Con una carrera que cruza la actuación, la dirección y la escritura, Boris Quercia vuelve a la pantalla grande con “Me rompiste el corazón”, su más reciente película inspirada en la vida y las décimas de Roberto Parra. El proyecto, que tomó más de quince años en concretarse, rescata la historia de amor entre el músico y La Negra Ester, transformando una memoria colectiva en un relato cinematográfico que oscila entre la crudeza del prostíbulo y la ternura del primer amor.
El filme, protagonizado por Daniel Muñoz y Carmen Gloria Bresky, no solo busca revivir un clásico del teatro popular chileno, sino también abrir una ventana hacia la figura de Roberto Parra: un creador incansable, parte de una familia fundamental en la cultura nacional, que supo encontrar belleza y poesía en los márgenes. Para Quercia, volver sobre este personaje no fue casualidad, sino el resultado de años de vínculos personales y artísticos que comenzaron en los escenarios de La Negra Ester.
En esta conversación con el diario La Nación, el cineasta comparte los desafíos de llevar a la pantalla un universo cargado de historia, los cruces entre sus distintos oficios y la mirada que quiso imprimir en su obra: un retrato desde dentro, con humor y emoción, capaz de conectar con el público actual sin perder la fuerza popular y poética de Parra.
¿Qué te atrajo de la historia de Roberto Parra y La Negra Ester para llevarla al cine ahora, en este momento de tu carrera?
-La verdad es que uno no decide tanto en qué momento sacar las cosas. Esta es una película que lleva 15 o 17 años intentando realizarse. He hecho incontables versiones de guiones, se ha presentado muchísimas veces a concurso, y recién previo a la pandemia, en 2018-2019, ganamos un financiamiento. Pero vino la pandemia. Después, ese financiamiento no alcanzaba porque la situación cambió mucho. Finalmente, terminamos de grabar el año 2023. Entonces, para responder por qué ahora, la respuesta es el azar.
Añade: “¿Y qué me llevó a hacer la película? Siempre me interesó la historia de Roberto desde que yo hacía La Negra Ester, porque lo interpretaba a él. Era un hombre lleno de historias, con una vida azarosa, perteneciente a la familia Parra, la realeza cultural popular chilena. Pasó de la pobreza más dura —cuando su madre quedó viuda con 12 niños— a convertirse en un referente. Además, la obra teatral de La Negra Ester tuvo un éxito enorme, recorrimos todo Chile. Así que era natural que hiciera la película. Con su viuda lo intentamos durante años, hasta que ahora resultó. La fecha no la elegimos nosotros.
ELENCO Y DECISIONES CREATIVAS
¿Cómo fue la elección de los personajes? Tú interpretaste a Roberto Parra, ¿por qué no lo hiciste tú también en la película?
-Porque es muy jodido dirigir y actuar al mismo tiempo. Ya lo he hecho algunas veces. En Sexo con Amor tomé un papel porque el actor que iba a hacerlo, Rodolfo Bravo, murió en un accidente. En El Rey de los Huevones también lo hice y fue un desastre para mí, muy difícil. Luego en otra película me pidieron actuar por contrato. Pero siempre ha sido muy complicado, prefiero dirigir solamente. Además, Daniel Muñoz era el actor indicado. Si yo hubiera tenido que elegir entre Boris Quercia y Daniel Muñoz, sin duda habría elegido a Daniel. Es un actor enorme, canta, investigó la cueca, estaba muy cerca del personaje. Yo no canto nada, soy un desastre. Era absurdo que lo tomara yo. Fue de las decisiones más fáciles.
La película tiene un fuerte componente musical y popular. ¿Cómo fue el trabajo con Daniel Muñoz y con Carmen Gloria Bresky para encarnar no solo a los personajes, sino también a ese mundo cultural?
-Ellos dos tienen una conexión natural con lo popular. No es algo que hayan tenido que investigar demasiado. Daniel creció en San Fernando, en una familia sencilla, con una relación muy cercana al mundo popular y rural. Carmen Gloria también tiene esa “chispeza” y esa forma de ver el mundo. Estaban bastante cerca de lo popular. Mi trabajo con ellos fue más bien emocional: explorar sus sentimientos para llegar a la emoción correcta en cada momento. Conversamos desde las circunstancias dadas: “Soy una prostituta en el puerto de San Antonio en los años 70, viviendo en estas condiciones de miseria”. Si el actor le da fe a esas circunstancias, la emoción aparece.

ADAPTAR A ROBERTO PARRA Y RECURSOS NARRATIVOS
¿Qué desafíos encontraste al adaptar una historia tan cargada de memoria colectiva, ya adaptada antes, y ligada al teatro, la música chilena y el cine?
