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¿Tesis con ChatGPT? La peligrosa ilusión del conocimiento exprés

(Rafael Ochoa, académico del Departamento de Tecnologías de Gestión, Facultad Tecnológica, Universidad Santiago de Chile): En los últimos meses, no es raro encontrar en redes sociales a ciertos “mentores académicos” enseñando a estudiantes chilenos cómo hacer una tesis con Inteligencia Artificial (IA). Prometen resultados en tiempo récord, sin necesidad de leer artículos, pensar demasiado o, incluso, entender lo que se está escribiendo. Basta con copiar un par de comandos en ChatGPT y dejar que la máquina lo haga todo. Así de simple. O así de preocupante.

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Rafael Ochoa, académico del Departamento de Tecnologías de Gestión, Facultad Tecnológica, Universidad Santiago de Chile.

Mientras influencers ofrecen títulos en tres semanas y universidades digitales prometen posgrados a clics de distancia, la investigación académica enfrenta un riesgo silencioso: confundir eficiencia con formación, y velocidad con pensamiento.

En los últimos meses, no es raro encontrar en redes sociales a ciertos “mentores académicos” enseñando a estudiantes chilenos cómo hacer una tesis con Inteligencia Artificial (IA). Prometen resultados en tiempo récord, sin necesidad de leer artículos, pensar demasiado o, incluso, entender lo que se está escribiendo. Basta con copiar un par de comandos en ChatGPT y dejar que la máquina lo haga todo. Así de simple. O así de preocupante.

No se trata de una crítica a la tecnología. Al contrario: la IA puede ser una herramienta valiosa si se usa con sentido crítico. El problema aparece cuando se transforma en un atajo que reemplaza, en lugar de complementar, el proceso formativo. Porque una cosa es apoyarse en una herramienta para mejorar el análisis; otra muy distinta es dejar que piense por nosotros.

En Latinoamérica y, particularmente en Chile, la situación tiene matices particulares. Varias universidades están incorporando IA en sus programas, pero muchas veces sin una política clara. Mientras tanto, estudiantes de posgrado, agobiados por la presión institucional, las dificultades para acceder a bibliografía de calidad y la falta de acompañamiento docente, caen fácilmente en la tentación del camino fácil. Es comprensible, pero peligroso.

Peor aún: han surgido plataformas digitales que ofrecen posgrados rápidos y títulos con poco o ningún sustento metodológico. Se autodenominan “centros de excelencia” y, sin embargo, no tienen vínculos con comunidades científicas, ni docentes activos en investigación, ni publicaciones indexadas. Son, en la práctica, “universidades patito-digitales”, cuya principal oferta es una promesa: titularse rápido, sin complicaciones… y con IA incluida.

Este fenómeno va de la mano con la figura del influencer académico: carismático, seguro, con diplomas en el fondo del video y frases motivacionales. En sus tutoriales, la tesis es una receta. Se trata de seguir instrucciones, no de construir argumentos. De llenar estructuras, no de comprender fenómenos. De pasar el trámite, no de pensar.

Lo más grave es que muchos de estos discursos tienen acogida porque algo ha fallado en el sistema formal. Algunos programas de posgrado siguen sin ofrecer una formación investigativa sólida. Hay docentes que no dominan la metodología, tutores ausentes, evaluaciones centradas en la forma más que en el fondo. En ese vacío, la solución rápida gana terreno.

Pero no todo está perdido. En diversas universidades chilenas, desde Arica hasta Punta Arenas, hay académicos comprometidos que están dando la pelea. Que entienden que la IA puede ser una aliada, reconociendo sus riesgos.

Porque el problema no es solo que se hagan tesis sin pensar. El verdadero riesgo es que esa forma de “investigar” se normalice, se institucionalice, se vuelva estándar. Que la cultura académica chilena pierda lo más valioso que tiene: su capacidad de formar pensamiento crítico, autónomo y riguroso.

La IA llegó para quedarse. La pregunta no es si la usamos o no, sino cómo lo hacemos. Y es ahí donde el mundo académico tiene una responsabilidad urgente. No se trata de prohibir ni de sancionar. Se trata de formar, de acompañar y de construir una alfabetización crítica en IA que permita distinguir entre el apoyo y el simulacro.

Pensar sigue siendo un acto insustituible. Y en tiempos de atajos seductores, defender el pensamiento no solo es un deber académico sino social, una invitación a abrir espacios de conversación. A inicios de junio se realizó en Adin.usach.cl el conversatorio “Implicaciones de la Inteligencia Artificial en la investigación formativa y académica” como aporte al compromiso ético y profesional. En Chile, esta problemática debería ser una urgencia política y educativa.

Rafael Ochoa, académico del Departamento de Tecnologías de Gestión, Facultad Tecnológica, Universidad Santiago de Chile.

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