En 1915 la manicurista de una peluquería de Chicago, escuchaba a las aventuras de los pilotos de guerra que volvían del frente y fantaseaba con la posibilidad de llegar a hacer lo mismo. La joven afroamericana de 23 años, Elizabeth Coleman (quien cumpliría hoy 125 años), ya había dado cuenta de varios talentos que se veían truncados con la segregación de la época.
Desde niña sobresalió académicamente en las escuelas segregadas de la época pese a trabajar el resto del día en la cosecha de algodón. Se inscribió en la universidad para personas de color donde estudio agronomía, la Colored Agricultural and Normal de Langston, Oklahoma.
Pese a su currículum, calificaciones y contar con los ahorros necesarios, se le prohibió la entrada a las escuelas de aviación de EEUU por su raza y por ser mujer. Lejos de frustrarse, Bessie pensó más amplio y decidió aprender francés para concretar su sueño en Francia.
En junio de 1921, apenas un año después de llegar a París, Coleman consiguió sus alas y la licencia de la Fédération Aéronautique Internationale convirtiéndose en la primera mujer afroamericana capaz de volar un avión. Regresó a EEUU donde nuevamente se le negó la admisión en las escuelas de aviación donde deseaba especializarse en acrobacia aérea ya que su futuro como piloto comercial o civil era un imposible en dicha cultura.
De regreso en Europa, aterrizó en los Países Bajos donde se convirtió en discípula de Anthony Fokker, diseñador de naves aéreas, quien la conectó con su filial en Alemania donde recibió entrenamiento particular como piloto de espectáculos. A fines de ese año, ya era conocida en toda Europa como “Queen Bess”, la arriesgada piloto de biplanos como el Curtiss JN-4 y otras máquinas de guerra heredadas de la primera gran conflagración.
Durante los años siguientes su fama dio la vuelta al mundo, incluso en EEUU donde seguía siendo una rareza, pero era presentada por los diarios como “la aviadora más grande del mundo”. Se le ofreció hacer una película que mostrara su esfuerzo de superación, pero se negó ante el requerimiento de aparecer vestida miserablemente y siempre cargando sus pertenencias en un bolso de vagabundo.
A comienzo de los años 30, su sueño era fundar una escuela de aviación para pilotos afroamericanos, sin embargo el 30 de abril de 1934, su último show aéreo en su Jacksonville natal la vio fallecer al caer desde un avión en picada ya que no llevaba puesto el cinturón de seguridad durante el accidente.
Las pericias determinaron que durante la mantención de ese día una llave de reparación se había deslizado dentro de la maquinaria del avión atascando su funcionamiento. El 2008 se estrenó en Nueva York Barnstormer, un musical sobre su vida, mientras que el 2 de mayo fue proclamado como el Día de Bessie Coleman en Chicago.
AUTOR: Carlos Salazar
FUENTE: La Nación