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Geólogo de la U. de Atacama: “Estamos en una zona de alto riesgo sísmico no podemos ignorar esta amenaza”

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El licenciado en Geología y doctorado en Ciencias de la Tierra por la Universidad de Huelva, y actual académico e investigador de la Universidad de Atacama (UDA), Manuel Abad, ha presenciado diversos fenómenos de la naturaleza desde el palco preferencial que ofrece esta región a los científicos. Aluviones, terremotos, lluvias intensas y temperaturas oscilantes, son solo parte del menú con que el docente español, conocido como “el profe Manu”, viene trabajando desde que llegó a Chile hace algunos años, tanto así que ha calificado a este país y a Atacama como un “verdadero laboratorio geológico”. -Respecto a la seguidilla de eventos sísmicos en la zona centro del país y al eterno debate en torno al “Gran Terremoto” que debería azotar el norte, dado su silencio sísmico de años, ¿qué nos podría decir en base a sus análisis del maremoto de 1922 y lo que se observa en la actualidad? -Esta seguidilla de temblores no fueron más que los precursores del terremoto que se registró hace algunos días en Valparaíso. Hay que considerarlos solo como un recordatorio de lo que es inevitable. Nos encontramos en una zona de alto riesgo sísmico y tsunamigénico. La amenaza existe y no podemos, ni debemos ignorarla. Es evidente que la costa de Atacama ha experimentado desde hace miles de años tsunamis de gran magnitud que han azotado el litoral y han provocado una gran destrucción. El más conocido es el del año 1922, del que tenemos muchísimos datos, pero del que seguimos desconociendo muchas otras cosas. La diferencia principal es que en tiempos recientes la ocupación del borde litoral ha sido intensiva y desordenada. El daño potencial en las ciudades costeras, y sobre todo, en los asentamientos irregulares o tomas, es colosal. Un terremoto de alta magnitud, con epicentro cerca de la costa, nos dejaría menos de 15 a 20 minutos para evacuar las zonas de playa. Si, además, el terremoto se produce en verano cuando la ocupación de litoral es muy importante y de madrugada, sería muy difícil evitar una gran catástrofe humanitaria. -¿Desde que usted llegó a Chile ha observado mejoras en cuanto a la educación, conexión, comunicaciones, alertas y evacuaciones ante alguna catástrofe natural? -Evidentemente se está haciendo un esfuerzo grande, pero el desafío es enorme. Se extraña una mayor intervención de la comunidad científica en los estamentos públicos y algo más de premura a la hora de ejecutar las obras de mitigación y mejorar los planes de evacuación. Existe cierta tendencia, innegable, a esperar que algo pase para arreglarlo y ese, tal vez, sea un lujo que no podemos permitirnos. En cualquier caso, hay fenómenos contra los que resulta muy difícil protegerse. Creo que la educación y concienciación ciudadana es la herramienta más importante que podemos utilizar. El trabajo en escuelas y liceos es fundamental. Existe cierta incertidumbre de cómo actuar, por ejemplo, en caso de un gran terremoto por parte de la comunidad. En esto tenemos todavía un gran margen de mejora y se debería explicar en los centros educativos la historia sísmica de Atacama, así como preparar a la población para un futuro gran terremoto que, tarde o temprano, llegará. – ¿Cuál es la labor de su departamento en la UDA en este sentido? -Desde la universidad estamos intentado generar capital humano altamente cualificado, profesionales y futuros especialistas en temáticas ambientales y en el análisis de riesgos geológicos, dando otros enfoques más aplicados a la carrera de geología, no solo uno exclusivamente minero que evidentemente siempre será importante. En este sentido, hemos avanzado mucho a raíz del aluvión del 25M, en que se despertaron conciencias y se han empezado a financiar estudios centrados en estas temáticas. Un ejemplo es el proyecto Fondecyt, dirigido por la doctora Tatiana Izquierdo, donde se está evidenciando que fenómenos hidro-meteorológicos similares al 25M llevan produciéndose en Copiapó desde hace más de 3.000 años. Las líneas de investigación que estamos desarrollando ahora, desde nuestro grupo de investigación, apunta a la reconstrucción de la historia geológica reciente de la región. El objetivo es conocer a qué tipo de procesos nos enfrentamos, donde actúan de forma recurrente, cuál es su mayor magnitud potencial y cada cuanto tiempo se producen, tanto en lo referente a tsunamis como a inundaciones y aluviones. Todo está “escrito” de cierta manera en el paisaje que nos rodea y en las rocas. Y solo a través del conocimiento de lo que ha pasado estaremos preparados para enfrentarnos a lo que vendrá.

