“He investigado en este tema durante 40 años y puedo decir que los endulzantes no calóricos están entre los compuestos menos tóxicos que he tenido que analizar a lo largo de mi carrera”. Así, el canadiense Ashley Roberts, toxicólogo y especialista en temas regulatorios internacionales, dejó en claro su postura frente al debate que suele generar el uso de sustitutos de azúcar.
Lo hizo en el marco de su exposición en el Simposio “Endulzantes bajas calorías, una actualización sobre salud y seguridad”, realizado durante la segunda jornada del 21° Congreso Internacional de Nutrición, que se celebra en Buenos Aires (Argentina) del 15 al 20 de octubre.
El encuentro contó también con las disertaciones de Peter Rogers, profesor de Psicología Biológica de la Universidad de Bristol (Reino Unido), quien hizo un repaso por las últimas revisiones sistemáticas de los estudios realizados -en animales y seres humanos- sobre la eficacia de los endulzantes no calóricos para el control de peso; Xavier Pi-Sunyer, del Instituto de Nutrición Humana de la Universidad de Columbia (EE.UU.), que se focalizó en la respuesta glucémica frente al uso de los endulzantes; y France Bellisle, de la Universidad de París, quien aportó una mirada psicológica acerca de las implicancias del sabor dulce en el ser humano.
Desde sus diferentes abordajes, todos los expertos coincidieron en la seguridad y utilidad de los endulzantes para el control del peso. “No hay evidencia de que la exposición a los edulcorantes no calóricos aumente el apetito”, aseguró Rogers, luego de mostrar los resultados de los diversos estudios que analizó.
“Con la información disponible es muy claro que si existiera un impacto de los endulzantes en la glucosa éste es muy bajo”, aclaró por su parte Pi-Sunyer, quien enfatizó la importancia de tener en cuenta que cada endulzante tiene una estructura molecular diferente, algo clave a la hora de investigarlos. “Todos los endulzantes que están hoy en el mercado cumplen un riguroso proceso de evaluación por parte de organismos internacionales como el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), y luego son aprobados por autoridades de control como la FDA en los Estados Unidos, la EFSA en Europa o sus equivalentes en otros países”, describió Roberts, quien agregó que con base en la evidencia científica disponible las autoridades luego definen la Ingesta Diaria Admisible (IDA), esto es “la estimación de la cantidad de un aditivo, expresada en base al peso corporal, que se puede ingerir a lo largo de la vida sin riesgos para la salud”. Roberts recalcó que la IDA contempla a niños y embarazadas y tiene un margen de seguridad de 100.
Por último, la psicóloga France Bellisle indicó que la tendencia del ser humano hacia el sabor dulce tiene una base genética. “La naturaleza nos dio una caja de herramientas para sobrevivir: el gusto por lo dulce nos permite aceptar la leche materna, por ejemplo”. Y destacó que los endulzantes bajos en calorías permiten desacoplar el placer de la carga de energía que aportan los azúcares. Y para terminar mostró los datos de un estudio encargado por la OMS y dado a conocer en septiembre, según el cual el uso de endulzantes no aumenta el riesgo de enfermedades ni de aumento de peso.
Lo hizo en el marco de su exposición en el Simposio “Endulzantes bajas calorías, una actualización sobre salud y seguridad”, realizado durante la segunda jornada del 21° Congreso Internacional de Nutrición, que se celebra en Buenos Aires (Argentina) del 15 al 20 de octubre.
El encuentro contó también con las disertaciones de Peter Rogers, profesor de Psicología Biológica de la Universidad de Bristol (Reino Unido), quien hizo un repaso por las últimas revisiones sistemáticas de los estudios realizados -en animales y seres humanos- sobre la eficacia de los endulzantes no calóricos para el control de peso; Xavier Pi-Sunyer, del Instituto de Nutrición Humana de la Universidad de Columbia (EE.UU.), que se focalizó en la respuesta glucémica frente al uso de los endulzantes; y France Bellisle, de la Universidad de París, quien aportó una mirada psicológica acerca de las implicancias del sabor dulce en el ser humano.
Desde sus diferentes abordajes, todos los expertos coincidieron en la seguridad y utilidad de los endulzantes para el control del peso. “No hay evidencia de que la exposición a los edulcorantes no calóricos aumente el apetito”, aseguró Rogers, luego de mostrar los resultados de los diversos estudios que analizó.
“Con la información disponible es muy claro que si existiera un impacto de los endulzantes en la glucosa éste es muy bajo”, aclaró por su parte Pi-Sunyer, quien enfatizó la importancia de tener en cuenta que cada endulzante tiene una estructura molecular diferente, algo clave a la hora de investigarlos. “Todos los endulzantes que están hoy en el mercado cumplen un riguroso proceso de evaluación por parte de organismos internacionales como el Comité Mixto FAO/OMS de Expertos en Aditivos Alimentarios (JECFA), y luego son aprobados por autoridades de control como la FDA en los Estados Unidos, la EFSA en Europa o sus equivalentes en otros países”, describió Roberts, quien agregó que con base en la evidencia científica disponible las autoridades luego definen la Ingesta Diaria Admisible (IDA), esto es “la estimación de la cantidad de un aditivo, expresada en base al peso corporal, que se puede ingerir a lo largo de la vida sin riesgos para la salud”. Roberts recalcó que la IDA contempla a niños y embarazadas y tiene un margen de seguridad de 100.
Por último, la psicóloga France Bellisle indicó que la tendencia del ser humano hacia el sabor dulce tiene una base genética. “La naturaleza nos dio una caja de herramientas para sobrevivir: el gusto por lo dulce nos permite aceptar la leche materna, por ejemplo”. Y destacó que los endulzantes bajos en calorías permiten desacoplar el placer de la carga de energía que aportan los azúcares. Y para terminar mostró los datos de un estudio encargado por la OMS y dado a conocer en septiembre, según el cual el uso de endulzantes no aumenta el riesgo de enfermedades ni de aumento de peso.