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“Los perros perdidos”: Martín Sepúlveda publica libro donde explora “la violencia y la tristeza”, el momento donde “no hay posibilidad de epílogo”

El joven escritor, en su nuevo libro, Los perros perdidos, revisa nuevamente el dolor, pero ahora narra qué sucede con ello: con el sufrimiento, la tristeza. En diálogo con La Nación, contó sobre los temas que trata como autor y el camino que ha hecho para publicar dos obras.

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“Mi influencia más temprana como autor es mi casa, donde me crié. Mi papá (Rodrigo Sepúlveda) estudió literatura un año y después se dedicó al cine, y mi mamá es directora de arte, por lo que mi casa siempre fue un espacio donde habían libros y películas, o sea historias. Creo que debí estar en segundo básico cuando mi papá, con total descriterio, me dice ‘¿todavía no has leído a Bukowski? Toma’ y me lo pasó. Después teniendo diez o doce años, me invitó a ver Apocalipsis Now (1979), por ende crecí en un hogar que me empujó siempre a la creatividad y a la lectura, y a una lectura adulta. Desde allí comienza mi narrativa, con ese contenido cargado a lo violento, a lo duro, a lo más hard core”.

Martin Sepúlveda (Santiago, 1993) estudió literatura y es autor de El diablo también (2021). Actualmente es uno de los escritores noveles más jóvenes y prometedores del ecosistema literario. Como escritor, trata temas como el dolor, la pérdida y la violencia, privilegiando en sus escritos las emociones de los personajes por sobre su identidad, y la pulsión misma del acto que se narra por sobre un contexto retórico específico. Este sábado11 de marzo en Espacio Forestal lanza su segundo libro, Los perros perdidos, a través de Santiago-Ander Editorial.

Respecto a su interés de las estéticas brutales, que ya exploró en su anterior publicación, Martín afirma que estos temas le interesan porque en la vida se presentan como “un punto de no retorno. La violencia, la rabia, todo ese horror, es algo que no tiene solución ni con la más prístina terapia o el sabio consejo, sino que son la respuesta natural de entender que ante lo terrible solo podemos volvernos más terribles”.

En su nuevo libro, Los perros perdidos, explora nuevamente el dolor, pero ahora para ver qué sucede con ello: con el sufrimiento, la tristeza. “La violencia es acción, pero la tristeza es letanía”, afirma.

En su nueva obra reflexiona sobre la idea de cómo “la violencia hoy se transforma en datos, en retórica política, en el discurso de algún colectivo o en la portada de un diario; la violencia es cada vez más impersonal, más lejana. A mí me interesa ver qué sucede con ese momento terrible que nos cambia para siempre, donde no existe posibilidad de contar un epílogo”.

¿Cómo llegaste a trabajar estas estéticas?

-Por la influencia también de mi papá. Él de cierta forma se daba cuenta que las lecturas que me daban en el colegio yo ya las había revisado en mi casa así que para sacudirme me regaló Plataforma de Michel Houellebecq. Sentí, y lo sigo sintiendo, que es el libro más increíble que he leído en mi vida. Con esta novela me di cuenta cómo Houellebecq podía escribir cuestiones que podían resultar horribles y lo podían odiar como persona pero todos estaban de acuerdo que es un gran autor, y que es uno de los que hay que leer y que tiene un tremendo peso. Entonces como desde mi familia se me permitió estas lecturas, y que sin duda me marcaron, pude escribir lo que yo quisiera porque todo estaba permitido. Nada sería mal visto después de leer a Houellebecq.

Siendo un tema poco usual en la forma que tratas la violencia, ¿hubo dificultades para exponer tus cuentos?

