.Harry Grayde Klenner, director ejecutivo World Vision Chile.
Desde hace más de una semana venimos conmovidos por el caso de Ámbar Cornejo, de 16 años, que habría sido asesinada por la pareja de su madre, con ella misma como cómplice. Este crimen devela, además, una historia de abandono, negligencias y maltratos, pues la adolescente vivía con una tía y cobraba mensualmente su pensión para continuar su vida con una nueva familia.
Hace poco más de un año, una niña de 7 años era muerta a golpes por su madre. Doloroso, descabellado e increíble creer que una madre pudiera haber provocado tanto daño en su propia hija. Pero, ¿qué hay detrás en las situaciones de maltrato hacia la niñez, personificados antes en Lissette, Ámbar, Sophie y Hashim?
Nos encontramos con un Chile que ha llegado a tal punto de violencia que niñas, niños y adolescentes (NNA) llegan a morir en manos de sus padres o cuidadores. En el país está naturalizada la violencia. Muchos adultos la asumen como legítima y sólo nos damos cuenta cuando surgen casos mediáticos como los de Ámbar.
En 2018, World Vision lanzó en conjunto con la Universidad de Chile el estudio “Modelos culturales de crianza en Chile: castigo y ternura, una mirada desde las niñas y niños”, que constata que uno de cada dos niños es criado con algún tipo de violencia en sus hogares.
La primera dimensión del problema tiene como base no entender a los niños y niñas como personas, como sujetos de derechos y del derecho, no “como propiedad” de padres, madres o cuidadores, sino como un “otro distinto” del cual tenemos el deber de protección en su proceso de desarrollo.
Una segunda dimensión es que Chile no cumple ni entiende lo básico propuesto en el artículo 19 de la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez: contar con niños y niñas libres del temor de la violencia. El Estado de Chile no cumple, por ende las familias no cumplen, las comunidades no cumplen, los colegios no cumplen, y por supuesto, muchas madres y padres no cumplen.
Supuestamente hay una dimensión jurídica medianamente clara para garantizar la protección de la niñez y tampoco se cumple. Pero aún peor: hemos sido tan ambiguos y negligentes que llevamos casi 30 años sin contar con una Ley de Protección Integral para la Infancia, lo que refleja que como país no queremos comprometernos de verdad a solucionar el tema.
Sin ir más lejos, durante la crisis social de 2019 y la actual pandemia hemos visto cómo se ha revivido la preocupación por la protección a la infancia, desde la crisis terminal del Sename hasta la generación de múltiples y transversales agendas de gobierno, mundo privado y sociedad civil, pero aun así seguimos postergando el contar con políticas públicas claras y una autoridad nacional que proteja a la niñez.
De hecho, los “niños primero” ha sido el lema del gobierno del Presidente Piñera y gran parte del foco de las medidas del Acuerdo por la Infancia están puestas en la necesaria y urgente transformación del Sename, lo que es impostergable y clave para que el Estado deje de ser un actor más de vulneración de los derechos de las niñas y niños. Sin embargo, cabe recordar que a esta institución llegan al año no más del 4,5% de la población infantil del país. La pregunta es: ¿qué hacemos con el 95% restante?
Hace 30 años ratificamos la Convención Internacional de los Derechos de la Niñez y aún seguimos pagando por nuestra inconsistencia política y pública, mirando cómo los indicadores de protección nos golpean en la cara. Datos que nos interpelan y nos dan la certeza de que en nuestro país se minimiza el maltrato físico como método de crianza.
¿Será que la madre de Ámbar sólo reproduce un fenómeno más social del que no nos hemos hecho cargo?, ¿dónde estaban los organismos públicos y privados responsables de la intervención de la niña?, ¿dónde estuvo el Tribunal de Justicia para ahondar más en la situación de Ámbar?, ¿dónde estaban las y los vecinos que nunca conversaron, frenaron o denunciaron la negligencia o el maltrato que presenciaban?
En World Vision condenamos toda forma de violencia contra la niñez. Y para erradicarla hay que hacer un nuevo trato con la infancia de nuestro país. Hay que comenzar a criar con ternura, a partir de una crianza que se construya desde la espiritualidad, el desarrollo evolutivo y cultural, el enfoque de derechos, desde el respeto, la colaboración y el abandono de la crianza patriarcal chilena.
Debemos garantizar que no existan más Ambar, ni más niños muertos en nuestro país. Nos comprometemos de manera personal y colectiva a ser esa generación que promueva el derecho al cuidado libre de violencia y pleno de ternura.
Tenemos la convicción de que cuando los niños y niñas sean criados con ternura, podremos alcanzar nuestro sueño de un país y un mundo libre de violencia infantil.
.Harry Grayde Klenner, director ejecutivo World Vision Chile.