Gareth Southgate está desafiando su reputación de tipo blando con una revolucionaria apuesta por la juventud que acabe en Rusia 2018 con una sequía de varias décadas en Inglaterra.
Caricaturizado como un tipo afable al que le cuesta decir que NO, sin el carácter necesario para motivar a una selección que suele rendir por debajo de lo esperado, Southgate se ha revelado un asesino silencioso, capaz de alterar el orden establecido.
El técnico de 47 años espera ahora que la reforma radical de un equipo que fracasó previamente con Roy Hodgson se traduzca en resultados positivos, cuando los jóvenes ingleses disputen el Mundial de Rusia 2018.
Contratado en noviembre de 2016, Southgate fue considerado una opción ultraconservadora tras el despido de Sam Allardyce. Sin embargo, apenas contaba dos meses en el cargo cuando decidió que Wayne Rooney ya no era una opción viable para encabezar el ataque.
Prescindir de una estrella de tal calibre fue una decisión dura, pero Southgate no eludió la responsabilidad, y también el centrocampista del Arsenal Jack Wilshere, y el portero Joe Hart sufrieron la misma suerte, quedando fuera del Mundial pese a su gran experiencia.
Con su apuesta por prodigiosos talentos como el defensa del Liverpool Trent Alexander-Arnold, el centrocampista del Chelsea Ruben Loftus-Cheek y el delantero del Manchester United Marcus Rashford, Southgate presentará la selección inglesa menos experimentada en un Mundial desde 1962.
Pero, más allá de su discurso articulado, Southgate exhibe una determinación forjada por el doloroso rechazo en edad colegial por parte del Southampton, más las lecciones aprendidas en sus años formativos en el rudo vestidor del Crystal Palace.
“Había unos cuantos personajes en ese camerino como Andy Gray, Tony Finnigan e Ian Wright, pero ninguno tendrá una mala palabra sobre él”, explicó el fallecido mediocampista Geoff Thomas sobre el joven Southgate. “Tenía cualidades de liderazgo desde el principio y nunca tuvo miedo de hablar cuando las cosas iban mal. Desde bien pronto asumió la responsabilidad, y nos mantenía a todos a raya”.
Con solo 22 años, Southgate fue nombrado capitán en la temporada 1993-1994, cuando el Palace ascendió a la Liga Premier, y siguió siendo figura clave en el Aston Villa que ganó la Copa de la Liga en 1996, portando luego el brazalete del Middlesbrough ganador del mismo torneo en 2004.
Después de un tenso empate 1-1 en Wembley, Southgate no convirtió su lanzamiento en la tanda de penales, y el fallo condenó a Inglaterra a una de las derrotas más dolorosas de su accidentada historia.
Además, enfureció posteriormente a los aficionados al participar en un anuncio de pizza que ridiculizó el error, aunque superó el mal trago hasta totalizar 57 partidos con Inglaterra, incluidos el Mundial de Francia-1998 y la Eurocopa de 2000. Tras jubilarse en 2006, Southgate asumió el timón del Middlesbrough, aunque fue despedido meses después de que el equipo descendiera de categoría en 2009.
El fracaso empañó su currículum pero, una vez cesado Allardyce del puesto de seleccionador, la federación confió en su capacidad para encarar la delicada situación, y dirigió a Inglaterra sin mayores sobresaltos en la fase clasificatoria al Mundial.
Pero, pese a las buenas vibraciones, Inglaterra no ha alcanzado una sola semifinal desde el infame penalti de 1996. “Lo entiendo. Con mi historial, a los seguidores les puede resultar difícil quererme”, reconoce.
Southgate sabe que su prueba de fuego será en Rusia, donde una repetición del triunfo inglés en el Mundial de 1966 se antoja impensable para los más cínicos.
“Quiero ganar, y estoy preparado para el desafío”, concluye.
Caricaturizado como un tipo afable al que le cuesta decir que NO, sin el carácter necesario para motivar a una selección que suele rendir por debajo de lo esperado, Southgate se ha revelado un asesino silencioso, capaz de alterar el orden establecido.
El técnico de 47 años espera ahora que la reforma radical de un equipo que fracasó previamente con Roy Hodgson se traduzca en resultados positivos, cuando los jóvenes ingleses disputen el Mundial de Rusia 2018.
Contratado en noviembre de 2016, Southgate fue considerado una opción ultraconservadora tras el despido de Sam Allardyce. Sin embargo, apenas contaba dos meses en el cargo cuando decidió que Wayne Rooney ya no era una opción viable para encabezar el ataque.
Prescindir de una estrella de tal calibre fue una decisión dura, pero Southgate no eludió la responsabilidad, y también el centrocampista del Arsenal Jack Wilshere, y el portero Joe Hart sufrieron la misma suerte, quedando fuera del Mundial pese a su gran experiencia.
Con su apuesta por prodigiosos talentos como el defensa del Liverpool Trent Alexander-Arnold, el centrocampista del Chelsea Ruben Loftus-Cheek y el delantero del Manchester United Marcus Rashford, Southgate presentará la selección inglesa menos experimentada en un Mundial desde 1962.
Pero, más allá de su discurso articulado, Southgate exhibe una determinación forjada por el doloroso rechazo en edad colegial por parte del Southampton, más las lecciones aprendidas en sus años formativos en el rudo vestidor del Crystal Palace.
“Había unos cuantos personajes en ese camerino como Andy Gray, Tony Finnigan e Ian Wright, pero ninguno tendrá una mala palabra sobre él”, explicó el fallecido mediocampista Geoff Thomas sobre el joven Southgate. “Tenía cualidades de liderazgo desde el principio y nunca tuvo miedo de hablar cuando las cosas iban mal. Desde bien pronto asumió la responsabilidad, y nos mantenía a todos a raya”.
Con solo 22 años, Southgate fue nombrado capitán en la temporada 1993-1994, cuando el Palace ascendió a la Liga Premier, y siguió siendo figura clave en el Aston Villa que ganó la Copa de la Liga en 1996, portando luego el brazalete del Middlesbrough ganador del mismo torneo en 2004.
Fallo, pizza y desafío
Su inteligencia convenció a Terry Venables para hacerlo debutar con Inglaterra en 1995, y menos de un año después fue titular en el partido decisivo de su carrera: la semifinal de la Eurocopa-1996 contra Alemania.Después de un tenso empate 1-1 en Wembley, Southgate no convirtió su lanzamiento en la tanda de penales, y el fallo condenó a Inglaterra a una de las derrotas más dolorosas de su accidentada historia.
Además, enfureció posteriormente a los aficionados al participar en un anuncio de pizza que ridiculizó el error, aunque superó el mal trago hasta totalizar 57 partidos con Inglaterra, incluidos el Mundial de Francia-1998 y la Eurocopa de 2000. Tras jubilarse en 2006, Southgate asumió el timón del Middlesbrough, aunque fue despedido meses después de que el equipo descendiera de categoría en 2009.
El fracaso empañó su currículum pero, una vez cesado Allardyce del puesto de seleccionador, la federación confió en su capacidad para encarar la delicada situación, y dirigió a Inglaterra sin mayores sobresaltos en la fase clasificatoria al Mundial.
Pero, pese a las buenas vibraciones, Inglaterra no ha alcanzado una sola semifinal desde el infame penalti de 1996. “Lo entiendo. Con mi historial, a los seguidores les puede resultar difícil quererme”, reconoce.
Southgate sabe que su prueba de fuego será en Rusia, donde una repetición del triunfo inglés en el Mundial de 1966 se antoja impensable para los más cínicos.
“Quiero ganar, y estoy preparado para el desafío”, concluye.