Dr. Manuel José Irarrázaval, presidente del Instituto de Políticas Públicas en Salud, Universidad San Sebastián.
No existe una respuesta categórica porque no hay suficiente evidencia disponible. Sin embargo, es razonable analizar la situación.
Estamos frente a un virus con una extremada capacidad de mutación, ya lo ha hecho más de 6 veces en los dos años que llevamos de epidemia. Además, frecuentemente nos desafía con agentes más agresivos y contagiantes.
Sabemos que le protección otorgada por las vacunas que usamos en Chile, tiene una efectividad decreciente después de los 6 a 8 meses y la 4° dosis se comenzó a aplicar durante el primer semestre de este año.
La actitud de la población con respecto al riesgo de Covid-19, muestra un progresivo “relajamiento” de las medidas de prevención que es visible en todas las actividades que realizamos diariamente.
La pesquisa diagnóstica se ha debilitado seriamente, actualmente realizamos menos de 30.000 exámenes PCR / día, comparado con los cerca de 100.000, de hace 6 meses. Por lo tanto, nuestra información sobre la real prevalencia de la pandemia es incierta.
La baja tasa de mortalidad promedio contribuye a sentirnos más seguros, un resultado favorable de la vacunación, pero esta no evita los contagios, solo disminuye la severidad de su efecto. Es muy probable que la prevalencia actual de la enfermedad sea incluso más alta que hace seis meses, pero la apreciamos menos por la menor pesquisa y menos consecuencias graves.
Dadas las circunstancias descritas, la respuesta al llamado a vacunarse, ha sido progresivamente menor, especialmente en los jóvenes. Pero también hace falta un mayor involucramiento por parte de las autoridades sanitarias para incentivar a la población a vacunarse. Falta disponer de más puntos de vacunación, extender los horarios para facilitar el acceso a las personas que trabajan o estudian, o bien disponer vacunatorios en universidades, colegios y/o lugares de trabajo. Es poco probable que una nueva campaña comunicacional, con todo el ruido ambiental político, se traduzca en una respuesta masiva de vacunación. Se requieren acciones más que llamados.
Volviendo al punto de si es necesaria una 5° dosis, creo que el análisis final requiere más información epidemiológica y darle una enorme prioridad a evitar situaciones de apremio clínico como la demanda de las unidades de cuidados intensivos, o medidas tan dañinas como cerrar los colegios.
El costo de una 5° campaña de vacunación, lo desconozco, pero si es factible económicamente, por lo menos yo estaría listo para recibirla.
Dr. Manuel José Irarrázaval, presidente del Instituto de Políticas Públicas en Salud, Universidad San Sebastián.