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Ingrid Bachmann: “En un país con una crisis feroz de confianza en las instituciones es muy fácil explotar la desinformación”

La académica e integrante de la Comisión Asesora contra la Desinformación, en conversación con La Nación, se refiere a las particularidades de este fenómeno de preocupación global y sobre la propia controversia que ha rodeado la instalación en el país de esta instancia, impulsada por el actual Gobierno, y que en estos días debe entregar su primer informe. Y la investigadora UC no es inmune, pues también admite haber caído con informaciones falsas.

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COMUNICACIÓN EN DIÁLOGO

Información falsa, incorrecta, no verificada, sensacionalista, sacada de contexto, paródica, propagandística, con verdades a medias y alteraciones. Para Ingrid Bachmann, la desinformación tiene varias caras y he ahí una de las principales complejidades de abordarla. La académica de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad Católica integra la Comisión Asesora contra la Desinformación, instancia que desde su creación, vía decreto, en junio pasado ha sido cuestionada por algunos sectores, quienes incluso intentaron -sin lograrlo- que el Tribunal Constitucional (TC) la declarara inconstitucional.

En diálogo con La Nación, la investigadora aborda la controversia y su propio rol.

¿Por qué es necesaria una comisión como esta, considerando que la desinformación existe desde siempre? ¿Cuál es la particularidad actual?

-Las capacidades de engañar son tan viejas como la propia humanidad. Lo que ocurre ahora es un volumen, alcance y rapidez para difundir cosas en una escala que no teníamos y a la que las plataformas digitales han ayudado mucho. Si yo le pregunto a cualquier persona cómo se ha enterado de algo equis no tengo dudas de que me respondería que le salió por un WhatsApp, que lo vio en redes o en conversaciones interpersonales a partir de alguien que lo leyó en plataformas. Además, estamos más conscientes ahora porque como concepto se popularizó en contextos electorales en los que se dijo que la desinformación habría incidido -sin evidencia- en sus resultados: la elección de Trump en 2016, el Brexit en el Reino Unido y el plebiscito en Colombia. Y en la lógica de que un ciudadano desinformado podría tomar decisiones incorrectas.

¿Y por qué la comisión asesora?

-Porque es un fenómeno que preocupa, por ejemplo, en la OCDE, Chile es parte de ella y es la vía que encontró el Gobierno para abordar esa preocupación. ¿Hubiese preferido yo que este tema hubiese estado instalado en las universidades o en los medios? Sí, pero claramente no lo hicieron y se organizó esta comisión donde hay personas que venimos precisamente de los medios y de las universidades, porque veníamos estudiando esto y creemos que es importante entenderlo con evidencia. Ahora, si esto redunda en algún tipo de política pública más amplia ligada a algún tipo de regulación, yo creo que eso no es tarea de la comisión.

¿Por qué se trabaja el concepto de desinformación y no el de fake news?

Fake news presume que el problema de la desinformación es solo de noticias, de periodismo, y no es así. Mucha de la desinformación es, por ejemplo, de usuarios, de gente que comparte información que cree que es verdadera, y también cuando actúan agentes maliciosos. Además, es un concepto que se ha politizado, sobre todo se ha usado en gobiernos populistas como una manera de desestimar el trabajo del periodismo de investigación, que fiscaliza el poder. Entonces, es muy impreciso. La desinformación también es un concepto complejo, pero, en estricto rigor, la mayoría de los autores dice que la desinformación supone la intención deliberada de divulgar una mentira con el objetivo de engañar.

¿El rol de la comisión es asesorar a la autoridad con qué propósito?

-El decreto es súper claro en las dos tareas que tenemos. Primero, un informe sobre el estado del arte de la desinformación y cómo se da en Chile, porque no necesariamente las características del proceso de desinformación son idénticas a las de otros países. Luego, un segundo informe con sugerencias sobre cómo abordarla. Pero sugerencias muy específicas sobre “hay que hacer esto y lo otro” es muy difícil, porque como es tan complejo el fenómeno, no se resuelve con una, dos, tres medidas ni en el corto plazo.

Ha habido bastante polémica con esta instancia. ¿Cómo se evita la desinformación sobre la Comisión contra la Desinformación?

