte de mi hija, me gustaría ayudar a la gente. ¿Por qué no puedo lograrlo?”.
Sabe que no será fácil, pero la vida dura que ha llevado le ha demostrado que “todo es posible”.
Se ha informado de algunos programas que le permitirían acceder a la educación superior como PACE y Propedéutico. Podría tener una opción –reflexiona- si subiera su promedio de notas para acceder al Cupo Ránking 850.
“Me voy a inscribir para rendir la PSU, no quiero dejar pasar ninguna oportunidad. Tengo todas las ganas de superarme”, acota.
Cuenta orgulloso que ha recibido dos premios a su esfuerzo. Una distinción en el Día Internacional de la Alfabetización (la entrega el Mineduc) y en el Liceo Jorge Alessandri Rodríguez también lo galardonaron destacando su espíritu empeñoso.
PREUNIVERSITARIO
A Carlos Patricio le gustaría poder estudiar en un preuniversitario para poder reforzar materias y llenar los vacíos que le ha dejado su precaria escolaridad.
“Quiero prepararme en un preuniversitario para dar la PSU. Me gustaría que alguien me ayudara o me diera las facilidades para inscribirme. Les aseguro que no se arrepentirán. La gente tiene prejuicios, piensa que los que vivimos en la calle somos flojos, alcohólicos y drogadictos. Y no es así”, completa.
Cuando se aleja por la calle Portugal sonríe y vocifera: “¡Siempre se puede!”.
AUTOR: P.Sch.
FUENTE: Patricia Schüller G.