En Argentina, cuna de Diego Maradona y Lionel Messi, el fútbol femenino recién obtuvo estatus profesional tras casi un siglo de lucha, pero la decisión dejó sabor a poco y expuso las penurias de las jugadoras relegadas de un deporte grabado en el ADN del país.
A un paso de participar por segunda vez en su historia de una Copa Mundial, Francia-2019, las futbolistas argentinas transpiran la camiseta, dentro y fuera de la cancha.
El movimiento feminista y la pelea de un puñado de jugadoras consiguió la profesionalización que se anunció en marzo y aplicará desde junio para los 16 equipos de la Liga de primera división, aunque con limitaciones.
En América Latina, Colombia y Venezuela también dieron el paso al profesionalismo y en Brasil y Chile hay cada vez más futbolistas bajo contrato.
“Algunas pagan cuota (de socias a su club) y si falta para el médico, la policía o la ambulancia, tienen que vender rifas o poner plata para poder jugar”, describe a la AFP Florencia Quiñones, de 32 años, volante de Boca Juniors y con pasado en San Lorenzo y Barcelona de España.
San Lorenzo es la excepción. Dio el primer paso y contrató a 16 jugadoras, el doble del piso que acaba de fijar la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Otros, como Boca y River Plate, aún no lo hicieron y pagan un viático.
En Boca, las mujeres no pueden entrenar en la cancha de los varones, cuidada con celo.
“Los clubes invierten en los hombres, en nosotras solo ponen los más grandes, y un poco”, se queja Camila Gómez Ares, de 24 años y cinco como xeneize.
Como no hay inferiores, las jugadoras llegan a la competición sin los años de preparación de sus pares varones y a mayor edad.
Salvo en el club Lanús, todas están bajo dirección técnica de varones.
Pese a todo, centenares de mujeres juegan en clubes barriales o de primera división.
“El tema es económico”, opina Victoria Bedini, de 28 años que de día trabaja en limpieza y por las noches entrena en el humilde club Excursionistas.
Allí “los botines, la ropa, todo corre por cuenta de las jugadoras”, dice. Sin viáticos ni ayuda son frecuentes las ausencias a los entrenamientos. “No tienen para el transporte”, justifica Victoria.
“Después pasa que a la selección no le va tan bien, pero nadie ve que nosotras no podemos vivir de esto”, se queja Gómez Ares.
Las albicelestes clasificaron al Mundial después de 12 años, en repechaje ante Panamá.
En su debut mundial en China-2007 terminaron últimas en la fase de grupos, sin puntos, con un gol a favor y 18 en contra.
Sin entrenador por dos años, en 2017 hicieron una huelga por “recursos básicos”: viáticos, una cancha de césped para entrenar y alojamiento cuando jueguen en el exterior. En un amistoso en Uruguay durmieron en el bus por falta de reservas de hotel.
“De reclamar un viático a cobrar millones y salvarse la vida, estamos muy lejos”, ironiza Gómez Ares.
Este año, por primera vez, la selección femenina jugó en Estados Unidos varios amistosos de preparación.
“El problema es que buscan 20 chicas y las tienen en condiciones horribles, por obligación”, denuncia Macarena Gómez, cuyo reclamo judicial al club UAI Urquiza por la falta de contrato fue la chispa que derivó en la profesionalización.
En su opinión, es un problema cultural.
“El palo en la rueda es el pensamiento retrógrado y machista que recubre el fútbol”, asegura la flamante jugadora de San Lorenzo, de 27 años.
Que el fútbol femenino “no vende” es el prejuicio más escuchado.
“Pero en otros países hay estadios que se llenan para verlas jugar, como en Estados Unidos”, actual campeón mundial, responde Macarena.
En Argentina, el fútbol femenino existe desde los años 1930.
En 1971 una selección jugó un Mundial en México organizado por una federación de fútbol femenino.
Viajaron sin botines ni entrenador, y aunque no alzaron la copa, vencieron 4-1 a Inglaterra, proeza anterior a la de Maradona con su legendaria ‘mano de Dios’ en México-1986 (2-1).
“Nosotras empezamos en 1931 cuando ellos recién empezaban a ser profesionales”, recuerda Macarena. “Simplemente estuvimos invisibilizadas todo este tiempo, llevamos 100 años de atraso”.
A un paso de participar por segunda vez en su historia de una Copa Mundial, Francia-2019, las futbolistas argentinas transpiran la camiseta, dentro y fuera de la cancha.
