Sin duda que una de las etapas más hermosas que atraviesa la vida de un ser humano es la infancia. Pablo Neruda incluso dijo alguna vez que “el niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”.
Por eso, hoy Triunfo aprovechó de entrevistar e indagar en la infancia de cinco destacados deportistas de nuestro país. Cinco historias, testimonios y relatos unidos por la pasión y la nostalgia por aquellos momentos que marcaron sus vidas para siempre.
Tomás de Gavardo: Motociclista, 18 años
“Yo prácticamente nací arriba de una moto. Desde niño en mi casa siempre se hablaba de motos, todo estaba relacionado a ellas, pero la verdad no me gustaban mucho, porque consideraba que ya era demasiado. Me gustaba mucho más el fútbol, jugar a la pelota, pero ya después con el tiempo, como a los nueve años, me empezó a gustar esto del motociclismo.
De ahí me fui metiendo de a poco en la disciplina, yendo a competencias de menores y después adultos. Eso sí, en mi casa nunca me presionaron en esto, ni me exigieron resultados. Eso creo que fue muy importante.
La verdad, tengo los mejores recuerdos de niño con este deporte, aparte que me ayudó mucho a conectarme con mi padre, Carlo de Gavardo. Yo lo veía re poco, pero con la moto nos reencontrábamos y teníamos nuestro momento especial”.
Fernando Astengo: Ex futbolista, 57 años
“Recuerdo que desde que empecé a caminar ya andaba con una pelota. Mi papá me contagió la pasión por el fútbol desde muy niño, porque jugó en cadetes en Unión Española, pero no llegó a ser profesional.
Cuando chico lo acompañaba a veces a los partidos que disputaba en el trabajo, y eso fue clave en que me gustara el fútbol de inmediato. Ya después jugábamos juntos, y poco a poco se fue dando cuenta de que yo tenía cierto talento y facilidades para esto.
Empezó a ver que a veces jugaba con tipos mayores que yo y que los volvía locos (que les tiraba túneles, tacos, y ese tipo de cosas), entonces me preguntó varias veces si quería ir a probarme a Unión, hasta que finalmente fui y quedé.
En resumidas cuentas, pienso que desde muy niño el fútbol me ayudó mucho a desarrollar mi personalidad, aparte de hacerme muy feliz. Siempre fui muy tímido, incluso medio vergonzoso y asustadizo, pero cuando entraba a una cancha cambiaba completamente, gritaba y ordenaba al equipo. Atravesaba la línea blanca y me transformaba”.
Paz Echeverría: Ex golfista, 32 años
“Partí jugando golf a los cinco años, pero no me lo tomé tan en serio hasta los 7 u 8, donde empecé a competir en campeonatos.
Todo esto obviamente motivada por mi familia, porque el golf es un deporte que claramente no se juega en la plaza del barrio, es decir, tiene que venir de una tradición más familiar. Y ya a los trece entré a la Selección, donde ya estaba más enfocada, porque empecé a viajar y conocer mucho más la actividad.
Me acuerdo que cuando niña, mi mamá en los veranos que íbamos a Santo Domingo, después de almuerzo siempre me invitaba a jugar golf. Yo la acompañaba, porque jugábamos nueve hoyos y después me compraba un helado. Se daba además una cuestión muy rica en el sentido de que, como somos seis hermanos, ese era el minuto que yo sentía que podía estar sola con ella, como regaloneando.
Yo creo que estos paseos con mi mamá fueron claves para que me empezara a gustar el golf, aparte de que personalmente sabía que tenía facilidades, que era buena en esto”.
León Vicuña: Surfista, 28 años
“Empecé como a los 8 años en este deporte. Mi padre era surfista, aunque se murió antes de que yo empezara en la actividad. Desde pequeño veía que en mi casa siempre había tablas, trajes y todo el equipamiento que le pertenecían.
Lo cierto es que me gustaba mucho ir al mar, siempre fue así e iba cada vez que podía. Por esos años mi hermana grande surfeaba y la acompañaba, entonces eso me motivó y me fue de a poco metiendo en esto.
A ello se suma que desde pequeño tuve amigos que les gustaba surfear, entonces este deporte se convirtió en un lugar de reunión, al igual que el skate. A todos nos gustaban las tablas. Salíamos del colegio, nos íbamos a la playa y de ahí a andar en patineta. Lo pasábamos espectacular.
De hecho, cuando niño no me gustaba el fútbol. Recién ahora me gusta, pero de chico no estaba ni ahí con las pelotas. Desde ese punto de vista, tuve una infancia y gustos distintos a varios en nuestro país. A mí cuando chico me apasionaban las tablas, más que cualquier otra cosa”.
Erik Carrasco: Basquetbolista, 34 años
“Cuando chico jugaba fútbol y basketball, de hecho jugaba mejor fútbol. Pero el colegio en que estaba, el San Mateo de Osorno, se caracterizaba por tener muy buenos equipos de basket y siempre le iba muy bien, entonces era el deporte popular del colegio. Se llenaban los gimnasios y existía mucho apoyo.
Eso me motivó mucho, y me metí como a los nueve años al equipo del colegio. Así de a poco me integré profesionalmente en esto, no por la pasión del basketball en sí, sino por el deporte en general. Siempre me gustó. Ahora bien, mi sueño era ser futbolista profesional, pero como no se pudo, me metí al basket y me dediqué 100 por ciento a él.
Mis recuerdos de niño son los mejores jugando a esto. Me encantaría volver a serlo, ser feliz en todo sentido y volver el tiempo atrás. Cuando uno es chico sólo disfrutas de todo, no tienes mayores responsabilidades, todo es más fácil. En cambio, cuando ya vas creciendo, la vida se empieza a complicar y aparece la competitividad y envidia en el deporte”.
