En su tiempo, la princesa Ana era la miembro de la Familia Real británica más popular del país. Superaba incluso a su hermano Carlos, quien en ese entonces era el príncipe de Gales. Su fama ascendía incluso al nivel de su madre, la reina Isabel II, de quien heredó su temple. Lo anterior quedó demostrado durante un dramático suceso que vivió el 20 de marzo de 1974.

Cuando se disponía a regresar de un evento al palacio de Buckingham, la joven princesa Ana, quien era acompañada por su primer marido, fue abordada, a tan solo 200 metros de la residencia real, por un Ford Escort, vehículo que se cruzó violentamente por delante de la limusina Rolls-Royce.

Del automóvil bajó Ian Ball, un joven que portaba una pistola en cada mano y que logró acertar tres disparos en el custodio de Ana, el detective Jim Beaton, y también al chofer de la princesa, Alexander Callendar, quien resultó herido de gravedad. Al interior del vehículo solo se encontraba la princesa Ana, su dama de compañía y su marido, que era instructor de tiro en la Real Academia de Sandhurts. No obstante, aquella noche iba desarmado.

Ball, se acercó al vehículo real y abrió la puerta donde se encontraba Ana, a quien apuntó a la cabeza. Allí, fue claro: “Quiero que venga conmigo un par de días… y quiero dos millones (de libras). ¿Le importa salir del coche?”, dijo.

La respuesta lo dejó atónito. “Ni en broma (not bloody likely)… ¡y no tengo dos millones de libras!”.

El altercado y los disparos despertaron la curiosidad de los vecinos. El primer en llegar al lugar fue el agente Michael Hills, quien abordó al secuestrador. Ball no tenía intenciones de negociar, por lo que le disparó a quemarropa. Antes de perder el conocimiento, realizó una llamada de radio donde pidió refuerzos.

Acto seguido, un conductor cruzó su atomóvil frente al Ford Escort para impedir su escape. El tercero en entrar en escena fue el periodista del Daily Mail, John Brian McConnell. En un intento por persuadir a Ball, recibió un disparo.

“Estuve a punto de perder la calma, pero sabía que si lo hacía él se enojaría más y me pegaría un tiro”, explicó tiempo después la princesa.

La escena, salida casi de una película, culminó de la forma más inesperada posible: El exboxeador Ronnie Russell, competidor de la categoría “peso pesado”, se detuvo al notar el caos en la calle. Allí enfrentó al delincuente y lo disuadió a golpes.

“Le pegué una trompada en la nuca. Ball se dio vuelta y me disparó. Falló por milímetros, su tiro impactó contra el parabrisas de un taxi. Traté de ayudar al policía herido y Ball aprovechó ese momento para regresar al automóvil donde comenzó un ‘tira y afloje’ con la princesa, que no quería salir del vehículo y se mantenía agarrada del capitán Phillips”, rememoró Russell.

“Ball tenía una pistola apuntando a su cabeza. Entonces me acerqué al auto, me interpuse, y le dije: ‘Ven por aquí, Ana, estarás a salvo’. La saqué y la sostuve frente a mí. Ball se puso detrás mío y pensé ‘si me dispara por la espalda no me dolerá tanto‘. Giré y quedamos cara a cara. Sí, me estaba apuntando con un arma. Reaccioné, le di un golpe justo en la barbilla. Cayó al piso y antes que pudiese ponerse de pie otra vez, la policía estaba por todas partes”, agregó.

El acto se prolongó un par de segundos más, luego de que Ball intentara huir en dirección al parque Saint James, donde fue interceptado por la policía. Tras su detención, se reveló que el joven era esquizofrénico. Para llevar a cabo el secuestro, Ball confesó que había planeado el acto por años y que había arrendado a 8 kilómetros de la residencia de la princesa.

En el vehículo, la policía encontró esposas, tranquilizantes y una nota incoherente, donde exigía el pago de dos millones de libras “divididos en 20 maletines y en billetes de cinco”, los cuales debían ser entregados en Suiza por la reina Isabel II.

El exboxeador fue condecorado con la Medalla de Jorge y la princesa Ana pagó la hipoteca de su casa.