Tratar las infecciones urinarias recurrentes implica una combinación de estrategias antibióticas y no antibióticas, adaptadas a las necesidades de cada paciente y a las características específicas de las infecciones. La profilaxis antibiótica sigue siendo la piedra angular del tratamiento de las ITU-R, sobre todo cuando han fracasado las medidas no antibióticas. Sin embargo, el uso prolongado de antibióticos si bien reduce las recurrencias, también aumenta el riesgo de resistencia bacteriana, alterando el microbioma normal de las pacientes y ocasionando efectos secundarios. Junto con ello, existe un impacto económico por los costos prolongados, la pérdida de productividad y un aumento de licencias médicas.
La dra. María Gabriela Alarcón, jefe de la Unidad de Uroginecología y Piso Pélvico del Hospital Sótero del Río, dice que “el uso de los antibióticos para las infecciones urinarias y específicamente infecciones urinarias recurrentes termina en una amplia resistencia bacteriana que luego es más difícil de manejar, tanto para la paciente como dentro del sistema de salud público o privado, porque las resistencias bacterianas son un problema grave de salud pública”.
Una infección urinaria recurrente se entiende como la ocurrencia de al menos dos episodios confirmados por cultivo en un período de seis meses, o tres episodios en un año. Se presentan a cualquier edad y en ambos sexos, afecta a un 50 y 60% de las mujeres una vez en la vida; a un 30% en dos ocasiones y a un 3 a 6% de forma recurrente. Habría recaídas cuando el paciente enferma con la misma bacteria dentro de dos semanas tras el tratamiento, o reinfecciones cuando aparecen nuevas bacterias después de dos semanas.
En relación con las causas de estas infecciones existen las conductuales y fisiológicas. “Las mujeres en etapa premenopáusica están en mayor riesgo debido a factores genéticos, anatómicos, mantener relaciones sexuales frecuentes y uso de espermicidas, entre otros, mientras que en mujeres postmenopáusicas influye la disminución de estrógenos, lo que altera la flora vaginal y predispone a infecciones y cambios anatómicos. A esto se le suman otros factores como anormalidades anatómicas, disfunción miccional y condiciones como la diabetes que afecta la función inmunológica y favorece estas infecciones”, sostiene el dr. Christian Haussmann, urólogo del Hospital San Juan de Dios.
VACUNA SUBLINGUAL DE ÚLTIMA GENERACIÓN
Enfrentar los síntomas de estas infecciones puede generar una mala calidad de vida en los pacientes. Al dolor persistente, molestias urinarias, daño renal o sepsis y dolor en las relaciones sexuales, se suman cuadros de estrés, debido al temor a nuevos episodios y a los efectos secundarios de los tratamientos.
Ante este panorama, uno de los tratamientos no antibióticos que ha ido ganando terreno entre los especialistas es la vacuna sublingual; un líquido compuesto por bacterias inactivadas de los patógenos más comunes responsables de infecciones urinarias (ITUR), como el Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae, Proteus vulgaris y Enterococcus faecalis, que se coloca debajo de la lengua y en tres meses promete reducir la recurrencia de esta patología.
“Al administrarse de forma sublingual, el sistema inmunológico entra en contacto con estos microorganismos de forma controlada, lo que genera una respuesta inmune específica y duradera. Este proceso fortalece tanto la inmunidad innata como la adaptativa, permitiendo al organismo reconocer rápidamente estas bacterias en futuros episodios y responder antes de que se desarrolle una infección. La ventaja de este enfoque es que actúa como una ‘vacuna personalizada’, entrenando al cuerpo para combatir los microorganismos más frecuentes asociados a las infecciones urinarias. Al condicionar al sistema inmune para reconocer y responder rápidamente a las bacterias responsables de las infecciones, reduce la necesidad de recurrir a los antibióticos como primera línea de tratamiento”, indica Haussmann.
TRATAMIENTO NO INVASIVO
Al administrarse la vacuna MV140 de manera sublingual, los antígenos bacterianos entran en contacto directo con el tejido linfático oral, estimulando una respuesta inmunitaria eficiente sin necesidad de inyecciones ni procedimientos invasivos.
El tratamiento estándar consiste en una dosis diaria durante un período de tres meses; tiempo suficiente para que el sistema inmunológico desarrolle una memoria robusta contra las bacterias involucradas.
“Esta forma de administración no sólo es sencilla y bien tolerada por los pacientes, sino que también mejora la adherencia al tratamiento, ya que no requiere visitas frecuentes al médico ni procedimientos complicados. Además, al ser un enfoque profiláctico, ayuda a prevenir episodios futuros en lugar de tratar únicamente las infecciones ya establecidas. Después del tratamiento inicial, se realiza un periodo de seguimiento en el que se van evaluando el número de nuevos episodios de infecciones urinarias… Estudios clínicos han demostrado que esta inmunoterapia no sólo reduce la frecuencia de infecciones, sino que también mejora la calidad de vida al disminuir el impacto físico y emocional de las recurrencias”, añade.