Por eso, hoy Triunfo aprovechó de entrevistar e indagar en la infancia de cinco destacados deportistas de nuestro país. Cinco historias, testimonios y relatos unidos por la pasión y la nostalgia por aquellos momentos que marcaron sus vidas para siempre.
Tomás de Gavardo: Motociclista, 18 años
“Yo prácticamente nací arriba de una moto. Desde niño en mi casa siempre se hablaba de motos, todo estaba relacionado a ellas, pero la verdad no me gustaban mucho, porque consideraba que ya era demasiado. Me gustaba mucho más el fútbol, jugar a la pelota, pero ya después con el tiempo, como a los nueve años, me empezó a gustar esto del motociclismo.
De ahí me fui metiendo de a poco en la disciplina, yendo a competencias de menores y después adultos. Eso sí, en mi casa nunca me presionaron en esto, ni me exigieron resultados. Eso creo que fue muy importante.
La verdad, tengo los mejores recuerdos de niño con este deporte, aparte que me ayudó mucho a conectarme con mi padre, Carlo de Gavardo. Yo lo veía re poco, pero con la moto nos reencontrábamos y teníamos nuestro momento especial”.
Fernando Astengo: Ex futbolista, 57 años
“Recuerdo que desde que empecé a caminar ya andaba con una pelota. Mi papá me contagió la pasión por el fútbol desde muy niño, porque jugó en cadetes en Unión Española, pero no llegó a ser profesional.
Cuando chico lo acompañaba a veces a los partidos que disputaba en el trabajo, y eso fue clave en que me gustara el fútbol de inmediato. Ya después jugábamos juntos, y poco a poco se fue dando cuenta de que yo tenía cierto talento y facilidades para esto.
Empezó a ver que a veces jugaba con tipos mayores que yo y que los volvía locos (que les tiraba túneles, tacos, y ese tipo de cosas), entonces me preguntó varias veces si quería ir a probarme a Unión, hasta que finalmente fui y quedé.
En resumidas cuentas, pienso que desde muy niño el fútbol me ayudó mucho a desarrollar mi personalidad, aparte de hacerme muy feliz. Siempre fui muy tímido, incluso medio vergonzoso y asustadizo, pero cuando entraba a una cancha cambiaba completamente, gritaba y ordenaba al equipo. Atravesaba la línea blanca y me transformaba”.
Paz Echeverría: Ex golfista, 32 años
“Partí jugando golf a los cinco años, pero no me lo tomé tan en serio hasta los 7 u 8, donde empecé a competir en campeonatos.
Todo esto obviamente motivada por mi familia, porque el golf es un deporte que claramente no se juega en la plaza del barrio, es decir, tiene que venir de una tradición más familiar. Y ya a los trece entré a la Selección, donde ya estaba más enfocada, porque empecé a viajar y conocer mucho más la actividad.
Me acuerdo que cuando niña, mi mamá en los veranos que íbamos a Santo Domingo, después de almuerzo siempre me invitaba a jugar golf. Yo la acompañaba, porque jugábamos nueve hoyos y después me compraba un helado. Se daba además una cuestión muy rica en el sentido de que, como somos seis hermanos, ese era el minuto que yo sentía que podía estar sola con ella, como regaloneando.
Yo creo que estos paseos con mi mamá fueron claves para que me empezara a gustar el golf, aparte de que personalmente sabía que tenía facilidades, que era buena en esto”.
León Vicuña: Surfista, 28 años
“Empecé como a los 8 años en este deporte. Mi padre era surfista, aunque se murió antes de que yo empezara en la actividad. Desde pequeño veía que en mi casa siempre había tablas, trajes y todo el equipamiento que le pertenecían.
Lo cierto es que me gustaba mucho ir al mar, siempre fue así e iba cada vez que podía. Por esos años mi hermana grande surfeaba y la acompañaba, entonces eso me motivó y me fue de a poco metiendo en esto.
A ello se suma que desde pequeño tuve amigos que les gustaba surfear, entonces este deporte se convirtió en un lugar de reunión, al igual que el skate. A todos nos gustaban las tablas. Salíamos del colegio, nos íbamos a la playa y de ahí a andar en patineta. Lo pasábamos espectacular.
De hecho, cuando niño no me gustaba el fútbol. Recién ahora me gusta, pero de chico no estaba ni ahí con las pelotas. Desde ese punto de vista, tuve una infancia y gustos distintos a varios en nuestro país. A mí cuando chico me apasionaban las tablas, más que cualquier otra cosa”.
Erik Carrasco: Basquetbolista, 34 años
“Cuando chico jugaba fútbol y basketball, de hecho jugaba mejor fútbol. Pero el colegio en que estaba, el San Mateo de Osorno, se caracterizaba por tener muy buenos equipos de basket y siempre le iba muy bien, entonces era el deporte popular del colegio. Se llenaban los gimnasios y existía mucho apoyo.
Eso me motivó mucho, y me metí como a los nueve años al equipo del colegio. Así de a poco me integré profesionalmente en esto, no por la pasión del basketball en sí, sino por el deporte en general. Siempre me gustó. Ahora bien, mi sueño era ser futbolista profesional, pero como no se pudo, me metí al basket y me dediqué 100 por ciento a él.
Mis recuerdos de niño son los mejores jugando a esto. Me encantaría volver a serlo, ser feliz en todo sentido y volver el tiempo atrás. Cuando uno es chico sólo disfrutas de todo, no tienes mayores responsabilidades, todo es más fácil. En cambio, cuando ya vas creciendo, la vida se empieza a complicar y aparece la competitividad y envidia en el deporte”.