La medida fue adoptada con el propósito de que los casi 300 mil estudiantes inscritos en esta versión de la prueba de selección universitaria puedan cursarla en un contexto de mayor tranquilidad y tengan la posibilidad de desplazarse a los lugares de rendición elegidos con la menor dificultad posible.
Para el psicólogo Alejandro Fernández Vásquez, magíster en psicología cognitiva y académico de la Escuela de Psicología de la Universidad de Valparaíso, dicha decisión fue acertada ya que busca evitar el incremento de la consabida tensión física y mental que de por sí experimentan quienes deciden dar la PSU, dadas las expectativas personales y familiares involucradas en dicho ejercicio, el cual suele generar un alto nivel de estrés que en algunos casos puede desencadenar cuadros severos de ansiedad, fatiga y bloqueo que, de no ser adecuada y oportunamente tratados, pueden afectar no solo el desempeño de los postulantes durante el test sino, lo que es aún más importante, su salud en general.
“En una instancia como la PSU, en la que el puntaje obtenido tiene significancia personal y también en relación con el desempeño que logran los demás, es esencial entender que en un contexto de convulsión social como el actual el rendimiento de todos los que rindan esta prueba se verá afectado por igual. En promedio, los postulantes llegarán a las salas en las mismas condiciones de ansiedad exacerbada. Esto es sin contar el hecho de que la cancelación de clases y los cierres irregulares del año escolar en muchos establecimientos determinó una preparación pobre o, al menos, anómala. Por eso, y dado que el resultado en este examen depende casi mayoritariamente de la ejercitación constante, no sería raro que en esta oportunidad la media de puntajes sea más baja que en las anteriores. Tener eso en mente puede ayudar a rendirla de manera más relajada”, afirma.
“PROFUNDO IMPACTO PARA LA VIDA DE LAS COMUNIDADES”
Según Fernández, el estallido que se inició el 18 de octubre ha dado origen a una serie de manifestaciones y actos de violencia que han afectado en mayor o menor medida la vida de miles de chilenos, como son los saqueos, destrucción de propiedad pública y privada, interrupciones de movilización, apedreamientos, quiebras, despidos, suspensiones de regímenes laborales y académicos.“Todos estos son eventos de profundo impacto para la vida de las comunidades y las personas que las componen y, desde luego, para los estudiantes. Es más, si alguien desea escapar de esas consideraciones es difícil lograrlo ya que noticias, comentarios e imágenes de ellas inundan los medios de comunicación y las redes sociales, instalándose como un tema país ineludible desde hace ya varias semanas”, explica.
Siguiendo esa línea, para el especialista el escenario anterior ha configurado un marco emocional complejo, pues comprende dos elementos muy difíciles de asumir y de superar.
“En primer lugar tenemos la exposición directa a actos de violencia que propician una respuesta fisiológica de activación propia del efecto de la adrenalina, conocida como ‘luchar o huir’. Se trata de un mecanismo adaptativo que permite a los animales -y por cierto al ser humano- protegerse ante la agresión. Incluso cuando la exposición es mediada, es decir indirecta, este mecanismo se activa de todas formas, aunque con menor intensidad, si bien las conductas subsecuentes no son adaptativas pues ni la lucha ni la huida son eficaces. Es decir, ambas respuestas fisiológicas no eliminan el problema, ya que, por ejemplo, golpear el televisor no nos aleja realmente del peligro percibido ni sustraernos de una conversación tensionada impide que sigamos pensando en el tema. En consecuencia, la adrenalina sigue fluyendo y, con el tiempo, se va acumulando hasta provocar cuadros de ansiedad”, precisa Fernández.
INCERTIDUMBRE
El segundo elemento gravitante en el marco emocional de los jóvenes que en esta ocasión deberán rendir la PSU es la incertidumbre que ha generado el estallido social.Para el académico, esta última va de la mano con la falta de una resolución satisfactoria para los organismos sociales que se hallan involucrados en el proceso, y que han propiciado que el conflicto se mantenga con nuevos llamados a manifestaciones que hoy en día gran parte de la opinión pública asocia con la aparición de actos de vandalismo.
“Esto ha dificultado a muchas instituciones funcionar normalmente. Y, por el momento, no se vislumbra una fecha clara en la cual las personas tendrán la seguridad de que podrán volver a sus rutinas cotidianas. Esta falta de certeza, como se ha descrito en innumerables medios y fuentes, propicia alteraciones del sueño, cuadros ansiosos y sentimientos de tristeza, culpa e indecisión, entre otros”, explicó el académico de la U. de Valparaíso.
Asimismo, Fernández señaló que es importante considerar que se trata de un proceso tremendamente polémico, del que existen muchas visiones etiológicas y teleológicas incompatibles.
“La discusión de su génesis, sus implicancias y su impacto han llevado a disputas enardecidas, las cuales en ocasiones culminan hasta en rupturas familiares debido al contenido valórico en juego. Y estas rupturas implican muchas veces pérdida de parte o la totalidad de la red de apoyo del afectado, algo especialmente importante para quien rendirá una instancia de evaluación a través de la cual perfilará su futuro como es la PSU”, completa.