Los resultados de la reciente Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) son lapidarios y destacan un especial retroceso respecto a la medición anterior: el 10% más rico posee 39 veces más ingresos que el 10% más pobre, siendo la distribución de la renta medida por los ingresos laborales la que demuestra más altos índices de inequidad.
La escasa valoración del trabajo en nuestro país, expresado en la precarización del mismo, ha decantado en que poseer empleo no signifique necesariamente superar la línea de la pobreza para gran parte de las familias chilenas. Al reverso, dicha situación expone un aprovechamiento desmedido y creciente del gran empresariado respecto a la fuerza laboral que emplea, aumentándose la brecha entre las utilidades aportadas por las y los trabajadores, y los salarios pagados a los mismos.
Mientras nuestro país califica como uno de los más desiguales del continente, y estudios revelan que en promedio se necesitan 6 generaciones para que una familia en Chile pueda superar la línea de la pobreza, el Gobierno establece esfuerzos en dos direcciones que profundizarán este escenario; por una parte promover reglas y mecanismos tributarios que amplíen las garantías de acumulación para grandes empresas, y por la otra establecer condiciones laborales y salarios que restrinjan el valor del trabajo por debajo de la línea de la pobreza.
La interpretación antisindical de la Dirección del Trabajo en favor del reintegro de los grupos negociadores, el Estatuto Laboral para jóvenes estudiantes, el anuncio de un estatuto laboral para adultos mayores, el proyecto de “teletrabajo”, la mezquina y unilateral propuesta de salario mínimo, y la recién estrenada “contrareforma tributaria” en beneficio de las grandes empresas, dan cuenta que estamos frente a un gobierno conducido por una derecha económica ultra neoliberal, cuyo rostro “social” no es más que una demostración oportunista y superficial que nos aclara estar frente a una zanahoria y a la espera del garrote.
Sin ir más lejos, en esta cruzada empresarial se promueve un estatuto laboral para jóvenes estudiantes bajo el cual se busca poner fin a derechos laborales como el pago de vacaciones, de la “semana corrida” en caso de domingos y festivos, el pago obligatorio de cotizaciones en salud por parte del empleador, el poder optar a horas extra, de contar en toda circunstancia con el pago de indemnizaciones por años de servicio, de pre natal, post natal y licencias médicas, entre otras medidas. Todo esto “a cambio” de una flexibilidad horaria puesta al servicio y beneficio del empleador.
Dicha medida no solo perjudica y abarata la mano de obra de la juventud, sino que estimula el reemplazo masivo de la mano de obra más antigua y de mayor valor, transformando este desequilibrio en una herramienta perversa que busca hacernos optar entre el trabajo y nuestros derechos laborales, poniendo a estos últimos como responsables del desempleo.
Lo que está en curso en una ofensiva neoliberal de una alta densidad y cuyo resultado puede determinar retrocesos estratégicos para el movimiento sindical y popular, lo que en política puede expresarse en retrotraer décadas de esfuerzos por comenzar a construir un modelo de desarrollo nacional que supere el carácter extractivista y rentista de nuestra economía, y de la mano con ello sostener soberanamente una sociedad basada en el fortalecimiento creciente de derechos sociales, políticos y económicos.
Durante esta semana la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) celebra sus 30 años de existencia, los cuales se suman como herederos de las tantas décadas de experiencia y lucha de la clase trabajadora chilena por una sociedad justa, donde el trabajo y la creación humana sean un factor liberador y no de explotación. Ante estos nuevos y contundentes desafíos ya sabemos entonces como responder; con experiencia, porque de victorias y derrotas se ha aprendido; con fuerza, porque ninguna conquista se ha resuelto sin antes haber luchado; y con unidad, porque no se ha inventado mejor receta para vencer que la reunión de todas las fuerzas disponibles para cada lucha.
La escasa valoración del trabajo en nuestro país, expresado en la precarización del mismo, ha decantado en que poseer empleo no signifique necesariamente superar la línea de la pobreza para gran parte de las familias chilenas. Al reverso, dicha situación expone un aprovechamiento desmedido y creciente del gran empresariado respecto a la fuerza laboral que emplea, aumentándose la brecha entre las utilidades aportadas por las y los trabajadores, y los salarios pagados a los mismos.
Mientras nuestro país califica como uno de los más desiguales del continente, y estudios revelan que en promedio se necesitan 6 generaciones para que una familia en Chile pueda superar la línea de la pobreza, el Gobierno establece esfuerzos en dos direcciones que profundizarán este escenario; por una parte promover reglas y mecanismos tributarios que amplíen las garantías de acumulación para grandes empresas, y por la otra establecer condiciones laborales y salarios que restrinjan el valor del trabajo por debajo de la línea de la pobreza.
La interpretación antisindical de la Dirección del Trabajo en favor del reintegro de los grupos negociadores, el Estatuto Laboral para jóvenes estudiantes, el anuncio de un estatuto laboral para adultos mayores, el proyecto de “teletrabajo”, la mezquina y unilateral propuesta de salario mínimo, y la recién estrenada “contrareforma tributaria” en beneficio de las grandes empresas, dan cuenta que estamos frente a un gobierno conducido por una derecha económica ultra neoliberal, cuyo rostro “social” no es más que una demostración oportunista y superficial que nos aclara estar frente a una zanahoria y a la espera del garrote.
Sin ir más lejos, en esta cruzada empresarial se promueve un estatuto laboral para jóvenes estudiantes bajo el cual se busca poner fin a derechos laborales como el pago de vacaciones, de la “semana corrida” en caso de domingos y festivos, el pago obligatorio de cotizaciones en salud por parte del empleador, el poder optar a horas extra, de contar en toda circunstancia con el pago de indemnizaciones por años de servicio, de pre natal, post natal y licencias médicas, entre otras medidas. Todo esto “a cambio” de una flexibilidad horaria puesta al servicio y beneficio del empleador.
Dicha medida no solo perjudica y abarata la mano de obra de la juventud, sino que estimula el reemplazo masivo de la mano de obra más antigua y de mayor valor, transformando este desequilibrio en una herramienta perversa que busca hacernos optar entre el trabajo y nuestros derechos laborales, poniendo a estos últimos como responsables del desempleo.
Lo que está en curso en una ofensiva neoliberal de una alta densidad y cuyo resultado puede determinar retrocesos estratégicos para el movimiento sindical y popular, lo que en política puede expresarse en retrotraer décadas de esfuerzos por comenzar a construir un modelo de desarrollo nacional que supere el carácter extractivista y rentista de nuestra economía, y de la mano con ello sostener soberanamente una sociedad basada en el fortalecimiento creciente de derechos sociales, políticos y económicos.
Durante esta semana la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) celebra sus 30 años de existencia, los cuales se suman como herederos de las tantas décadas de experiencia y lucha de la clase trabajadora chilena por una sociedad justa, donde el trabajo y la creación humana sean un factor liberador y no de explotación. Ante estos nuevos y contundentes desafíos ya sabemos entonces como responder; con experiencia, porque de victorias y derrotas se ha aprendido; con fuerza, porque ninguna conquista se ha resuelto sin antes haber luchado; y con unidad, porque no se ha inventado mejor receta para vencer que la reunión de todas las fuerzas disponibles para cada lucha.