Cuarenta años después de la ejecución del jefe de inteligencia surcoreano que asesinó al dictador Park Chung hee, la hermana del homicida lucha por lavar su memoria del cargo de “traición”, convencida de que el crimen fue cometido por el bien de todo el país.
El caso podría parecer antiguo y fuera de lugar si la sociedad surcoreana no permaneciera, aún hoy, profundamente polarizada en cuanto al legado de la brutal dictadura de Park Chung hee, asesinado en 1979 por Kim Jae Gyu.
Jung sook, la hermana de este último, no pide a la justicia que revoque la condena de su hermano por homicidio. “Todo hombre debe ser castigado por un asesinato”, concede a la AFP.
“Pero mi hermano no mató al presidente para convertirse en presidente o para traicionar a su país”, afirma la mujer de 81 años y cabello gris.
Park llegó al poder con un golpe militar en 1961 y estableció un régimen que contribuyó al desarrollo económico de Corea del Sur, al mismo tiempo que reprimió a la oposición.
Él eligió a Kim Jae Gyu, un compañero de la escuela militar, para dirigir la Agencia Central de Inteligencia de Corea (KCIA), un servicio responsable tanto de frustrar los complots norcoreanos como de amordazar la oposición interna.
En octubre de 1979, el dictador se sintió abrumado por las manifestaciones monstruosas, especialmente en Busan, la segunda ciudad más grande del país.
En su momento Kim sostuvo que el jefe de los equipos de seguridad personal del presidente, Cha Ji Cheol, aconsejaba a Park ser despiadado en la represión. Kim, que se oponía a esa opción, consideraba que el jefe de Estado se estaba sumando a ella.
Las preguntas y controversias siguen girando en torno al móvil del asesino. Pero los hechos concretos son que una noche en la que los tres hombres compartían una cena en la sede del KCIA, Kim se levantó de la mesa, fue a buscar un arma en su oficina, regresó y disparó contra los otros dos.
Restablecer la democracia y salvar vidas
Fue arrestado unas horas más tarde. El doble asesinato dejó al país atónito.
La investigación llevada a cabo por el jefe de Seguridad Nacional, el general Chun Doo hwan, concluyó una semana después de que Kim, en pleno delirio, alimentaba “el deseo vano de convertirse en presidente”.
Dos meses más tarde, el general Chun tomó el poder en un golpe militar.
El viernes se cumplirán 41 años desde que comenzó el juicio de Kim.
Ante el tribunal, afirmó que Cha había alegado que “uno o dos millones” de víctimas en Busan “no podían ser un problema”, y afirmó que los Jemeres Rojos (dictadura de tendencia maoista-polpotista en Camboya) habían sentado un precedente.
El acusado también añadió que Park estaba a punto de ordenar a las tropas que abrieran fuego y explicó que había actuado para “restablecer la democracia y salvar vidas”, a fin de que las consecuencias para Busan no fueran “horribles”.
Condenado por asesinato y conspiración para cometer traición, fue ahorcado el 24 de mayo de 1980.
La cobertura del juicio por los medios de comunicación fue muy limitada y no se publicaron transcripciones completas de los debates.
Hace unos meses, las grabaciones del juicio salieron a la luz porque el funcionario que había sido encargado de destruir las 128 horas de cintas desobedeció y las mantuvo ocultas cuatro décadas.
Jung sook pidió al tribunal superior de Seúl que revisara la condena por traición. Hasta la fecha no se dictó ninguna sentencia.