Miguel Urrutia, académico del departamento de Sociología de la Universidad de Chile, señaló a La Nación que existe una paradoja si uno contrasta el acceso a la educación y la brecha salarial. “Eso nos habla de que tal acceso a la educación no es muy relevante para las posiciones sociales que se ocupan posteriormente, porque además el salario también es un reflejo de ocupar los cargos más o menos calificados dentro de la estructura laboral”.
CAMBIO CULTURAL Y LEGISLACIÓN
Actualmente la Ley Laboral establece la igualdad salarial entre hombres y mujeres que desempeñan la misma función, pudiendo fijarse diferencias sólo en cuanto a cuestiones de capacidad, responsabilidad, calificaciones o productividad.
Sin embargo,
esta ley ha sido objeto de observaciones por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) desde el punto de vista de su eficacia práctica, lo que queda reflejado en las cifras del INE. Por esto, la Comisión de Trabajo y Previsión Social despachó en junio de este año un proyecto de ley que modifica el Código del Trabajo en materia de discriminación e igualdad de remuneraciones de hombres y mujeres. Sin embargo, el proyecto aún no ha sido discutido en la Sala.
Urrutia cree que las razones por las que persisten las brechas, se deben sobre todo a “una índole cultural que es fundamental. Y creo que son las causas más duras que no se pueden eludir (…) Son profecías autocumplidas, es decir, en el fondo hay una concepción de las mujeres que las instala en ciertas labores menos calificadas, en ciertas funciones que son menormente remuneradas”.
Para el académico es importante que la legislación salga del paradigma de la libertad y la flexibilidad y debe exigir “condiciones irrenunciables. Y para las mujeres en particular, igualar entre hombres y mujeres esas condiciones irrenunciables”.
Por su parte, Alejandra Bustos, académica de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad San Sebastián, señaló a
La Nación que “se han realizado esfuerzos para terminar con la brecha salarial existente en materia legislativa, sin embargo el desconocimiento de estos mecanismos, sumado a las políticas de las empresas que establecen dichas diferencias, hacen de la problemática una práctica normal y aceptada, o que pasa desapercibida dentro del contexto del trabajo.
La diferencia salarial es algo de lo que se habla, pero sobre lo que se hace poco“.
La académica coincide con Urrutia en que debe haber un cambio cultural: “
Es compleja la función que cumple la norma cuando los problemas que intenta solucionar son de índole social o cultural. Quizás por esta misma dificultad es que, a pesar de la legislación vigente, la discriminación en relación a las remuneraciones que reciben las mujeres trabajadoras aún persiste”.
MATERNIDAD
La maternidad también es considerada por ambos expertos como un factor que influye en la brecha salarial que existe entre hombres y mujeres. “Si vives en una sociedad donde a la mujer se le asigna tan tajantemente el rol de cuidado de los hijos, que sabemos la cantidad de energía que consume, obviamente que
las estamos sometiendo a un desafío mucho más intenso que a los hombres. Si finalmente se quiere medir eso, va a ser notorio que la tienes con una mochila en la espalda que pesa 40 kilos más que la que lleva el hombre”, señaló Urrutia.
En ese sentido, señala Alejandra Bustos, es que “para algunas empresas el tener trabajadoras entre su personal implica, según ellos, un mayor gasto, argumentando entre otras razones: la posibilidad de un embarazo, licencias por enfermedad de los hijos, períodos de pre y post natal, etc. Sin poner atención a las ventajas que puede traer tener a una mujer dentro de su equipo de trabajo. Esta visión, que es más un estigma cultural que una realidad, ha generado que esta práctica se haya ido replicando a todo nivel, público y privado”.
El académico de la Universidad de Chile cree que la falta de un cambio cultural es lo que se refleja en la imposibilidad de equiparar los sueldos entre hombres y mujeres. “Se valora mucho ser buena madre pero nunca ser buena madre va a tener un alto salario. Todo aquel imaginario cultural es el que termina reflejándose finalmente en cuestiones estructurales, como esta incapacidad que hemos tenido de reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres, aún en puestos similares”.