“De las caricias a mis piernas pasó a la entrepierna (…) a susurrarme al oído que era nuestro secreto y que mi silencio era muestra de mi gran amor con Dios, que me iba a recibir con mayor felicidad cuando comulgara con él. Un día su mano subió a mi vagina”, es el relato de la mujer que acusa al sacerdote Gerardo Joannon, de haberla abusado sexualmente en los años ‘80.
La denunciante Carolina Marín M., de 46 años, afirmó a radio Biobio que el presbítero -conocido por ser el líder de una red de adopción ilegal entre las décadas del ‘70 y ’80 y que fue sobreseído por este caso- aprovechaba distintas ocasiones para acariciarle las piernas y entablar una relación con ella.
La afectada -quien pese a contarle a su abuela de lo ocurrido esta no le creyó y la mandó a confesarse- narró cómo su entonces guía espiritual convirtió su preadolescencia en un infierno en el que ella debía soportar diversos vejámenes y un intento de violación, que como niña no alcanzaba a comprender, sobre todo viniendo de un hombre Dios.
Por esos días, Joannon bordeaba los 44 años y era considerado un “cura choro”, popular y carismático, cercano a los jóvenes y que llegaba en moto colegio Sagrados Corazones de Providencia.
“Al principio era muy afectuoso conmigo, era dulce con sus palabras, me tomaba de la mano”, dijo Carolina recordando que sus manos eran “gigantes”. “Cuando estábamos en la salita, siempre estábamos cara a cara y él se inclinaba hacia mí y me acariciaba las piernas”, añadiendo que no le gustaba que usara panties, ya que le dificultaba llegar hasta donde quería para cometer los abusos.
Este proceder del sacerdote duró cuatro años en los que su víctima era tocada con lascivia, obligada a masturbarlo y realizarle sexo oral, bajo el argumento que eran actos que la acercaban a la santidad, también intentó violarla sexualmente.
La entonces alumna del tercero básico, dijo que los abusos del religioso fueron el comienzo de otra serie de vejámenes sexuales de los que fue objeto por parte de otros clérigos entre los 15 y los 20 años.
En su etapa adolescente, la denunciante apunta a Juan Andrés Peretiatkowics, sacerdote de la misma orden de Joannon, quien ya fue sancionado por el mismo actuar y vive, supuestamente enfermo, en la misma residencia eclesial de éste último en la comuna de Ñuñoa.
Cuando ella le contó lo vivido con el acusado, éste le respondió “no inventes huevadas, él es un santo”, momento en el que –afirma- comprendió que el accionar no era aislado sino parte de una “mafia” al interior de la congregación, ya que fue este mismo cura quien saludaba a las alumnas con topones en la boca, los que en el caso de Carolina pasaron a ser manoseos en su entrepierna.
Otro clérigo que se sumó a los abusos cometidos contras la menor la joven, fue el párroco del Centro Pastoral Juvenil de la Anunciación, Jorge Prieto, quien comenzó a manosearle los senos de forma recurrente.
“Una vez me encerró en la Sacristía, me empujó contra la pared y comenzó a manosearme. Primero en mis muslos luego trató de bajarme los calzones. Por suerte entró Álex Vigueras, quien era seminarista de los SSCC y se percató de todo”, recordó.
Lamentablemente, señaló Carolina Marín, pese a relatarle que era violentada, este sacerdote “se hizo el loco” y jamás dijo nada.
Años más tarde, Vigueras se convertiría en el Provincial Superior de los SS.CC. Hoy ejerce su ministerio en la iglesia Espíritu Santo de Diego de Almagro, Región de Atacama, guardando por siempre este secreto que ya está en manos de la fiscalía que debe examinar los antecedentes para ver si puede iniciar una investigación en contra de los aludidos.
La denunciante Carolina Marín M., de 46 años, afirmó a radio Biobio que el presbítero -conocido por ser el líder de una red de adopción ilegal entre las décadas del ‘70 y ’80 y que fue sobreseído por este caso- aprovechaba distintas ocasiones para acariciarle las piernas y entablar una relación con ella.
La afectada -quien pese a contarle a su abuela de lo ocurrido esta no le creyó y la mandó a confesarse- narró cómo su entonces guía espiritual convirtió su preadolescencia en un infierno en el que ella debía soportar diversos vejámenes y un intento de violación, que como niña no alcanzaba a comprender, sobre todo viniendo de un hombre Dios.
Por esos días, Joannon bordeaba los 44 años y era considerado un “cura choro”, popular y carismático, cercano a los jóvenes y que llegaba en moto colegio Sagrados Corazones de Providencia.
“Al principio era muy afectuoso conmigo, era dulce con sus palabras, me tomaba de la mano”, dijo Carolina recordando que sus manos eran “gigantes”. “Cuando estábamos en la salita, siempre estábamos cara a cara y él se inclinaba hacia mí y me acariciaba las piernas”, añadiendo que no le gustaba que usara panties, ya que le dificultaba llegar hasta donde quería para cometer los abusos.
Este proceder del sacerdote duró cuatro años en los que su víctima era tocada con lascivia, obligada a masturbarlo y realizarle sexo oral, bajo el argumento que eran actos que la acercaban a la santidad, también intentó violarla sexualmente.
La entonces alumna del tercero básico, dijo que los abusos del religioso fueron el comienzo de otra serie de vejámenes sexuales de los que fue objeto por parte de otros clérigos entre los 15 y los 20 años.
En su etapa adolescente, la denunciante apunta a Juan Andrés Peretiatkowics, sacerdote de la misma orden de Joannon, quien ya fue sancionado por el mismo actuar y vive, supuestamente enfermo, en la misma residencia eclesial de éste último en la comuna de Ñuñoa.
Cuando ella le contó lo vivido con el acusado, éste le respondió “no inventes huevadas, él es un santo”, momento en el que –afirma- comprendió que el accionar no era aislado sino parte de una “mafia” al interior de la congregación, ya que fue este mismo cura quien saludaba a las alumnas con topones en la boca, los que en el caso de Carolina pasaron a ser manoseos en su entrepierna.
Otro clérigo que se sumó a los abusos cometidos contras la menor la joven, fue el párroco del Centro Pastoral Juvenil de la Anunciación, Jorge Prieto, quien comenzó a manosearle los senos de forma recurrente.
“Una vez me encerró en la Sacristía, me empujó contra la pared y comenzó a manosearme. Primero en mis muslos luego trató de bajarme los calzones. Por suerte entró Álex Vigueras, quien era seminarista de los SSCC y se percató de todo”, recordó.
Lamentablemente, señaló Carolina Marín, pese a relatarle que era violentada, este sacerdote “se hizo el loco” y jamás dijo nada.
Años más tarde, Vigueras se convertiría en el Provincial Superior de los SS.CC. Hoy ejerce su ministerio en la iglesia Espíritu Santo de Diego de Almagro, Región de Atacama, guardando por siempre este secreto que ya está en manos de la fiscalía que debe examinar los antecedentes para ver si puede iniciar una investigación en contra de los aludidos.