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Augusto Góngora, cuando la cámara se apaga

(Marcelo Ferrari, cineasta, director y productor de series ficción. Profesor titular de la Escuela de Creación Audiovisual (ECA) de la Universidad Austral de Chile): Tu imagen, Augusto, hoy vuelve a primer plano por tu conmovedora partida, por la historia de amor inigualable que tienen con Paulina, por el recuerdo que en miles de personas hay sobre todo lo que hiciste: por la democracia, por los derechos humanos, por el periodismo, por el cine y por la cultura.

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Marcelo Ferrari, cineasta, director y productor de series ficción. Profesor titular de la Escuela de Creación Audiovisual (ECA) de la Universidad Austral de Chile.

En estos días en que la imagen de Augusto Góngora ha vuelto a llenar las pantallas televisivas y las páginas de los diarios, quienes tuvimos la fortuna de conocerlo de manera cercana, hemos escuchado de muchas y muchos una pregunta simple y compleja a la vez: ¿cómo era el ser humano detrás del destacado y reconocido rostro/periodista/comunicador de la Cultura, así con mayúscula?

Parto por aclararle algo puntual a él:

Tu imagen, Augusto, hoy vuelve a primer plano por tu conmovedora partida, por la historia de amor inigualable que tienen con Paulina, por el recuerdo que en miles de personas hay sobre todo lo que hiciste: por la democracia, por los derechos humanos, por el periodismo, por el cine y por la cultura.

Augusto Góngora era un periodista valiente, líder e inspirador, divertido y lleno de anécdotas, culto, inteligentemente vanidoso, hábil políticamente, cariñoso y protector de su gente.

Augusto era también un hombre muy profesional, casi obsesivo. Cuando grabábamos sus presentaciones para El Mirador o Cine Video tenía milimétrica y documentadamente preparado lo que iba a decir. Datos, cifras, incluso reflexiones críticas sobre lo que él mismo iba a argumentar. Un enorme trabajo previo, para poder soltarse -cuando corría cámara- y confiar por cierto en su encanto frente a la cámara.

“¡Grabando!”, gritábamos, y al momento de hablar, Augusto se relajaba y podía transmitir mucha información, pero con su modo interesante, atractivo, vehemente y cercano.

Antes, en plena dictadura, mientras realizábamos de manera clandestina el noticiero alternativo Teleanálisis, Augusto nos transmitió  su visión: entender que era un imperativo categórico moral ocupar nuestro trabajo profesional, nuestros talentos artísticos, nuestra juventud, en la lucha por la recuperación de la democracia y la denuncia del atropello a los Derechos Humanos en Chile. Ya vendrían tiempos para otros sueños.

En medio de la oscuridad de esos tiempos, Augusto se daba también el tiempo de conversar, compartiendo un café o una cerveza, sobre la vida misma. De él aprendí mucho sobre periodismo alternativo, cine documental popular en América Latina, contracultura anti fascista, pero -he de ser franco- aquello que más valoro, agradezco y atesoro, son largas pláticas sobre la amistad, la familia, el entusiasmo vital como motor del devenir inexacto e impermanente de la micro y macro historia. Gracias Augusto.

Encabezados por él, al interior de Teleanálisis, discutimos con vehemencia si la lucha contra la dictadura era mejor continuando con las denuncias periodísticas políticas, llenas de datos y estadísticas del horror, o, en cambio, ocupar la poderosa estética cinematográfica documental, artística, para expresar de modo más profundo, sensible, el sentir de los chilenos.

Eso era un gesto muy revolucionario.

Cuando Chile logró derrotar a la dictadura en la urnas y en la calle, el sentido de Teleanálisis había terminado. Entonces, otra lucha, más bella, se ponían frente nuestro: Augusto lideraría entonces ahora la conquista seductora y no bélica de las pantallas televisivas nacionales, para que una Nueva Imagen llena de expresión cultural estallara en las pantallas de TVN. Ese fue el nombre de nuestra productora, Nueva Imagen.

Hicimos Cine & Video, El Show de los Libros, parte clave de El Mirador y luego Augusto, ya instalado en TVN, impulsaría decenas de programas emblemáticos de la cultura viva nacional, pulsando en la pantalla.

Pero volvamos a la pregunta inicial: Cuando se apagaba la cámara, estaba ahí el mismo Augusto, no el “real después del show”, sino el mismo que “enamoró” a tantas y tantos, que se expresaba siendo culto pero tan cercano, riguroso pero relajado, consciente del rol que estaba y estábamos cumpliendo para la historia , pero a la vez muy cariñoso con sus hijos y sus seres queridos.

Ese era Augusto.

Qué difícil responder la pregunta comprensible en estos días: ¿cómo era el ser humano detrás del destacado y reconocido rostro/periodista/comunicador de la Cultura, así con mayúscula?

Un poco de eso, espero, esté aquí en estas palabras.

Marcelo Ferrari, cineasta, director y productor de series ficción. Profesor titular de la Escuela de Creación Audiovisual (ECA) de la Universidad Austral de Chile.

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