Sin embargo, lo sucedido en Universidad de Chile durante el primer semestre no se ajusta a ninguna de estas dos realidades. Pareciera ser que el arribo de Ángel Guillermo Hoyos al equipo laico obedece a una realidad distinta, mucho menos tangible, mucho menos lógica: el destino.
Porque sólo el destino podría explicar cómo un técnico sin pergaminos ni palmarés suficiente pudo levantar, desde la táctica y (ante todo) la mentalidad, un plantel que había fracasado rotundamente durante cuatro campeonatos consecutivos. Y cómo, teniendo un pésimo arranque desde los resultados (incluso sin ganar ninguno de sus dos clásicos) pudo igualmente salir campeón.
La historia de Hoyos en los laicos comenzó el 29 de diciembre de 2016. El adiestrador llegó al CDA en medio de grandes cuestionamientos. Tanto la prensa como la parcialidad azul dudaban de si sería o no el indicado para sacar adelante al equipo, por sus escasos logros en el ámbito futbolístico -dirigiendo 13 equipos en 13 años, y logrando sólo un campeonato (torneo nacional 2011-12 con Bolívar). De igual modo, el DT llegaba en medio de gran polémica tras renunciar abruptamente a la Selección de Bolivia y negociar con la directiva de Azul Azul, lo que en la prensa altiplánica incluso se llegó a calificar como una “traición”.
Por su parte, la realidad de Universidad de Chile era crítica. Los laicos habían pasado por uno de los peores procesos técnicos de su historia al mando de Sebastián Beccacece, quien (pese a tener el respaldo de la dirigencia desde enero a septiembre de 2016) cosechó un paupérrimo 33,3% de rendimiento.
Más allá de los malos resultados, el ex ayudante técnico de Jorge Sampaoli debió enfrentar el bullado caso de indisciplina de abril del mismo año, en que varios jugadores fueron descubiertos en un asado con bebidas alcohólicas, por lo que debió marginarlos del plantel. Entre ellos, Gonzalo Espinoza, Leonardo Valencia, Joao Ortiz, Cristián Suárez y Luis Felipe Pinilla. De igual modo, durante toda su estadía en el CDA siempre surgieron filtraciones a la prensa respecto de supuestos conflictos dentro del camarín.
El siguiente proceso técnico tampoco tuvo mejor suerte. Si bien es cierto, Víctor Hugo Castañeda y Luis Musrri (quienes asumieron desde septiembre de 2016) lograron un ligero progreso en el ámbito de los resultados, este no fue suficiente para su continuidad. Los exjugadores azules, sobre todo Castañeda, tuvieron conflictos con Gastón Fernández y Johnny Herrera, que terminaron (además de su escaso rendimiento) sepultando cualquier esperanza de renovación. Incluso los problemas en el equipo no terminaron ahí, ya que a mediados de diciembre el presidente de Azul Azul, Carlos Heller, y Johnny Herrera, mantuvieron una disputa mediática que estuvo a punto de finalizar en la salida del arquero del club.
En medio de este escenario, Ángel Hoyos llegó al club, y desde un comienzo debió enfrentar su primer gran problema: el no poder encontrar una oncena titular. El argentino no lograba dar con el equipo, y eso se notó en los primeros cuatro partidos, con la derrota 2-0 en la primera fecha ante Deportes Iquique, una muy sufrida victoria 1-0 de local frente a Deportes Temuco, derrota 2-1 de visita frente a Huachipato y empate 0-0 de local frente a Everton.
Los principales dilemas para el DT eran el bajo nivel de la zaga azul liderada por Gonzalo Jara y Christian Vilches, y (ante todo) el no poder encontrarle puesto a Gastón Fernández. Lo puso de mediapunta, de centrodelantero, de “10”, pero “La Gata” no demostraba el nivel que se esperaba. Incluso ya se lo cuestionaba en la época de Castañeda y Musrri, pero en el inicio de este campeonato no había podido anotar ningún gol, lo que sí ocurrió previamente (14 goles desde julio a diciembre de 2016). Esto puso al atacante en el centro de la noticia durante al menos un mes, y lo hizo ser el principal apuntado por el bajo rendimiento del equipo, lo que terminó convenciéndolo de aceptar una oferta de Gremio de Porto Alegre en pleno torneo.
Y la salida del trasandino llegó como anillo al dedo, porque su reemplazante fue quien terminó siendo la figura del renacer azul: Felipe Mora. Con la titularidad del ex Audax Italiano aparecieron los goles y los resultados. Hoyos la tenía clara, si había un puesto que ya no podía sufrir variaciones era el de “9”.
Mientras que el problema de la defensa se arregló a través de la confianza. El estratega siguió respaldando la dupla Jara-Vilches, y entendió que en la medida que diera confianza a los zagueros, estos le responderían.
El progreso en los resultados estuvo de la mano con una artimaña inesperada que rindió frutos: elogiar a sus dirigidos a través de comparaciones rutilantes. A Felipe Mora lo comparó a través de la prensa con David Villa, a Jara con Gerard Piqué, y al equipo completo con Liverpool. Muchos se rieron, pero la táctica le funcionó. Sus jugadores rindieron y podría decirse que, por momentos, pudieron sentirse como estas estrellas del fútbol mundial.
Por último uno de los aspectos que destacaron en la dirección técnica de Hoyos, y que explican su éxito en el Clausura, fueron la calma y la mesura mediática. En los peores momentos en cuanto a resultados (sobre todo los cuatro primeros partidos, y la derrota en el clásico universitario) nunca mostró su malestar, ni criticó a nadie. Sabía que en un camarín tan convulsionado por las crisis de los últimos tiempos, lo que se comunicaba por la prensa, para bien o para mal, era clave y no podía darse esa licencia. Si no salían los resultados se tenía que trabajar mejor, y si el equipo estaba mejorando, tampoco había que confiarse.
Una de las mejores analogías que se pueden hacer de este aspecto, fue que el 28 de abril de este año en que ocurrió un fuerte temblor en la zona central, el entrenador (que estaba en medio de una conferencia de prensa) mantuvo la calma con total naturalidad y se dedicó a tranquilizar a los asistentes.
Una metáfora perfecta de cómo Hoyos logró calmar a un equipo que estaba colapsando psicológica y mediáticamente. Un hombre que le devolvió la gloria a una escuadra que había pasado por varios “terremotos” durante el último tiempo, y que encontró en él al líder que tanto necesitaba, el que estaba destinado a encontrar en la U su lugar en el mundo como técnico. Esta vez podríamos decir que el destino sí existe.