El movimiento feminista y la pelea de un puñado de jugadoras consiguió la profesionalización que se anunció en marzo y aplicará desde junio para los 16 equipos de la Liga de primera división, aunque con limitaciones.
En América Latina, Colombia y Venezuela también dieron el paso al profesionalismo y en Brasil y Chile hay cada vez más futbolistas bajo contrato.
Poquito y nada
La mayoría trabaja en otra cosa. Casi todas solventan sus gastos de transporte, botines, ropa y seguro médico. Casi ninguna cuenta con preparador físico o kinesiólogo y el nutricionista es lujo.“Algunas pagan cuota (de socias a su club) y si falta para el médico, la policía o la ambulancia, tienen que vender rifas o poner plata para poder jugar”, describe a la AFP Florencia Quiñones, de 32 años, volante de Boca Juniors y con pasado en San Lorenzo y Barcelona de España.
San Lorenzo es la excepción. Dio el primer paso y contrató a 16 jugadoras, el doble del piso que acaba de fijar la Asociación del Fútbol Argentino (AFA).
Otros, como Boca y River Plate, aún no lo hicieron y pagan un viático.
En Boca, las mujeres no pueden entrenar en la cancha de los varones, cuidada con celo.
“Los clubes invierten en los hombres, en nosotras solo ponen los más grandes, y un poco”, se queja Camila Gómez Ares, de 24 años y cinco como xeneize.
Como no hay inferiores, las jugadoras llegan a la competición sin los años de preparación de sus pares varones y a mayor edad.
Salvo en el club Lanús, todas están bajo dirección técnica de varones.
Pese a todo, centenares de mujeres juegan en clubes barriales o de primera división.
“El tema es económico”, opina Victoria Bedini, de 28 años que de día trabaja en limpieza y por las noches entrena en el humilde club Excursionistas.
Allí “los botines, la ropa, todo corre por cuenta de las jugadoras”, dice. Sin viáticos ni ayuda son frecuentes las ausencias a los entrenamientos. “No tienen para el transporte”, justifica Victoria.
Primer paso
El 16 de marzo, la AFA anunció la profesionalización y un aporte de unos 2.600 dólares mensuales para pagar ocho salarios de 15.000 pesos (unos 330 dólares), equivalente a lo que gana un jugador de la cuarta división.“Después pasa que a la selección no le va tan bien, pero nadie ve que nosotras no podemos vivir de esto”, se queja Gómez Ares.
Las albicelestes clasificaron al Mundial después de 12 años, en repechaje ante Panamá.
En su debut mundial en China-2007 terminaron últimas en la fase de grupos, sin puntos, con un gol a favor y 18 en contra.
Sin entrenador por dos años, en 2017 hicieron una huelga por “recursos básicos”: viáticos, una cancha de césped para entrenar y alojamiento cuando jueguen en el exterior. En un amistoso en Uruguay durmieron en el bus por falta de reservas de hotel.
“De reclamar un viático a cobrar millones y salvarse la vida, estamos muy lejos”, ironiza Gómez Ares.
Este año, por primera vez, la selección femenina jugó en Estados Unidos varios amistosos de preparación.
“Invisibilizadas”
La Conmebol impuso a los clubes contar con fútbol femenino.“El problema es que buscan 20 chicas y las tienen en condiciones horribles, por obligación”, denuncia Macarena Gómez, cuyo reclamo judicial al club UAI Urquiza por la falta de contrato fue la chispa que derivó en la profesionalización.
En su opinión, es un problema cultural.
“El palo en la rueda es el pensamiento retrógrado y machista que recubre el fútbol”, asegura la flamante jugadora de San Lorenzo, de 27 años.
Que el fútbol femenino “no vende” es el prejuicio más escuchado.
“Pero en otros países hay estadios que se llenan para verlas jugar, como en Estados Unidos”, actual campeón mundial, responde Macarena.
En Argentina, el fútbol femenino existe desde los años 1930.
En 1971 una selección jugó un Mundial en México organizado por una federación de fútbol femenino.
Viajaron sin botines ni entrenador, y aunque no alzaron la copa, vencieron 4-1 a Inglaterra, proeza anterior a la de Maradona con su legendaria ‘mano de Dios’ en México-1986 (2-1).
“Nosotras empezamos en 1931 cuando ellos recién empezaban a ser profesionales”, recuerda Macarena. “Simplemente estuvimos invisibilizadas todo este tiempo, llevamos 100 años de atraso”.