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Lava Jato: Hackeo pone al ministro Sergio Moro bajo sospecha

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El exjuez Sergio Moro, emblema de la lucha contra la corrupción en Brasil y ministro clave del gobierno de Jair Bolsonaro, quedó en una posición delicada después de las revelaciones de mensajes que muestran su presunta parcialidad en la condena del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Los textos de whatsapp filtrados el domingo por el portal The Intercept Brasil, que podrían implicar maniobras concertadas entre los fiscales de la Operación Lava Jato -la mayor investigación anticorrupción del país- y el entonces magistrado y actual ministro de Justicia y Seguridad Públic, para impedir que el exmandatario de izquierda (2003-2010) vuelva al poder. Moro, de 46 años, trató rápidamente restarle dramatismo al impacto generado por la información obtenidas por el hackeos a los teléfonos de los persecutores. “No he visto nada de más en esos mensajes. Hubo una invasión criminal de los celulares de los fiscales; para mí eso es un hecho bastante grave (…). En cuanto al contenido, en lo que a mí respecta, no he visto nada de más”, afirmó el lunes el secretario de estado brasileño.

RENUNCIA

No todos están convencidos de ello y las voces que lo critican o que piden su renuncia se multiplican. De hecho, la Orden de Abogados de Brasil (OAB) recomendó la separación temporal de sus funciones de Moro y del fiscal jefe de la fuerza tarea de Lava Jato, Deltan Dallagnol. Un magistrado de la corte suprema, Gilmar Mendes, comentó el martes durante una audiencia que “un juez no puede ser el jefe del equipo de investigación”. “Si Sergio Moro sigue diciendo que (su actuación) es normal, y evidentemente no lo es, su permanencia en el gobierno será insostenible”, advirtió este miércoles una columna de opinión del diario O Estado de Sao Paulo. Las revelaciones publicadas hasta ahora pueden haber desestabilizado a Moro, aunque no parecen suficientes para forzar su renuncia, pero The Intercept afirmó que tiene un arsenal mayor de filtraciones en su poder, aunque aún no ha hecho nuevas divulgaciones. En un tuit este miércoles, Moro abogó por su proyecto de ley anticrimen y aseguró: “Hackers de jueces, fiscales, periodistas y quizás hasta de parlamentarios (…) no van a interferir en mi misión”.

MORO V/S LULA

La misión por la que Moro ganó su prestigio y notoriedad fue erradicar la corrupción de Brasil y como juez de primera instancia, lanzó en Curitiba (sur) la Operación Lava Jato, que desde 2014 ha puesto al descubierto una vasta red de sobornos pagados por constructoras a políticos para obtener contratos con Petrobras. Las investigaciones desembocaron en la condena de decenas de políticos de prácticamente todo el arco parlamentario y de empresarios de primer plano. Su mayor trofeo fue Lula, encarcelado en Curitiba desde abril de 2018. El líder histórico de la izquierda, de 73 años, fue condenado por Moro en julio de 2017 a 9 años y medio de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero. La sentencia fue reducida este año por un tribunal superior a 8 años y 10 meses. Durante la campaña electoral del año pasado, Bolsonaro prometió que Lula “se pudrirá” en la cárcel. Al interrogar al líder del Partido de los Trabajadores (PT) en mayo de 2017, le aseguró: “Señor Presidente, quiero dejar claro que pese a algunas versiones, no existe de mi parte ninguna desavenencia personal con usted. El desenlace del juicio provendrá de las pruebas y de la ley”. Finalmente, lo declaró culpable de haberse beneficiado de un apartamento ofrecido por una constructora para obtener licitaciones en la petrolera estatal, pese a que el exgobernante siempre se declaró inocente y denunció una maquinación para impedir que la izquierda vuelva al poder. “El juez Sergio Moro, rehén de los medios, estaba condenado a condenarme”, declaró entonces da Silva, que para los abogados de Lula, refuerzan su convicción de que no tuvo un juicio imparcial, dudas que ya se plantearon cuando Moro aceptó ingresar al gobierno de Bolsonaro como titular de justicia.

“MANOS LIMPIAS”

Moro nació en agosto de 1972 en Maringá (Paraná, sur); en su estado se licenció en Derecho y se convirtió en juez en 1996. Doctor y profesor universitario, completó su formación en Harvard. Muchos de sus pares lo definen como un magistrado rápido para decidir, preparado y resuelto. Sus detractores lo juzgan abusivo en el uso de las prisiones preventivas o de las delaciones premiadas. Fascinado por descifrar los caminos del dinero sucio, a este cruzado de la justicia ahora a la defensiva siempre le deslumbró la histórica operación “Mani Pulite” (Manos Limpias), que desarticuló una compleja red de corrupción en la Italia de los 90. Moro está casado desde hace veinte años y tiene dos hijos con la abogada Rosângela Wolff, una ardiente defensora de su marido en las redes sociales.
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