Cada año a finales de junio miles de canes son sacrificados en la ciudad de Yulín, al sur de China, en la famosa “Fiesta de la carne de perro”. Pero este año, el coronavirus y la acción de una ONG salvó la vida de algunos.
El estadounidense Jeffrey Bari creó un refugio cerca de Pekín, donde acoge a unos 200 perros salvados de un destino fatal que los esperaba a miles de km al sur de la capital.
La fiesta de Yulín es “inhumana y bárbara”, afirma este defensor de los animales, que intenta encontrar familias de acogida para sus huéspedes.
Los militantes de la ONG No Dogs Left Behind (Ningún Perro Abandonado) salvan a centenares de perros todos los años, organizando verdaderas redadas en los mataderos o interceptando camiones que, cargados de canes, se dirigen hacia el sur donde aún subsiste la tradición del consumo de su carne.
Los traficantes son acusados no sólo de recoger perros abandonados sino también de robar mascotas.
“Tenemos un sentimiento de placer cuando logramos cambiar el destino de un perro”, se congratula Miss Ling, una voluntaria que ayuda en el refugio de la ONG “No Dogs Left Behind” (ningún perro abandonado).
- (AFP).
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