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Francisco Vidal aconseja a la sociedad movilizada no bajar los brazos: “No es momento de soltar el mango del sartén”

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El exvocero de gobierno mira con expectación y autocrítica el movimiento social que hierve desde hace una semana y promete cambios, pero también una expresión de caos que, asegura el militante PPD, puede correr el cerco hacia una sociedad más justa. “Mi convicción es que el país del jueves 17 de octubre, murió. Y hay que construir uno nuevo a partir del 18 de octubre”, remarca.

Francisco Vidal (PPD) pasó de ser un activo ministro de las administraciones de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, a un referente en las mañanas de la TV. Hablando de historia, economía y sociedad en la rutina del policía bueno y el policía malo junto a Joaquín Lavín en la semana y como orador de la contingencia en el programa “Estado Nacional”, en TVN. Cuando todo parecía seguir la rutina del debate de oposición y oficialismo, la crítica mordaz y su ironía indeleble ante los titulares de la prensa, el panorama dio un giro inesperado que hoy lo tiene expectante. Lo que, en las calles, comenzó como una manifestación de descontento popular por el alza del precio del transporte, se convirtió en una hoguera de rabia incubada desde hace décadas: una situación de legítima insubordinación que derivó a un nivel de caos que no se había visto desde el retorno a la democracia, cree el exvocero de gobierno. Vidal, quien es profesor de Historia, recuerda, en conversación con La Nación, los tiempos del general Ibáñez en que las revueltas y saqueos producto del fin del subsidio de la locomoción colectiva dejó una veintena de muertos. Era abril de 1957, un episodio que demuestra cómo la historia se repite a través de hitos, señala. “Mi convicción es que el país del jueves 17 de octubre, murió. Y hay que construir uno nuevo a partir del 18 de octubre”, señala sobre el regreso del toque de queda y el Estado de Emergencia. Una semana después de convivir con los militares en la calle, mientras la autoridad espera que la tranquilidad decante, el descontento sigue nuevos cauces y discursos, pero sin que aparezcan líderes que lleven esta bandera, se extraña Vidal. “Estamos ante un movimiento tan grande y que expresa tantos intereses distintos que es muy difícil que haya un solo líder. En consecuencia, la tarea de las partes y del movimiento colectivo es conducir todas estas acciones de manera independiente de los partidos pero con su apoyo a través del sistema parlamentario, como se viene haciendo, para cambiar muchas de las leyes en que se basa este descontento general”, remarca sobre el contexto. De inmediato sale al paso de una práctica nacional: la de adjudicarse triunfos colectivos de manera personal. “Entonces más que imponer algún liderazgo, lo que se debe imponer y construir es el cambio. Lo que esta falta de rostros visibles direccionando el estallido social envía como señal a la sociedad en su conjunto es una señal de pudor. Pudor porque nadie, en ningún partido, podría tener la cara de decir que representa todo este movimiento y si llega a aparecer algún compadre, de cualquier partido u organización, a decir que encabeza todo esto, va a salir trasquilado por patudo y descarado”, explica ante la posibilidad de que aparezcan los capitanes después de la batalla.

CORRIENDO EL CERCO DE LO POSIBLE

Cuando habla de una postura optimista valora varios de los anuncios realizados por el Presidente Piñera. Aclara que no los considera suficientes, pero sí como un buen comienzo de parte de la clase política en general. El mejor ejemplo –apunta- es asistir como país a la aprobación, por parte de la Cámara de Diputados (por 88 votos a favor y 24 en contra) del proyecto que legisla la rebaja de la jornada laboral a 40 horas. “Ante gestos como este te das cuenta de que las posiciones más intransigentes de la derecha también pueden cambiar ante una demanda ciudadana tan fuerte. Lo que pasó echa por tierra todo este discurso que hemos venido escuchando por décadas acerca de que el país puede aguantar estos abusos. No, no es así. El país no va a volver a aguantar esto”, piensa. Cree que un siguiente paso relevante es gravar con el impuesto patrimonial al 1% más rico de la población para recaudar más de 2 mil millones de dólares. Insiste en la pequeña mejora que significa un aumento del 20% de las pensiones para quienes son parte del pilar solidario, pero que esto no afecta al tema de fondo que exige crear un fondo solidario que vaya en ayuda de un 80% de la población. En tiempos de autocrítica, la totalidad de los actores políticos ha aceptado como responsabilidad desde una falta de visión hasta una falta de diálogo con la ciudadanía. En su caso, ¿dónde se hace más pertinente esta reflexión? -De partida hay que hablar de la derecha ideológica que nos vendió la pomada durante 30 años con la idea de que este modelo neoliberal era el que iba a sacar al país del subdesarrollo. También la crítica a los nuestros: los autocomplacientes. Los flagelantes nos decían que estábamos equivocados que éramos la izquierda sesentera y que hablar de “abusos” era una locura. Haciendo este ejercicio de memoria, hay que pasar varias cuentas pendientes, pero creo que ahora no es el momento de hacerlo. ¿Ha pensado cómo habría enfrentado usted el descontento social cuando se pone en el lugar del actual Gobierno? -Lo que sucede es que hay un fenómeno masivo que da cabida a una protesta pasiva y otro, más minoritario, que acude al saqueo, el incendio y la violencia. El descontrol es algo secundario, pero que existe y por eso el Estado tiene como mecanismo el uso de la fuerza pública. Algo que, en ese caso, comparto. Si no se hace, ese descontrol aumenta. Eso es algo que aprendimos cuando fuimos gobierno. Es algo que yo viví durante el terremoto del año 2010 y que estudié y del que aprendí mucho: cuando hay descontrol, el delincuente actúa y, después de él, aparece el que se aprovecha. Obviamente. Ahí es cuando tienes gente robando cosas que o son bienes de primera necesidad como computadores, celulares o televisores LED. La clave de todo esto es el control del orden público, pero simultáneamente saber tomar las decisiones que sean respuesta a la demanda ciudadana. Tienes ahí la derogación del alza del metro, del alza de la luz, mejorar en un 20% las pensiones sujetas al pilar solidario que son respuestas. Respuestas mínimas, pero que son las primeras y las mejoras que deberían seguir exigen reestructuraciones mucho más profundas como para responderlas de inmediato. No basta con esto, claro que no basta. ¿Qué proyección puede realizar sobre los caminos insospechados que puede adoptar este movimiento de indignación social y sus expectativas más optimistas? -No hay que perder de vista que todo este movimiento de descontento está aún en proceso de transformación. El Chile de hoy es distinto, pero sigue siendo parte de un proceso en el que no hay que soltar el mango del sartén. Este es el minuto de correr el cerco hacia una sociedad más justa ¿cuánto?, eso depende de la organización social, de la conducción política que se logre y de la fuerza que demuestre tener la iniciativa ciudadana.
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