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Experto en I Ching: Populismo de Trump asoma cuando el sistema político se pudre

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De joven fue comunista, luego militante del MIR durante el gobierno de Salvador Allende, se tituló de periodista y llegó a ser corresponsal de guerra. Pero en la actualidad la vida de Ricardo Andreé es radicalmente distinta.

Este hombre de 64 años ahora es un experto en Sinología -el estudio de la historia y cultura china- y un gran conocedor de I Ching, que significa “‘canon de las mutaciones’ o ‘libro de los cambios’ y es uno de los textos más antiguos de la humanidad. Es más conocido por su aspecto oracular: pero comprende muchísimo más y se basa en leyes y números cuya base es matemática-binaria”, explicó el chileno al diario La Nación.

Ricardo Andreé explicó que de ese joven que formó parte del MIR bajo el seudónimo de Camilo “no queda nada”. Añadió que “desde 1968 participé en política activa y pasé por el proceso que se abrió con Allende, y viví el Golpe de Estado, el cual mató a todos mis amigos de infancia e hizo desaparecer a mis compañeros de ruta… Pero ya en el exilio comenzó el choque con la realidad al visitar los países del Este de Europa, que entonces eran parte del ‘socialismo real’”.

Aclaró que “paralelamente el budismo creció en mi vida en esos primeros años de exilio; en efecto, en 1977 pasé diez meses en una abadía en Nepal. También en esos años llegó a mi vida el I Ching. Y luego el periodismo terminó de hacerme aterrizar con los dientes en un mundo que no era el que creí estando en el ‘idealismo de la revolución latinoamericana’. Desde 1988 no tengo relación de militancia activa. Nunca he dejado de pensar políticamente, tengo mis opiniones y posturas. Pero he cerrado con el pasado. He perdonado. He pedido perdón. Y nunca más apoyaría la violencia bajo ningún aspecto y en ninguna de sus formas. Hoy soy crístico y soy un hombre de 64 años que ha dedicado los últimos 26 años al camino espiritual”.

El próximo sábado 10 de junio a las 16:00 realizará una charla llamada “Tiempos de Tribulación”, que se llevará a cabo en el Hotel Windsor (calle Subercaseaux 65, a un costado del cerro Santa Lucía), donde expondrá una mirada crítica de la actualidad global desde el punto de vista espiritual y de la fe, al margen de las concepciones religiosas y eclesiásticas.

– ¿En qué consisten los “Tiempos de Tribulación” y cómo se relacionan con Chile?

– “Tiempo de Tribulación” es una categoría antigua, que puede hallarse en la Biblia y en otros textos, cuya característica es la crisis generalizada tanto de los sistemas y civilizaciones humanas, como del planeta y la naturaleza, además de eventos del cosmos que aumentan los cambios abruptos. Se acompaña de una exacerbación de la maldad y las guerras. La clave es que en este tiempo ‘todos podrán ver, oír y saber’. Y tal es exactamente la situación hoy. Obviamente Chile no escapa a este cuadro global de cambios y crisis.

– ¿Cómo fue que siendo budista de tan joven te titulaste de periodista y trabajaste de corresponsal de guerra, donde pudiste apreciar lo peor de la especie humana?

– Ser budista era, y es, como respirar. Es un sistema y una visión de vida. No hablo de religión: sino de una actitud de frente a la realidad tangible y a la espiritualidad. Hoy soy crístico, no cristiano, y lo vivo del mismo modo. Estudié Ciencias de la Comunicación en la región de la Toscana, Italia, donde viví como exiliado. En mi labor profesional el mayor impacto humano, lo viví ante la muerte masiva de inocentes: la brutalidad de la guerra. Lo peor del ser humano se desata en la guerra. No hay ‘guerra justa’.

– ¿Cuál es tu apreciación del mundo actual, donde han surgido una serie de grupos terrorista que infunden miedo, donde las guerras no se detienen y el hombre al parecer no entiende que está viviendo una verdadera catástrofe?

– Justamente: “Tiempo de Tribulación”. Y este ciclo de destrucción seguirá su curso. El andamiaje de la guerra es un poder que maneja gobiernos y financia a la clase política a nivel estratégico. El terrorismo que usa la religión como pretexto en el oriente medio nunca pudo lograr su envergadura sin apoyo, financiamiento e incentivo de estos poderes políticos que en su día los usaron para propios propósitos y luego les combaten cuando éstos se han vuelto en su contra. Nada es como aquello que nos quieren hacer creer.

– ¿Cuál es tu opinión respecto a la aparición de personajes populistas, como Donald Trump, que toman decisiones polémicas, como fue el caso del retiro de EEUU del Acuerdo de París?

– Sin duda que este acuerdo de París fue un logro, no porque su contenido sea pleno y vigoroso, sino porque por fin hubo un pacto consistente que rompió la inercia de los acuerdos anteriores, que nunca se respetaron y eran bastante insípidos. Que el hirsuto presidente de los EEUU se retire de este compromiso no es extraño. Lo cierto es que ya es bastante tarde: todo análisis serio nos advierte que en el año 2019 entramos en un largo ciclo irreversible en la crisis climática. El populismo, como el del señor Trump, renace y asoma cuando el sistema político se pudre desde su corazón. Y generalmente no se entiende el peligro de este tipo de personajes y gobiernos: como antes, en el siglo pasado, no se entendió en su día lo que eran realmente los nazis.

– ¿Crees que los dirigentes políticos en general están conscientes que al parecer la humanidad está al borde de un abismo y que cada vez el planeta se está deteriorando más? ¿Crees que hay esperanza de revertir esta situación?

– Conscientes, no. Porque la conciencia es un factor de certeza interior que fija jurisprudencia moral. Y de verdad en la clase política no hay tal nivel de compromiso y coherencia. Hay sí una aceptación, una apertura y disponibilidad para integrar estos temas a sus agendas, y sobre todo a sus discursos. Creo que será necesaria una Revolución Cultural que rompa con el individualismo, y que la gente ponga los temas de la paz, de la creación de fuentes no contaminantes, del cuidado de la naturaleza, de la libertad de conciencia… todo en forma drástica, definitiva y no como una moda, no cuan filosofía esnobista… sino como acción política fundamental y base insustituible de democracia moderna. Entonces, quizás, nacería una nueva generación política que deseche los añejos modos que ya no dan respuesta.
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