Quienes no toleran a Donald Trump no esconden su asombro ante el ascenso de un hombre de maneras arrogantes, ignorante y que encarna lo más cuestionable del votante de la América profunda, como se le denomina al estadounidense excéntrico, muchas veces ligado a la baja escolaridad y que representa todos los lugares comunes del sistema de vida capitalista.

Entre quienes no lo toleran, se cuenta el filósofo Aaron James, autor de “Ensayo sobre la imbecilidad” ( Malpaso/ Océano). Una diatriba que se apropia de esa libertad concebida como un valor sagrado para analizar el perfil histriónico y ruidoso de quien es el nuevo Presidente de EEUU.

James es doctor en filosofía de la Universidad de Harvard y ha hecho de la idiotez su campo de estudio y reflexión desde hace varios años. En este caso titula y dirige a la figura y obra del magnate este ensayo de 120 páginas que se lee durante la hora de almuerzo con la misma voracidad.

Entre otros párrafos, desmenuza el deprimente momento histórico que antecede a los próximos 4 años de poder absoluto entregados a un cowboy de motivaciones racistas y militaristas, irreflexivo y otras características descritas que, además, entregan otras impresiones sobre su figura.

El payaso bobo

Una característica que explica tanto el ascenso del empresario capaz de convertirse en protagonista de un reality show televisivo, crecer a través de tics y frases de una comicidad aterradora hasta llegar a ser el Presidente de EEUU. “¿Qué clase de imbécil podría lograr una hazaña similar?”, pregunta James al lector.

La política del convencido

El autor cree que Trump ha sido lo suficientemente astuto y exitoso en su carrera política porque ha podido hacer con el electorado lo que cualquier galán de bar haría en busca de chicas. Ha afirmado su valía haciéndose ver como un hombre poderoso, como un pez gordo que no teme halagarse a sí mismo. “El imbécil suele ser un varón que se arroga de manera sistemática una serie de ventajas en las relaciones sociales totalmente convencido –aunque no tenga razón- de que está en su derecho, cosa que lo inmuniza ante las protestas de los demás”, agrega.

Un imbécil eficaz

Un celebérrimo político capaz de hablar con rapidez y que puede darse el lujo de no terminar las frases, incluso es dueño de un capital que supera cualquier apariencia. James habla de un “imbécil eficaz” que “a diferencia del estúpido, que puede ser desconsiderado por defecto pero que no duda en disculparse, un imbécil de verdad, es el cual para quien ser imbécil es un rasgo estable de personalidad”, anota.

El gran bocazas

Aaron James recuerda cómo Trump ha buscado la atención y entretenimiento de su audiencia sin llegar a comprender del todo la imagen que tiene de él su público: “No parece evidente que Trump es un imbécil, aunque sea sólo por burlarse de un periodista discapacitado, por tildar de violadores a los inmigrantes mexicanos ilegales o por sus comentarios descaradamente sexistas sobre la mujer (“cabecita hueca”, “gorda cochina”, entre otras).

Un líder sin dudas

Gran parte de su campaña presidencial estuvo basada en alimentar rumores sobre sus oponentes, reitera James. Algo de atención logró pese a nunca poder acreditar si, efectivamente como él decía, Obama no tenía nacionalidad estadounidense; si Hillary Clinton se había reído de una niña violada a los 12 años o cuando aseveraba, sin evidencia, que los canadienses colapsaban el sistema de salud de EEUU al ir a atenderse allá. “¿Crees que yo voy comprobando todas las estadísticas que leo?”, le enrostró Trump a un periodista que le cuestionaba algunas de estas menciones.

Un planeta en la cuerda floja

El líder racista, sexista, xenófobo e ignorante probablemente tenga otras sorpresas guardadas, cree James. “Quizás la imbecilidad no resulte ser su peor rasgo”, advierte. “¿Sabemos adónde nos llevará su petulancia insaciable?, “¿Es Trump consciente de los cambios irrevocables que está propiciando mientras desbarata la médula misma de la cooperación democrática? No lo creo”, se contesta.