Marcelo Trivelli, presidente de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.
En el año 2022, un millón doscientos ocho mil estudiantes presentaron inasistencia grave, esto quiere decir que casi 4 de cada 10 estudiantes no tuvieron asistencia suficiente para aprobar el año escolar. Poco menos de cincuenta mil estudiantes en 2021 no se matricularon el año 2022. Existe coincidencia en calificar la situación como grave y que se necesitan acciones remediales.
El problema está en que las coincidencias en la intervención no van al fondo del problema porque la educación en Chile ha sido y sigue siendo un fértil campo de batalla ideológico en que el daño afecta a niñas, niños y jóvenes en edad escolar. Todos los sectores dicen poner a las y los estudiantes en primer lugar, pero en la práctica la educación es uno de los emblemas de la política espectáculo.
En los treinta y tres años desde el retorno a la democracia ha habido 21 ministros de educación que han permanecido en el cargo un promedio de 13,4 meses y solo tres han permanecido en él por más de la mitad del período presidencial.
En el mismo periodo ha habido 24 acusaciones constitucionales en contra de ministros de estado de las cuales seis (25%) son en contra de ministros de educación. Tres han prosperado destituyendo ministros de los cuales dos (33%) son de educación: Yasna Provoste y Harald Beyer.
Las cifras hablan por sí solas. La batalla ideológica se ha dado y se sigue dando en la educación y los más perjudicados son las y los estudiantes. Cabe preguntarse entonces: ¿Qué podemos esperar de la política para mejorar la calidad y disminuir el ausentismo y la deserción escolar? No mucho, ya que los caminos de acción tomados desde el Ministerio de Educación son paliativos y no van al fondo del problema.
Hoy no basta con que la educación sea obligatoria. ¿Quién tiene la autoridad y capacidad para hacer cumplir la ley? Los tiempos han cambiado y debemos poner atención y acción en rediseñar la malla curricular, las prácticas pedagógicas y los objetivos de aprendizaje. Y por sobre todo, la educación debe ser entretenida y capaz de despertar y satisfacer la curiosidad innata de niñas, niños y jóvenes en vez de irla atrofiando.
Solo a manera de ejemplo, podemos citar los resultados del programa “Leer es Poderoso” que encontró que siete de cada diez estudiantes de 5° básico en escuelas vulnerables no entienden lo que leen. ¿Y si no entienden, qué incentivo pueden tener para asistir a la escuela si la mayor parte del proceso educativo es en base a lectoescritura?
Para muchas familias, la escuela dejó de ser una experiencia significativa. Madres, padres y apoderados que no ven que las escuelas sean de valor para sus hijos e hijas prefieren que asuman labores de cuidados en el hogar o que entren tempranamente al mundo laboral, generalmente informal y algunas veces en el ámbito delictivo.
Si realmente queremos desarrollar política pública poniendo en primer lugar al interés superior de niñas, niños y jóvenes, debemos convocar a una discusión abierta y basada en evidencia para concordar una política de Estado que trascienda a este y varios gobiernos sucesivamente.
Marcelo Trivelli, presidente de Fundación Semilla y exintendente de la Región Metropolitana.