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Invidente moralidad

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Hay una mujer fragmentada, victimizada y en vez de mirar profundo en sus circunstancias, apuntamos con un dedo su “inmoralidad”. Pero es fácil jugar al verdugo porque llevamos siglos perpetuando subyugación a lo violento. Nos han adiestrado a entender la opresión como un sistema de orden y al oprimido, como desequilibrado.

La violencia es omnipresente y no comienza sacando ojos. Existe al cuestionar el comportamiento sexual de una mujer: tácitamente infiriendo que agredirla es respuesta apropiada a su “incumplimiento social”. Que no le corresponde elegir su rol, sino continuar aquel que el orden patriarcal dicta; legitimando al hombre como jerarca.

La responsabilidad se traslada del criminal a la mujer. No por ser víctima; como fracaso frente a expectativas morales, porque decide sobre su cuerpo: Interpretamos su libertad como agravio. Mitigamos culpabilidad, tergiversamos.

Es violencia cuando la actividad sexual de una mujer prevalece ante un crimen deplorable; cuando el foco de atención quema a la víctima por tanto tenerlo encima, en vez de mantenerlo sobre el perpetrador.

La violencia es aceptada según sus consecuencias y Ortega (Mauricio, su expareja) figura casi olvidado.

A Nabila se le continua re-traumatizando, implícitamente. La experiencia de su vagina toma más precedencia que la concavidad de sus ojos.

Pero la seguimos asentando en la banca del acusado, conjeturando argumentos atenuantes al crimen bestial que continuará sufriendo hasta el último de sus días. No entendemos aún que es moralmente inadmisible, siquiera una “mínima” agresión hacia una mujer. Sí, le cuento: Incluso “solo” empujarla es abusivo.

Amoral es justificar lo cruel y lo funesto y clasificar, de mayor a menor nivel, violencias cuyos rastros no se encuentran solo en un ahora, ni solo en la víctima directa: hay un antes y un después de las bofetadas; hay una víctima con familias y amigos, detrás de ella.

Inexcusable también es que la compasión, solamente nos suceda cuando lo adverso toca nuestra puerta.

Amoral es escudriñar a una mujer por fornicar según decida. Igualmente impúdico es hacer un circo, sin el victimario al centro del escenario.

Ortega y sus acciones son violencia, esas son las cosas de las cuales debemos de protegernos; poniendo énfasis en lo que hay que erradicar de la sociedad, en vez de determinar que piedras en la cabeza y hachas derribando puertas son defendibles porque nos subimos la camiseta o nos gusta copular.

Violencia es que una mujer sea irreversiblemente ultrajada; que se le extirpen los ojos. Que una mujer incapaz de ver a sus hijos, nos enseñe con su fortaleza y su desgarrador desconsuelo, quienes realmente son los ciegos.
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