por Kyoko Hasegawa (AFP)
Una playa de arena blanca en la bahía de Tokio, niños que se divierten en un caluroso día del verano boreal, con los rascacielos de la capital nipona conformando una vista que contrasta con el horizonte del mar; una imagen idílica a dos años de los Juegos Olímpicos que no refleja algunos problemas por resolver.La contaminación de las aguas, consecuencia de la frenética industrialización del siglo XX, preocupa a dos años de la cita olímpica, cuyas pruebas de triatlón y de natación en aguas abiertas se disputarán en esa zona.
“En el pasado podíamos bañarnos en numerosas playas“, recuerda Yuzo Sekiguchi, de 70 años, “pero cuando tuvieron lugar los Juegos de Tokio en 1964, el agua ya estaba contaminada por los vertidos de las fábricas”.
Hace varias décadas, este habitante comenzó a limpiar un tramo del litoral, y la iniciativa dio sus frutos. Inicialmente abierta unos días al año, esta playa es ahora accesible a los nadadores una parte del verano, 42 días este año.
Sekiguchi, cuyos antepasados pescaron durante generaciones en estas playas, utilizó elementos naturales como algas u ostras para llevar a cabo su tarea. “Una ostra puede filtrar cerca de 400 litros de agua (al día). Cerca de 300 se colocaron en los bambús que instalamos como se hacía antiguamente”, explica.
Algas y moluscos tragan plancton y absorben bacterias, y el mar se vuelve así más puro y limpio. “Dicho de otra forma, el agua gana en calidad cuando la cadena alimentaria ejerce sus derechos“, subraya el septuagenario.
Lo que comenzó como una lucha en soledad, ahora cuenta con el apoyo de las autoridades locales, que aportan una ayuda económica y examinan cada año la calidad del agua antes de autorizar el baño.
Un mar olvidado
A unos kilómetros, en Odaiba, en el lugar en el que tendrán lugar las pruebas olímpicas y paralímpicas, Kenji Morita se afana en la misma misión. Durante el verano del hemisferio norte, las playas fueron abiertas durante nueve días.“Deseo que la gente venga y se de cuenta por sí misma de que la playa de Tokio ha mejorado considerablemente en comparación con estos últimos años“, afirma este otro voluntario de 60 años.
A diferencia de otras grandes urbes costeras, como Sídney o San Francisco, Tokio no conservó su litoral, dañado por años de desarrollo de su puerto y del aeropuerto de Haneda.
La planificación de la bahía de Tokio se remonta al siglo XVI, pero en el siglo XX, en el ‘milagro económico’ de Japón, cuando se aceleró, al igual que la contaminación.
Para muchos de sus habitantes es impensable darse un chapuzón en sus aguas.
“Después de la alta contaminación de los años 1970, los habitantes olvidaron la existencia del mar, especialmente porque las playas fueron transformadas en puertos cerrados al público“, explica Morita.
Cortinas submarinas
Pero en los últimos años, el barrio artificial de Odaiba se ha convertido en turístico, con sus museos y centros comerciales, y son muchos los que confían en que los Juegos otorguen una nueva oportunidad a la costa.Sus autoridades se han propuesto un objetivo: “Poder nadar en el mar será una herencia de los Juegos”.
Pero, a pesar de los esfuerzos realizados por los vecinos y las autoridades, la tarea se presenta hercúlea.
El año pasado, numerosas muestras extraídas entre finales de julio y principios de septiembre en el parque marino de Odaiba mostraron niveles elevados de impurezas
El Comité Olímpico Internacional (COI) mostró preocupación, pero los organizadores japoneses son optimistas. En su opinión, la mejora de los equipos de saneamiento de las aguas y la introducción de cortinas submarinas contribuirán a mantener la calidad del agua conforme a las normas internacionales.
“Implantaremos un entorno que permita a los deportistas dar lo mejor de sí mismos con una sensación de seguridad”, aseguró recientemente el responsable de Tokio-2020, Hidemasa Nakamura, con ocasión del anuncio del recorrido de triatlón.