En un verde prado del distrito de Aceh Besar donde al menos 47.000 víctimas fueron enterradas, los familiares de los desaparecidos rezaron y esparcieron pétalos de flores sobre las sepulturas, mientras se consolaban entre sí.
Nurhayati perdió a su hija pequeña en la tragedia. “Vengo cada año, porque la echo mucho de menos. Solo tenía 17 años y acababa de empezar la universidad”, explicó a la AFP entre lágrimas la mujer de 65 años.
“Hace 15 años pero hasta hoy, cada vez que veo el océano, incluso en la televisión, tiemblo y me da la impresión de que va a llegar una gran ola”, admite.
El 26 de diciembre de 2004, un violento sismo de magnitud 9,3 agitó el fondo marino a lo largo de la isla de Sumatra y desencadenó un tsunami de olas de más de 30 metros de alto. En total, dejó más de 220.000 víctimas en los países bañados por el Océano Índico, incluidos Tailanda, India y Sri Lanka. El impacto se sintió incluso en África oriental.
Indonesia fue el país que sufrió mayores pérdidas en vidas humanas: al menos 170.000 muertos y desaparecidos. Medio millón de supervivientes se quedaron sin casa en la devastada provincia de Aceh.
Muhammad Ikramullah solo tenía 13 años cuando se produjo el dantesco maremoto, que se tragó a sus padres, hermanos y hermanas. El chico pasó varios años entre casas de distintos parientes y amigos de sus padres, antes de ser capaz de valerse por sí solo.
“Sigo traumatizado, jamás olvidaré lo que ocurrió”, explica este joven de 28 años. Aunque los restos de su familia nunca fueron encontrados, por lo que acude a rezar cerca de una de las fosas comunes donde están enterradas muchos de los fallecidos.
De forma regular, a estas tumbas colectivas llegan nuevos restos, como en 2018, cuando una cuarentena de víctimas fue encontrada cerca de las obras de un edificio.
Así como a los habitantes de las islas golpeadas por tsunami, muchos de quienes perecieron allí eran turistas, como la chilena Francisca Cooper, quien estaba de luna de miel con su marido, el enólogo Aurelio Montes, en la isla Phi Phi. Mientras él se encontraba en haciendo una actividad deportiva, ella estaba tomando sol en una de las piscina del hotel en el que se quedaban cerca del mar.
Tras una intensa búsqueda, su padre, Allan Cooper, recuerda la travesía que vivió junto a un amigo y el forense argentino-israelí, Ricardo Najman, para dar con el cuerpo de su hija.
“Nos topamos con personas que nunca recuperaron a nadie. Para nosotros haber encontrado a la Fran ya era suficiente”, señaló el progenitor de la malograda profesora cuando se cumplieron diez años de la tragedia en 2014.
El archipiélago de Indonesia está situado en el cinturón de fuego del Pacífico, por lo que sufre con frecuencia actividad sísmica.
En diciembre pasado, otro tsunami provocado por una erupción volcánica dejó más de medio millar de muertos en el estrecho de la Sonda que separa las islas de Java y Sumatra.