-Hubo dificultad en el sentido de que cuando estaba en cuarto medio, venía trabajando en estos temas y estaba seguro que quería estudiar literatura, en ese periodo se escuchaba mucho entre amigos y otros escritores que lo que había que escribir era como lo que hacía Alejandro Zambra, o sea escribir sobre la vida misma y este tipo de temas, algo que yo encontraba bacán en Zambra pero que a mí personalmente no me motivaba. No me interesaba hacer un libro donde el protagonista estuviera leyendo a Proust. Entonces se remarcó mucho que dejara de lado esos temas, y también que no dijera cosas como que me gustaba Charles Bukowski porque era quedar como un pendejo estúpido que no sabe de literatura frente a otros, pero a mí no me importaba. Sin embargo, cuando entré a estudiar literatura me pude dar cuenta que podía hacer lo que yo quisiera, trabajar con los temas que a mí me gustan. Me di cuenta que era un tema más de prejuicios que real.

EL CAMINO DE PUBLICAR

En ese marco, publicar debió ser un desafío, además eres joven como autor. ¿Cómo fue el camino para que publicaran tu libro?

-Primero que todo creo que hay tener en cuenta que publicar es un término amplio. Cuando estaba en primero básico hacía mi propio diario en mi casa donde recortaba cómics de Condorito y lo iba pegando con textos y después los repartía en la casa. También escribía para la revista del colegio, más tarde hacía mis propios folletitos donde escribía cuentos y les leía poemas a mis papás para los cumpleaños, ya más grande abrí un blog donde publicaba cuentos; textos más largos. No supe lo que era un fanzine hasta la universidad y allí comencé a hacer fanzines, pero de cierta forma estuve fanziniando y publicando toda mi vida, por eso que cuando publiqué a través de una editorial fue un momento un tanto abstracto porque toda mi vida sentí que mis textos de una u otra forma ya circulaban.

¿Y el camino para publicar en específico con una editorial?

-Fue un camino largo llegar a eso. Primero comencé a enviar mis cuentos a las editoriales más conocidas pero recibí hartos rechazos, algo que me lo esperaba, porque muchos de mis textos narraban mutilaciones y mutilaciones no donde se cortara un dedo sino el brazo completo, así que algunas editoriales me dijeron que había problemas con eso, cuestión que fue entendible pero mi visión autoral era así y por mi parte también la defendía. Así llegué a enviarles mi texto a Santiago-Ander, manteniendo la lealtad a mi mirada: un día les envié un correo con mis textos y después de un tiempo me contestaron mostrándome mi texto con algunas correcciones de estilo, gramaticales pero ninguna de contenido, y fue cómo “¿en serio?, ¿de verdad quieres publicarlo tal cual?” y ocurrió.

¿Entonces hay una diferencia de criterios muy distintas entre las llamadas editoriales tradicionales con las editoriales independientes o más pequeñas?

-Sin duda. Pasa que el ecosistema del libro es extraño, delicado, difícil, hasta sectario. Existe eso de los editores claves, las editoriales que llevan la batuta, y uno lo ve claramente en la prensa: no es difícil agarrar un diario y ver cuáles son las críticas que se hacen durante el año y ahí uno puede ver claramente cuáles son los libros escogidos para reseñar o criticar, y no son de más de seis editoriales siendo que en Chile nacen diez editoriales al año, y a veces pareciera que hay más editoriales que autores. Pero cuando me di cuenta que habían distintos criterios en las mismas editoriales me dieron muchas más ganas de publicar en una de llamadas editoriales independientes. Si bien sabía que con eso no iba a tener la misma vitrina que una editorial tradicional, lo importante es que encontré una editorial que le gustó mis textos y respetaron mi propuesta.

¿Y existe una diferencia entre cómo opera un autor dentro de las “grandes editoriales” con las independientes en cuanto a la promoción de su misma obra?