-Lo primero fue no basarme en la obra de teatro. En los años 80, Roberto Parra publicó artesanalmente un librillo con Las décimas de la Negra Ester, donde cuenta su historia de amor con una prostituta en San Antonio. Mario Rojas llevó esas décimas a Willy Semler, que intentó hacer una obra de teatro, pero no resultó. Después Andrés Pérez las tomó y, con Roberto, las adaptó al teatro. Yo volví a las décimas originales y a la vida de Roberto. Porque para entender su historia de amor con la Negra, en cine, era necesario conocer su vida. Por eso incluí su primera historia de amor de niño, como un eco que le da ternura a una historia ambientada en un prostíbulo crudo.
Agrega: “Quise mostrar ese prostíbulo con realismo, no como un cabaret elegante, sino como lo que era, la picada más pobre de San Antonio. De hecho, ubicamos la historia en los 70, tanto por la edad de Daniel como por unas fotografías de Sergio Larraín que mostraban esa marginalidad con belleza. Roberto hacía lo mismo: sacaba belleza y humor de mundos marginales. No es una mirada paternalista de la pobreza, sino desde dentro, con humor y vida cotidiana, aunque en un contexto de violencia que no oculto en la película.
¿Qué tanto influyeron las conversaciones que tuviste con Roberto Parra en esta película?
-Mucho. Álvaro Henríquez tenía grabaciones en cassette de conversaciones con Roberto en los 90. Eran charlas largas, cotidianas, donde a veces tocaban algo. Yo escuché esas cintas y muchas de esas historias entraron en la película. Incluso hay un poema que él recita —de un peón pobre llevado a enterrar envuelto en trapos— que transcribí y aparece en una escena. Algunas cosas las puse directamente con la voz de Roberto, de manera documental, gracias a esas grabaciones.
El formato es bien rupturista con el cine clásico: hay narración y metanarración, hablar “desde fuera”. ¿Cómo surgió eso?
-Partió como una necesidad: los cálculos de producción estaban mal y no alcanzábamos para filmar todo. Tuve que reescribir guiones una y otra vez. Entonces incorporé esa narración como un recurso, casi un chiste interno sobre “otra versión más”. Lo que empezó como un salvavidas se transformó en un estilo. Me permitió usar archivo, resolver escenas de época sin reconstruir todo. Al principio dejé claro: “este es un grupo de trabajadores del cine contando una historia”. Si aparece un auto fuera de época, no importa, se les pasó a los de la película. No podía competir con producciones millonarias. Así que busqué contar de otra manera: mostrar una protesta en un escenario en vez de reconstruir toda una calle. Es un recurso narrativo que, bien hecho, no pierde emoción.
Interpretaste a Roberto Parra y también trabajaste en El Desquite. ¿Cómo se dio ese cruce con su obra?
-Fue natural. Cuando yo lo interpretaba en La Negra Ester, él me veía como su alter ego, su doppelgänger. Se acercaba en los camarines y conversábamos. Eso nos unió mucho. También con su viuda, la Cata Rojas, con quien siempre mantuvimos la idea de hacer esta película. No es algo que yo buscara de manera consciente, pero sí me interesa retratar un fresco social. En comedia o en drama, me interesa hablar de nosotros. Aquí, a través de Roberto, accedí a un Chile más popular, al que yo no pertenezco. Él me abrió la puerta y yo hablo a través de él, sin paternalismo, sino mostrando al personaje como era: un hombre que sufrió, pero también disfrutó, que vivió intensamente.
OFICIOS CRUZADOS
Eres actor, director y escritor. ¿Cómo se cruzaron esos oficios en Me rompiste el corazón? ¿Qué aprendiste de tus novelas negras que aplicaste en la película?
-Son vasos comunicantes. Cuando escribo, imagino la acción. Cuando dirijo, pienso en cómo se siente el actor, porque también soy actor. Me gusta trabajar con ellos. Generalmente, partimos con una especie de ensayo teatral de la escena, antes de armar set o luces. Eso permite que aparezcan ideas e improvisaciones de los actores, que luego decidimos cómo filmar con mi hermano Antonio. No me gusta trabajar con guiones técnicos cerrados; prefiero dejar espacio a la vida en la escena.
Remarca: El actor, además, tiene una “conciencia vigilante”: sabe que es mentira, pero le da fe a las circunstancias. Tiene que llorar o sufrir, pero al mismo tiempo recordar que no debe salirse de foco o golpear de verdad al compañero. Esa coexistencia de niveles es lo que hace al buen actor. Lo mismo pasa con la escritura: sabemos que es ficción, pero no es falso lo que transmite.
¿Qué esperas que ocurra con el público que vea Me rompiste el corazón? ¿Quieres que prime la emoción, la nostalgia, la reflexión histórica?
-Es una historia de amor imposible. Busco que el público se emocione y se vea reflejado. Casi todos tenemos ese amor perdido, imposible, que nos marca más que los amores que permanecen.
La gente llora, pero también se ríe, porque Roberto era muy divertido. Tiraba tallas incluso en su lecho de muerte. Ese humor frente a la adversidad es muy chileno: ante lo terrible, o te quiebras o te ríes. Si te ríes, casi le ganas a lo inevitable.