Este martes 6 de agosto se celebra el Día Nacional de la Miel, que fue instaurado durante el primer gobierno de Bachelet, y mediante la cual se busca difundir las bondades del consumo de la miel y los productos derivados de la colmena que contribuyen a una buena alimentación y benefician la salud.
De acuerdo a los datos de la organización Trademap, el comercio mundial de miel representó hace dos años cifras cercanas a los 2.400 millones de dólares y considera alrededor de 630 mil toneladas. Por otra parte, la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odeoa) del Ministerio de Agricultura, informa que Chile alcanzó el 0,6% del monto total de miel exportado en 2017, ubicándose en el lugar 30 de los exportadores mundiales de este alimento.
Sin embargo, “hoy la apicultura chilena atraviesa una de las peores crisis en su historia, debido a los estragos provocados por las continuas sequías y la falta de alimento para las abejas lo que ha hecho disminuir la producción de miel a niveles bajísimos”, remarca el director de Abeille Consultores, Enrique Mejías.
Según el académico e investigador, el problema se acrecienta debido al bajo consumo per cápita que existe en nuestro país y la presencia de estos productos adulterados que perjudican y agudizan los efectos que los apicultores han debido enfrentar.
Según Mejías, el comercio de miel fraudulenta se basa en la venta de productos a precios más bajos de los que habitualmente una miel pura y original puede alcanzar, generando un gran daño a la industria apícola y a los apicultores.
“Lamentablemente, los consumidores muchas veces privilegian un bajo precio sobre la calidad sin saber que, en este caso, ellos también son estafados al comprar y consumir un producto creyendo que tiene atributos pero que, al ser falso, no es más que un jarabe sucedáneo elaborado artificialmente con azúcar y calorías”, agrega.
Y esta explicación tiene aún más sentido si se toma como referencia el Codex Alimetarius de la FAO/OMS, que define a la miel como una natural dulce producida por la Apis mellifera a partir del néctar y secreciones provenientes de partes vivas de las plantas. A partir de esta definición, se establecen los diversos parámetros de calidad que las mieles deben cumplir para ser comercializadas alrededor del mundo.
En Chile, la normativa vigente según el Decreto 977/1996 del Ministerio de Salud establece una definición similar basada en dicho Codex, y agrega en el artículo 394 aspectos muy relevantes sobre la composición que una miel debe poseer. Precisamente, este punto es el que se vulnera frecuentemente, cada vez que se comercializan mieles adulteradas o falsificadas, lo que en nada ayuda al noble trabajo de nuestras abejas y apicultores.
De acuerdo a los datos de la organización Trademap, el comercio mundial de miel representó hace dos años cifras cercanas a los 2.400 millones de dólares y considera alrededor de 630 mil toneladas. Por otra parte, la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (Odeoa) del Ministerio de Agricultura, informa que Chile alcanzó el 0,6% del monto total de miel exportado en 2017, ubicándose en el lugar 30 de los exportadores mundiales de este alimento.
Sin embargo, “hoy la apicultura chilena atraviesa una de las peores crisis en su historia, debido a los estragos provocados por las continuas sequías y la falta de alimento para las abejas lo que ha hecho disminuir la producción de miel a niveles bajísimos”, remarca el director de Abeille Consultores, Enrique Mejías.
Según el académico e investigador, el problema se acrecienta debido al bajo consumo per cápita que existe en nuestro país y la presencia de estos productos adulterados que perjudican y agudizan los efectos que los apicultores han debido enfrentar.
Según Mejías, el comercio de miel fraudulenta se basa en la venta de productos a precios más bajos de los que habitualmente una miel pura y original puede alcanzar, generando un gran daño a la industria apícola y a los apicultores.
“Lamentablemente, los consumidores muchas veces privilegian un bajo precio sobre la calidad sin saber que, en este caso, ellos también son estafados al comprar y consumir un producto creyendo que tiene atributos pero que, al ser falso, no es más que un jarabe sucedáneo elaborado artificialmente con azúcar y calorías”, agrega.
Y esta explicación tiene aún más sentido si se toma como referencia el Codex Alimetarius de la FAO/OMS, que define a la miel como una natural dulce producida por la Apis mellifera a partir del néctar y secreciones provenientes de partes vivas de las plantas. A partir de esta definición, se establecen los diversos parámetros de calidad que las mieles deben cumplir para ser comercializadas alrededor del mundo.
En Chile, la normativa vigente según el Decreto 977/1996 del Ministerio de Salud establece una definición similar basada en dicho Codex, y agrega en el artículo 394 aspectos muy relevantes sobre la composición que una miel debe poseer. Precisamente, este punto es el que se vulnera frecuentemente, cada vez que se comercializan mieles adulteradas o falsificadas, lo que en nada ayuda al noble trabajo de nuestras abejas y apicultores.
