El 20 de noviembre de 1945 se inició en Núremberg el mayor juicio de la historia, en el que 21 de los más altos dirigentes del régimen nazi, entre ellos el sucesor designado de Hitler, Hermann Goering, tuvieron que responder por primera vez ante la justicia internacional por sus crímenes.
Desde 1943, las potencias aliadas reflexionaban sobre el destino de los criminales de guerra alemanes. Incluso antes de la capitulación, se adoptó el principio de un proceso sin precedentes, ante un tribunal internacional y en público.
Sólo seis meses después del fin de las hostilidades, los fiscales, que son como los jueces de las cuatro potencias aliadas (Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia), reúnen 300.000 testimonios y unas 6.600 pruebas, apoyados por 42 volúmenes de archivos.
El proceso se celebra en una ciudad en ruinas, pero cuyo palacio de justicia conectado a una prisión sigue en pie. Núremberg, antigua ciudad imperial, es sobre todo el símbolo del nazismo donde Adolf Hitler tenía sus grandes reuniones y donde fueron promulgadas en 1935 las leyes antijudías.
Crímenes contra la humanidad
El 20 de noviembre de 1945 a las 10:00 de la mañana comienza el juicio en la sala de audiencias 600 del tribunal, en presencia de cientos de periodistas. “La verdadera parte demandante en el estrado es la civilización”, declara el fiscal estadounidense Robert Jackson.
En el banquillo de los acusados se encuentran los más altos dignatarios nazis aún vivos tras los suicidios de Hitler, Joseph Goebbels y Heinrich Himmler.
Hermann Goering, ex número dos del régimen, se codea con Rudolf Hess, lugarteniente de Hitler; Alfred Rosenberg, el ideólogo del partido; Fritz Sauckel, el responsable del trabajo forzoso; y Joachim von Ribbentrop, el ministro de Asuntos Exteriores.
Les acusados deben responder por cargos de conspiración, crímenes de guerra, crímenes contra la paz y, por primera vez en la historia, crímenes contra la humanidad.
Estos son definidos como “el asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y cualquier otro acto inhumano cometido contra cualquier población civil, antes o durante la guerra, o las persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos”. La noción de genocidio no se reconocerá en el derecho internacional hasta 1948.
El impacto de imágenes
Todos los acusados se declaran “nicht schuldig” (“inocente”). Pero la proyección de una película grabada por los aliados occidentales en los campos da rápidamente otra dimensión al proceso.
“Sauckel se estremece ante la vista del horno crematorio de Buchenwald. Cuando se muestra una pantalla de lámpara hecha de piel humana, Julius Streicher, jefe del diario de propaganda nazi Der Sturmer, dice: ‘No creo eso'”, describirá el psicólogo de la prisión durante el proceso Gustave Mark Gilbert en el “Diario de Núremberg” (1947).
“Wilhem Frick (que redactó las leyes antisemitas de Núremberg) agita la cabeza con aire incrédulo cuando una doctora describe el tratamiento y las experiencias infligidas a las prisioneras de Belsen”.
Entre los 33 testigos de la acusación, la combatiente de la resistencia francesa Marie-Claude Vaillant-Couturier, superviviente de los campos de Auschwitz-Birkenau y de Ravensbruck, brinda un relato implacable de más de dos horas: a las mujeres que daban a luz les ahogaban los recién nacidos frente a sus ojos, los detenidos eran obligados a beber agua de los charcos antes de bañarse, se pasaba lista a las tres de la mañana…
“Antes de tomar la palabra frente al tribunal, pasé ante los acusados, muy lentamente. Quería mirarlos a los ojos de cerca. Me preguntaba cómo podrían ser las personas capaces de crímenes tan monstruosos”, confió al diario francés L’Humanité.
El veredicto llega el 1 de octubre de 1946: doce condenas a muerte (entre ellas una en rebeldía para Martin Bormann, el secretario de Hitler cuya muerte se desconocía entonces), tres condenas a cadena perpetua, dos penas de 20 años de prisión, una de 15 años y una de 10 años.
Tres de los acusados evitan la cárcel. Absoluciones que sorprenden a los observadores en la época, pero responden a los detractores del proceso, que sus instigadores querían “equitativos”.
Goering se suicida
Inédito en su forma, Núremberg no escapa sin embargo a la crítica de una justicia hecha por los vencedores y no está exento de zonas de sombras (la masacre de Katyn que la fiscalía soviética intenta en vano imputar a los nazis, el pacto germano-soviético escamoteado de los debates…).
El 16 de octubre de 1946 a la 01:00 de la mañana, diez de los condenados a muerte fueron ahorcados. Hermann Goering se suicidó unas horas antes en su celda tragando una cápsula de cianuro para escapar de un ahorcamiento que consideraba indigno de un soldado.
Todos los cuerpos, incluido el de Goering, son incinerados y sus cenizas esparcidas en un afluente del Isar, para evitar que sus tumbas se convirtieran en lugares de reunión.
Núremberg será el lugar de otros 12 procesos de responsables nazis (doctores, ministros, militares…).