Hace 10 años, la organización impulsó la primera campaña pública que visibilizó el nocivo impacto de la salmonicultura sobre los lagos sureños, basada en un estudio publicado en 2007 que analizó el estado de los sistemas lacustres que acogían cultivos de salmones.
La evidencia de ese reporte fue clara: el vertido de residuos orgánicos, así como los productos químicos utilizados, afectan gravemente a estos cuerpos de agua dulce.
A partir de esto, la organización fue enfática en señalar que la industria salmonera debía terminar definitivamente con su producción en lagos. Para ello, se solicitó la incorporación de esta exigencia en la certificación internacional ASC, la que otorgó un plazo de 5 años, a partir de su publicación (2012), para que la industria hiciera los ajustes necesarios y optara por sistemas de menor impacto ambiental, lo cual es factible considerando los avances tecnológicos actuales.
“Nos parece positivo que algunas empresas ya hayan decidido cerrar sus operaciones en sistemas lacustres, recogiendo el llamado que hemos realizado desde hace más de una década, lo cual confiamos que será replicado por toda la industria. Ahora, esperamos que esta transición considere acciones de reparación de los impactos generados en los sitios en que se emplazaban los centros de cultivo que irán cerrando. Además, nuestro ideal como organización de conservación es que estas concesiones en lagos sean entregadas al Estado con la garantía de que no vuelvan a utilizarse con fines productivos”, detalló el director de WWF Chile, Ricardo Bosshard.
Según información entregada por Sernapesca, en Chile existen 50 concesiones acuícolas otorgadas para el cultivo de salmones en lagos, incluyendo seis pisciculturas. De éstas, 19 registran operación durante el año 2018, con una producción anual que bordea las 4.290 toneladas.