La Superintendencia de Educación Superior (SES) ofició a la Universidad de Los Andes solicitando información sobre el caso de Catalina Cayazaya, estudiante de Terapia Ocupacional que acabó con su vida acusando malos tratos durante su internado en esa casa de estudios.
El organismo sostuvo que “frente a la lamentable noticia del fallecimiento de Catalina Cayazaya Cors, estudiante de quinto año de Terapia Ocupacional en la Universidad de los Andes”, la Superintendencia de Educación Superior “no ha recibido ninguna denuncia o reclamo formal relacionados con este caso. Sin embargo, debido a la gravedad de la situación, se ha resuelto actuar de oficio”.
“La información disponible hasta ahora apunta a que su deceso se habría producido en el contexto de una serie de denuncias realizadas ante la universidad”, señala el documento.
Agrega que por esta razón “se ha oficiado a la Universidad de los Andes para que entregue a la SES toda la información que disponga en relación con esta lamentable situación, las acciones que desarrollará para clarificar lo ocurrido y la manera en que está enfrentando otras denuncias similares, en caso de existir”.
La Superintendencia de Educación Superior “reitera la importancia de que las instituciones de educación superior desarrollen sus actividades regulares en un clima de una sana convivencia y que sus autoridades resguarden el derecho a estudiar en ambientes libres de todo tipo de violencia”, cierra el comunicado.
La Universidad de Los Andes emitió este miércoles un comunicado donde sostuvo que investigaría lo ocurrido.
EL RELATO DE SU MADRE
Según comentó la madre de la joven, Carola Cors, la joven ingresó en marzo de 2017 a estudiar Terapia Educacional en la Universidad de Los Andes, donde “pasó los primeros 4 años sin problemas”.
“Hasta que en 2022 inició el internado, en un lugar donde está normalizado el maltrato a los internos de las carreras de salud”, señala.
Cors explicó que en “su primer internado le tocó una tutora de Terapia Ocupacional que usaba a las internas para realizar talleres y que las trataba según el ánimo con que amanecía, incluso con insultos y faltas de respeto. Lo comentó con su profesora a cargo, pero sin ningún resultado. Tanto así que para Catalina fue una sorpresa que en las evaluaciones preliminares la felicitaran por su desempeño”.
“Se presentó al examen sin nota de desempeño y con la exigencia de evaluar a la tutora previo a este (ambas situaciones completamente irregulares e ilegales, en conocimiento de la universidad). La evaluó creyendo que no llegaría a ella hasta después. La reprobó”, agregó.
Tras esta situación, la joven fue a dirección, pero la madre manifiesta que “nadie la escuchó. Fue tratada de sensible” y que posteriormente “escribió una carta a la dirección (firmada por la mitad de su curso), relatando los maltratos e irregularidades sufridas en cada una de sus rotaciones”.
“La respuesta: fueron citadas en forma individual, cada 10 minutos, donde se las acusó de mentirosas y de injurias y amenaza de suspensión de internado. Las chicas se paralizaron. Salió con su primera licencia psiquiátrica, destruida y sin esperanza. Su familia y su equipo tratante logró levantarla y volvió”, comenta.
La mujer explicó que fue en el segundo internado cuando la joven estuvo trabajando en horarios extensos y en “reiteradas ocasiones sola, sin supervisión”.
“Las 2 evaluaciones preliminares las pasó bien calificada. Sin ninguna retroalimentación negativa. Pero la última semana la tutora se enteró que no tendría internas en la próxima rotación, a causa de la cantidad de licencias por salud mental. Un día antes del examen informó que Catalina no podía presentarse porque la encontraba deficiente”, detalla.
En el escrito, se señala que “Cata exigió su nota de presentación y su derecho a presentarse a examen en un mail a la dirección, se lo permitieron. Nuevamente le exigieron evaluar a la tutora previo al examen y se volvió a presentar sin nota de desempeño. La tutora la aprobó con un 4, y en ese momento informó que su nota de presentación era un 2 (improbable con 2 preevaluaciones buenas). Esta vez se fue al suelo, sin esperanza ni ganas de vivir”.
La madre recalcó que fue a la universidad a plantear “todas las irregularidades” y que les mostró que su hija “ya no quena vivir, que perdió la esperanza y el propósito vital. Solo promesas de que se investigaría. Ninguna investigación, ninguna sanción. Solo que su última tutora, ya no recibiría más internas en su consulta particular. Mi hija fue la última”.
“El 16 de marzo de este año la encontré muerta en la mañana. con una nota pidiéndome perdón por no poder resistir tanto dolor”, remarca.