La medición sucede a otra aplicada por la casa de estudios sobre la confianza ciudadana en 27 instituciones, donde se puso el foco en el evaluador y no en el evaluado, como ocurre habitualmente.
“En este segundo estudio lo que nos interesa es la perspectiva del liderazgo, porque los líderes generan más o menos niveles de desconfianza de manera que, desde lo académico, hacer propuestas de solución que permitan limar estas crisis de confianza y transformarlas en mejoras institucionales”, explica el decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Rafael Rosell. “Estamos haciendo esfuerzos académicos para saber qué significa esta crisis de confianza y cómo dar algunas soluciones a un tema que redunda en el estado de derecho y sistema democrático, el que se fortalece no con más parlamentarios sino con más confianza y mayor transparencia”, añadió.
Mientras, el subdirector del Centro de Derecho Público de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Sebastián Sichel, afirmó que “lo más atractivo de hacer esta encuesta fue mirar de otra forma las decisiones que toman los ciudadanos respecto a sus líderes políticos. Lo natural es que hagamos una pregunta seca del tipo ‘usted votaría por él sí o no’ el próximo domingo.
No obstante señala que lo complejo es cuando se indaga en las causas que llevan a una persona a votar como la admiración intelectual, porque quiere ser profesor; si es la admiración, por alguna simpatía personal; la admiración por incorporarlo a tu familia, queriendo que sea el suegro de tu hijo o la admiración para que administre tus bienes y tus cuentas. “Esas cuatro perspectivas nos dan una mirada distinta de por qué la gente vota por alguien y nos permiten entender que, detrás de la decisión intelectual – programática, que es una decisión de una pequeña minoría de la elite, hay una decisión emocional: en quién puedo confiar.
De allí que dentro de las principales conclusiones que destacan en la encuesta se observa que el alto porcentaje de adhesión logrado por la opción “ninguno” se explicaría en la escasa o nula cercanía en la relación políticos – ciudadanos, desconfianza, y escasa percepción de capacidad que tienen las personas respecto quienes personalizan las candidaturas presidenciales. Revise aquí la Encuesta Universidad San Sebastián