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A propósito del Día de la Solidaridad

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*Por Marcela Flotts

Solidaridad es un concepto que pulsa con fuerza en Chile en momentos de catástrofes naturales, los días cercanos a la Teletón y algún espacio como aquellos. Y durante esas cruzadas, hasta con cierto orgullo, pregonamos acerca de lo solidarios y solidarias que son las personas en este país. Sin desmerecer la relevancia de esta articulación social, el Día de la Solidaridad nos invita a reflexionar sobre los ámbitos menos practicados de la solidaridad chilena.

En situaciones agudas y concretas, como lo ocurrido en el verano pasado durante los incendios forestales, la práctica de la solidaridad obedece especialmente a patrones funcionales que la hacen aparecer y prontamente desaparecer. El gran desafío que tenemos como sociedad, sin embargo, es hacer emerger una solidaridad permanente, que colectivamente se construya y se situé en el lazo social y en las relaciones cotidianas entre las personas. Esta nueva práctica de la solidaridad implica ampliar el concepto y su respectiva acción a los ámbitos de la responsabilidad colectiva y del respeto por el otro, además de una visión de largo plazo que permita avanzar hacia un país verdaderamente solidario.

Bajo estos parámetros la solidaridad no se agota en ayudar a otro o en aportar en la campaña. Y es que efectivamente “Chile ayuda a Chile” -como versa el clásico slogan que usa Don Francisco para las cruzadas de emergencia– más profundamente cuando pensamos que en forma colectiva seremos capaces de avanzar hacia una mayor igualdad, hacia mejores sistemas de pensiones, hacia un acceso inclusivo a la salud y a la educación, o hacia la posibilidad de trabajos dignos para todos y todas.

Los últimos estudios del CEP y del PNUD dan cuenta de la profunda individualización que tiene en el Chile de hoy la forma de progresar y tener una mejor vida. Apostamos con fuerza al esfuerzo individual como mecanismo de movilidad social, lo que tiende a esconder que el desarrollo también se consigue con transformaciones estructurales y culturales. Sobre todo estas últimas requieren cambiar la mirada para construir un proyecto país que incorpore formas de relacionarnos con otros bajo el beneficio de esta solidaridad permanente como clave para el progreso justo, inclusivo y humano.

  *Marcela Flotts es Directora de la Escuela de Trabajo de la Universidad Andrés Bello.  
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