La ostra chilena (Ostrea chilensis), si bien no es un producto marino que exporte nuestro país, ha aumentado el interés en los últimos años para poder llegar al mercado extranjero. Con una distribución geográfica que va desde la región de Los Lagos hasta Magallanes, es importante conocer cuál podría ser su capacidad de adaptación frente a los pronósticos de cambio climático proyectados por la comunidad científica.
Sin embargo, frente a esta amplia distribución, un grupo de investigadores también dio cuenta de la importancia de estudiar algunas zonas geográficas, analizando cómo los ejemplares de ciertas áreas podrían tener una mejor adaptabilidad a variables ambientales de cambio climático, dado las difíciles condiciones que ha experimentado en su historial de vida.
Un ejemplo de ello son los estuarios, zona geográfica donde un río desemboca al mar. Debido a ello, existe una mayor fluctuación en la marea e intercambio constante de agua dulce y salada, donde ciertas especies que habitan en el lugar han desarrollado una mayor capacidad de adaptación frente a factores de estrés.
El estudio, realizado a través de un proyecto Fondecyt, fue liderado por el Dr. Jorge Navarro, investigador del Centro de Investigación Dinámica de Ecosistemas Marinos de Altas Latitudes (Ideal) y del Instituto de Ciencias Marinas y Limnológicas de la Universidad Austral de Chile (UACH).
La investigación se dividió en dos etapas, consistentes en un monitoreo ambiental continuo del estuario de Quempillén, cercano a la ciudad de Ancud, en la Isla Grande de Chiloé, con una duración de un año. Allí se analizaron las principales variables ambientales fisicoquímicas del lugar (temperatura, salinidad, pH, alcalinidad, CO2), entendiendo el contexto en donde se desarrolla la ostra O. chilensis.
En una segunda etapa, se realizó una recolección de ostras juveniles, las que fueron llevadas al Laboratorio Costero de Calfuco. Allí, los ejemplares fueron expuestos a condiciones ambientales controladas por 60 días, tales como temperatura (10, 15 y 20°C) y CO2 (cerca de 400 y 1000 µatm), las cuales simularon condiciones actuales y aquellas pronosticadas por los modelos de cambio climático para fin de siglo.
Sin embargo, las proyecciones de las variables ambientales también estuvieron dentro del rango de variación natural que presenta durante el año el estuario en estudio.
Los primeros resultados dan cuenta de la alta plasticidad fenotípica que poseen específicamente las ostras provenientes de aquella zona. “La especie de este sector puede modular su respuesta fisiológica dependiendo de las variables ambientales. Su respuesta global fue positiva, vimos que su tasa de crecimiento incluso aumentaba ante condiciones de mayor temperatura y CO2”, explicó el investigador.
El Dr. Navarro destaca el concepto de heterogeneidad ambiental para este estudio, debido a que “prepararía a los organismos para resistir de peor o mejor manera el cambio climático”. Este tipo de ambientes aumenta en la zona sur de nuestro país: al igual que los estuarios, las lluvias constantes permiten una mayor entrada de agua dulce a los sistemas marinos. En contraste, el académico plantea que las especies que viven en condiciones más homogéneas, con un menor rango de variabilidad ambiental -tales como la Antártica- tendrían menos capacidad de adaptación a las proyecciones de cambio climático.
“Estas condiciones de alta heterogeneidad ambiental, de alguna forma y desde el punto de vista de la evolución, han seleccionado individuos para ser más adaptables al cambio climático”, comentó el Dr. Navarro.
Los primeros resultados de este estudio fueron publicados en la revista científica Plos One.