-Hay un poquito de ironía ahí. O sea, gente diciendo que íbamos a hacer cosas que no están en el decreto. Por lo que yo he visto, los ataques no son a las personas, sino que a la idea misma de una comisión asesora.

Y quizás por el gobierno en particular que la está impulsando.

-No tengo ninguna duda que en parte esto tiene que ver con que el encargo de la comisión viene de la Secretaría General de Gobierno, presidida por la ministra Camila Vallejo, que es del Partido Comunista, lo que genera recelos. Además, en el programa de gobierno de Daniel Jadue, cuando era precandidato, explícitamente se hablaba de controlar y regular los medios. Ese atajo de relacionar que este es “un nuevo intento por regular” entiendo que genere esa suspicacia. Pero, insisto, es cosa de leer el decreto para ver que esa no es nuestra tarea y de conocernos a los miembros, que no estamos dispuestos para eso. Nos parece importante que quede en claro nuestro trabajo y es una de las razones por las cuales al inicio informamos que no nos vamos a meter con el contenido de medios profesionales, nos vamos a meter con plataformas y con la desinformación como fenómeno.

¿Hasta qué punto toda la discusión pública llevó a tomar dicha decisión de excluir a los medios profesionales?

-Siempre creímos que esto no tenía nada que ver con el trabajo de los medios profesionales, que por lo demás tienen un marco legal establecido. El grueso de la desinformación no está en los medios, es un fenómeno que escapa a los contenidos profesionales. Ahora, hicimos esa aclaración porque vimos toda una reacción, pero de todos modos el foco habría estado en plataformas.

¿Qué ocurre con las plataformas?

-Se han lavado las manos diciendo “no somos medios, sino que simplemente somos el canal”. Pero ellos ponen la plataforma, la difunden, amplifican, tienen algoritmos, venden publicidad, hay cosas que aceptan y cosas que no. Es decir, tienen una responsabilidad. Las redes ganan mucho dinero con ese flujo creciente de usuarios, pues todo se monetiza en Google, YouTube, Meta, Twitter, y en el tema de la desinformación hay un incentivo económico importante: hay gente que paga y hay gente que se beneficia.

-Esta no es una comisión sobre libertad de expresión, pero es un concepto que se ha enarbolado para criticarla.

-Creo que todos los miedos que salieron sobre libertad de expresión a partir de la creación de la comisión tienen que ver con que efectivamente en muchas partes a propósito de la politización del concepto de fake news se han usado comisiones como esta para, precisamente, controlar medios, lo que me parece grave. De hecho, en Rusia el Kremlin dice que el país no está en una guerra (con Ucrania) y por lo mismo está prohibido hablar de guerra. El Kremlin define lo que es verdad y lo que no. Pero también buena parte del tema es que, con la excusa de la libertad de expresión, hay actores que desinforman deliberadamente.

¿En tu experiencia vital te ha tocado ser víctima de desinformación? Es algo tan transversal que todos debemos tener alguna experiencia en esto.

-Recuerdo, a propósito del estallido, como a eso de las tres de la tarde del sábado 19 de octubre, haber visto un comunicado de que iba a haber toque de queda. Venía con un logo del Ejército y estaba redactado de una forma que lo hacía ver coherente, además de que dado lo que estaba pasando podía ocurrir, cosa que finalmente ocurrió. Pero salieron a desmentirlo. Caí. Y, claro, después me di cuenta de que un toque de queda no lo puede decretar el regimiento equis, pero en su momento no me fijé. Y, bueno, también me pasó que cuando me llegó el audio de Cecilia Morel (la ex primera dama), pensé que era mentira.

El de los alienígenas.

– ¿Cómo podría haber dicho eso y con ese tono? Después ella sale a decir que sí y pide disculpas. Bueno, en esa época había tanta incertidumbre que fue el festín de la desinformación. Y ese es el problema con la desinformación: te hace dudar de todo y al final no sabes en qué creer. Y cuando no sabes en qué creer, crees en lo que ya creías. Y en un país con una crisis feroz de confianza en todo tipo de instituciones, eso es muy fácil de explotar. Todavía tenemos eso del compartir una información por si las moscas.

COMUNICACIÓN EN DIÁLOGO es un espacio gestionado por Arturo Figueroa-Bustos, académico investigador de la Escuela de Periodismo de la Universidad Andrés Bello, Campus Creativo.

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