“QUEDA MUCHO POR HACER”

– Usted lleva varios años en la región, tiempo en el cual ha observado diversos fenómenos naturales actuales y de hace siglos. De hecho, ha planteado que el país y la región son un gran laboratorio geológico. ¿En ese escenario, se está aprovechando este laboratorio para realmente hacer ciencia que aporte a la sociedad transversalmente o se está desperdiciando este potencial? -El potencial, en lo referente a estudios geológicos de todo Chile, y en especial de Atacama, es enorme. Para aprovecharlo se necesitan tanto recursos humanos como económicos, y en ambos andamos escasos. Desde hace unos pocos años están llegando investigadores extranjeros y chilenos a la región, en concreto a la Universidad de Atacama, pero son necesarios muchos más recursos para poner en valor su inmenso interés científico. En lo personal, creo que estamos en el mejor sitio del planeta para hacer estudios relacionados con las geociencias y para formar geólogos, no solo -y necesariamente- en el campo de la minería. Queda mucho por hacer aún, pero estamos empezando a recorrer ese camino. – A unos 200 kilómetros de Copiapó está Chañaral, otro laboratorio al aire libre, lamentablemente el más emblemático en cuanto a las malas prácticas ambientales, pero que podría ser un lugar potente para estudiar los efectos negativos de la minería. ¿Usted coincide con esa idea? -Sin lugar a dudas, la ciudad de Chañaral constituye un punto paradigmático en lo que se refiere a lo que no se debe hacer en política medio ambiental y ordenación territorial, tal vez a escala planetaria. La acumulación y vertidos de residuos mineros por décadas han afectado la dinámica costera y los ecosistemas. Además, según estudios recientes, parece que la acumulación de relaves también tuvo influencia en la dirección que tomó el flujo del aluvión en 25M al bloquear la salida natural al mar del río Salado. Chañaral supone un punto de altísimo interés ambiental donde podemos estudiar la evolución de un sistema litoral, con buena salud al principio, que se ha tornado en un área muy degradada o cómo la intervención antrópica sobre el medio ha modificado drásticamente su paisaje, la vida marina y su calidad ambiental en unas pocas décadas. Su interés científico como laboratorio natural a gran escala es innegable. – ¿Qué otro campo en Chañaral, relacionado con su expertise, podría desarrollarse de la mano con la academia? -El análisis de los riegos geológicos, absolutamente. El evento del 25M fue un ejemplo de cómo un sistema fluvial inerte (sin agua) puede activarse en pocas horas y generar graves daños en las ciudades que atraviesa, provocando un cambio radical en la configuración de un valle que se caracteriza precisamente por su estabilidad geomorfológica. Por otro lado, el impacto del tsunami de 1922, y de otros más antiguos procedentes del Norte de Chile, es una temática realmente interesante y todavía poco estudiada. Sin lugar a dudas, y según dicen las crónicas históricas, en los últimos siglos han existido varios tsunamis destructivos en este sector de la costa de Chile y, de alguna manera, deben haber quedado registrados en sus playas y acantilados. Estamos buscando estas evidencias para analizarlos y -por fin- parece que algo hemos encontrado en las playas de Pan de Azúcar. Es una investigación en proceso de la que pronto tendréis noticias. -¿Cuáles son los resultados preliminares de los diversos análisis y estudios que usted y su equipo de la UDA han realizado en este puerto? -Acabamos de empezar y hay que esperar unos meses para que los resultados vean la luz. Tenemos estudiantes de la carrera de Geología que están acabando sus trabajos de titulación en este sector. Por un lado, el análisis geomorfológico de la ciudad de Chañaral nos releva que una gran parte de su superficie construida se encuentra amenazada por diversos procesos geológicos peligrosos, no solo las proximidades del cauce del río Salado y la costa. Digamos que existen distintos escenarios meteorológicos y que, dependiendo de dónde llueva y de la intensidad de la precipitación, diferentes sectores de la ciudad se podrían ver afectados. Por otro lado, estamos realizando cartografías detalladas del borde costero para caracterizarlo y proponer rutas de interés turístico, por su gran belleza paisajística, donde la geología sería el principal protagonista.
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