por David Harding (AFP)
Ojor y Raju, dos albañiles, hacen una pausa para el almuerzo. Están sentados en la acera cerca de un bello edificio de Doha que ayudaron a construir, y reviven su experiencia en Catar a cuatro años del Mundial de Fútbol.“Cometí un error al venir aquí”, dice Ojor, de 22 años originario de Nepal. “He pedido tanto dinero prestado al banco (para gastos de contratación) que no me queda nada”.
Raju, un bangladesí de 39 años, vestido de un overol azul, está de acuerdo. Ambos ganaban el salario mínimo mensual de 750 riyales catarís (180 euros).
“Nunca volveré“, dice con una sonrisa, mientras menciona el final de su contrato dentro de unos meses.
Crítica y reforma
Desde que Sepp Blatter, expresidente de la FIFA, anunció que Catar acogería la Copa del Mundo de fútbol en 2022, el país está bajo la lupa.Las condiciones del gran número de trabajadores migrantes, muchos de Asia, llama particularmente la atención.
Estos trabajadores inflaron la población de Qatar que pasó de 1,63 millones de personas cuando Blatter hizo el anuncio el 2 de diciembre de 2010 a los 2,74 millones actuales.
Los sindicatos, los defensores de derechos humanos y hace poco, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de Naciones Unidas se asociaron para cuestionar el sistema de contratación de Qatar, conocido como “Kafala”. o apadrinamiento, que pone a los trabajadores extranjeros a merced de sus empleadores.
Mientras tanto, estalló una disputa internacional sobre el número de muertos en las obras de construcción de la Copa del Mundo, estimados en más de 1.200 personas. Esta cifra fue rechazada rotundamente por el Comité Organizador.
Doha se ha visto obligado a reformar el salario mínimo y la protección salarial así como a eliminar de manera parcial el visado de salida que obligaba a los trabajadores migrantes a obtener la autorización de sus jefes para salir del país.
Se espera que más de 12.000 trabajadores empleados en las obras de construcción de la Copa del Mundo reciban un reembolso de 52 millones de riyales por haberse visto obligados a pagar tasas de contratación ilegales para venir a Qatar, dijo el Comité Organizador.
Esta semana, la OIT felicitó las reformas introducidas por Qatar.
Espejismo
Sin embargo, la Copa del Mundo, que inicia en cuatro años, el 21 de noviembre de 2022, parece como un espejismo para los albañiles y sus colegas.“Esperaba que la Copa del Mundo me asegurase una buena seguridad y empleo”, explica Mukesh, un nepalés de 23 años. “Pero nos dijeron que de aquí a 2021, no quedará nadie aquí”.
Trabaja 10 horas al día, gana tres riyales (0,80 centavos de dólar) por cada hora extra y no se arrepiente de estar en el Golfo.
“En casa no hacemos nada, aquí ganamos dinero”, dice.
Fan de fútbol, quiere ver a su héroe Cristiano Ronaldo en 2022 y sueña con apoyar a Portugal.
“Pero no creo que los trabajadores puedan ver los partidos”, dice, sonriente.
Son pocos los trabajadores que no oyeron hablar de las campañas internacionales en su nombre. Sin embargo, se quejan de que siguen pagándoles mal o con retraso y del coste de la vida.
Uno de ellos es Prince, un agente de seguridad nigeriano de 31 años. “Quiero ahorrar para ir a Estados Unidos”, dice.
“No me gusta la vida que tengo aquí, hago lo mismo todos los días, es difícil y no hay fiestas ni mucho más. No tenemos derecho a hacer nada aquí”, lamenta.
Por su parte, Arnold, un filipino que vive en Qatar desde 2009, estima que “nueve años, es suficiente”.