-Sí, de hecho todo joven escritor que está recién comenzando (y con joven me refiero al tiempo que lleva escribiendo, no a la edad) tiene que tener claro que hay una vieja guardia literaria que encuentra que los autores que van a todas las firmas de libros pueden ser exagerados por la creencia de que “si tu libro es bueno, se va a vender solo”. También está la idea que el hecho que uno esté ofreciendo su propio libro puede resultar vergonzoso, pero si uno está comenzando mi consejo es que vayan a todo. No tiene que ver que uno va a las librerías a vender y estar pensando en la plata, tiene que ver con la experiencia de ver quiénes te leen, quienes compran tu libro, de ver lo que está pasando. Y eso es una experiencia hermosa y terrorífica a la vez, porque te da la posibilidad de experimentar el miedo a la no venta, al fracaso, a la vergüenza, a la experiencia de ver qué pasa con el libro de uno; si lo llevan o no llevan, y es necesaria esa experiencia para ver cómo funciona el ecosistema literario porque escribir no es solo publicar, también es ver cómo se desarrolla la vida en torno al libro de uno.

Y da la posibilidad que la gente conozca al autor…

-Sí, de hecho pasa que uno puede estar en una feria de libros y alguien se acerque y hablen sobre el libro y te diga ya, voy a dar otra vuelta y vuelvo, pero no vuelva pero sin embargo igual fue alguien que le interesó el diálogo sobre la obra, es alguien que estuvo diez minutos hablando sobre algo que salió de mi escritura y eso igual es parte del mundo de escribir. También hay gente que le interesa más que la misma obra el por qué uno publica lo que publica, el cómo llegó uno a publicar, y esas conversaciones también se dan en las ferias y firmas de libro. Además, sucede que con el boom de las editoriales independientes la gente tiene la posibilidad de hablar no con un solo autor sino con treinta, y tiene la posibilidad además de hablar con los editores, preguntarles por qué publican lo que publican, ver cuál es la mirada que tienen como editorial, etc.

¿Qué función cumplen las redes sociales para un autor?

-Por mi parte yo soy malo para usar las redes sociales, pero tengo mi Instagram y lo uso bastante como autor: lo tengo abierto al público, o sea estoy accesible a todos. Eso sí en mi Instagram subo cosas de mi familia, de yo con mi perro, de yo con mi polola, de yo solo viendo Los Simpson en calzoncillos, pero también lo que pasa con mi libro, con mis fanzines y todo lo relativo a mi escritura; también si estaré en una librería firmando o si estaré presente en una feria literaria. Pero es importante el trabajo que uno hace en redes sociales, sobre todo Instagram que es la más activa, porque a veces te mencionan las librerías y llaman a que vengan, a que te conozcan, y así quienes te pueden leer tienen un acceso a ti para preguntarte algo tan sencillo como dónde pueden comprar tus libros, y después esa misma persona reaparece dos semanas después y ya leyó tu libro y te comenta cómo fue su experiencia. Y esa experiencia es muy enriquecedora, porque es hablar con un desconocido que se dio el tiempo de leer algo muy íntimo como el libro de uno y que además se dio el tiempo buscarte para comentártelo, decir que les gustó del libro, y hay otros que incluso quieren resolver sus hipótesis de lecturas con uno. 

¿Qué consejo le darías a quienes están comenzando en la narrativa y quieren publicar?

-No tengan miedo de tocar puertas, no tengan miedo de enviarles su escrito a las editoriales. Te pueden decir “no leímos manuscritos que no hemos pedido” pero ya está, no importa, es parte de tocar puertas. Lo importante es no tomarse personal un posible rechazo, porque nunca es personal. Segundo: si ya han tocado puertas y no pasa nada con las editoriales, entonces háganse un blog con sus textos, saquen un fanzine o hagan una plaquette y vayan a las librerías y vean si lo pueden dejar en el mesón, o vayan a las ferias y le pasan las plaquette a los autores que estén firmando. Quizás lo vayan a leer o quizás no, pero te estás moviendo, estás publicando igual. En el fondo, lo importante es entender que el camino para publicar no es uno solo. No existe una única forma de hacer que te lean o te publiquen.

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